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SEGUIDA DE ALGUNAS PROTESTAS DE LAS COL9NIAS ESPAÑOLAS EN MÉXICO. 3** Bdición especial para la Librería de B. José lfontaner< P. 0. Box, n P i22, Trinidad Colorado, U. S« of América w\ MÉXICO Apartado postal 934. 7/5' / 9o^ . » ' ' ic — ^ — oBXjo- — ^-^ — o^íe — ^ — »{,^o — <^ — o{){Jc- ^ A o o V ^^ O PROLOGO \ o sin justicia el conflicto entre Espstña y los Esta- dos Unidos ha atraido las nniradas del mundo entero. Los hombres reflexivos de Europa y América espe- raban, con el corazón palpitante, el resultado de una lucha que, en realidad, no era olra cosa que el certamen en que dos ra^as, esencialmente antagónicas, se disputaban la supremacía sobre el Continente descubierto por Colón, y en los varioa su» cesos de una gnerra que, tanto por su duración cortísima, como por el escaso número de los oombalientes parecía de po- ca monta, veían no la guerra misma, sino la solución de este problema que lleva un siglo de planteado: ¿ejercerá ó no el sa- jonismo, lá hegemonía en esta parte del mundo? / Y la espectativa ansiosa de lo que la suerte de las armas jdecidiera, era mayor todavía en los pueblos latino americanos, Ique, aunque obligados por el Derecho Internacional á guardar correcta actitud de neutralidad, no podían presenciar sin emo- ción profunda el desenlace del drama que habría de decidir de sus futuros destinos. De todos esos pueblos, el nuestro es el que, por razón de su situación geográfica, ha manifestado mayor anciedad por los resultados de la pelea; y conocerla en todos sus detalles es una necesidad imperiosa, no de curiosi- dad histórica ó de reflexiones ííociológicas, sino de interés vital. Allá muy en el fondo de nuestros corazones de mexicanos, de hijos de los vecinos de Ghurubusco y del Molino del Rey, p:\1pitaba muy vivo el deseo de que las armas españolas pusie- sen un valladar insuperable al coloso anglo-sajón. Del triunro de ellas, del castigo de la arrogancia y de la avidez norte-ame* ' ricana, dependía el que México tuviese un plazo de medio si- glo de seguridad, durante el cual, organizándose y robuste- ciéndose á la sombra de una política juiciosa y progresista, prodría seguramente constituirse en potencia capaz de defen- der su existencia como nación. El Dios de los Ejércitos, como diría el Presidente de los Estados Unidos en sus proclamas, atribuyendo á causas me- tafísica* sucesos que'la tienen natural y muy clara y eviden- te, se declaró resueltamente partidario de los norte-america- nos. A pesar del heroismo de los soldados y de los marinos españoles ese Dios parece que decidió que en las altas esferas políticas de España existiese un hastío profundo y un cansan* ció invencible en cuanto á las cuestiones coloniales se referia, y ese cansancio y ese hastío, los cuales hacían considerará los políticos de la Madre Patria como una fortuna la pérdida de las Antillas, que tantos quebraderos de cabeza les producían y tantos sacrificios estériles á la Nación, determinaron la pre- mura con que, casi sin combates, ó combatiendo únicamente por salvar el honor de las armas y la dignidad nacioual, el Gabinete presidido por Sagasta abandonase la partida, co- menzada con los ojos puestos, no en la victoria, sino eu una paz que diese un pretexto honroso para el abandono de las colonias de América. ' No es España ciertamente, lá cual, en realidad, gana con la pérdida de Cuba*y de Puerto Rico; es ' la raza latina de Europa y América la que algún día pedirá al actual Gobierno Español, y ante el tribunal de la Historia, estrecha cuanta de su egoísta conducta. Aunque, si hemos de ser justos, tendremos que confesar que esa raza habría podido, ó por lo menos debido hacer algo on pro de su propia causa, y no dejar á España sola en la palestra, como dejó á México en 1846. No cabe duda, pues, que en el sentido poiitico, la caes|ión de la hegemonía sobre el continente americano se resolvió en favor del sajonismo. No habrá ya quien dispute á los Est£|dos Unidos la supremacia sobre las naciones de origen español. ¿Pero con esto quedó definitivamente resuelto el caso? No encontrará ya el espíritu yanqui resistencia en su obra de sa-" jonización de !a América. En el orden político, en el de la fuerza de las aroias, qui- zás en el del comercio, no cabe duda. Pero en otro orden, en el moral, en eLde las costumbres, en el de la civilización pecu- liar del latinismo, todavía hay mucho que decir. Moratmente, España no está vencida en América. Las cuestiones de conquista, de gobierno, de dominio po- litice se resuelven en una sola batalla, no así las morales, las de civilización, que requieren un combate incesante durante si- glos enteros, y que, á las veces suelen resolverse en el senti- do de la victoria de los vencidos por la fuerza délas armas. No aconteció otra cosa con los bárbaros vencedores del Imperio Romano. Los conquistadores fueron conquistados por aque- llos mismos que se doblegaron bajo el yugo; y, quizás sean buenos deseos de nuestro ferviente latinismo, pero no deses- peramos de la causa latina en América, á pesar de la reciente derrota de España. En el punto verdaderamente importante, en el de la iufluen- cia moral del espíritu que la Madre Patria, semejante en Amé- rica á Roma en el mundo antiguo, supo infundir á los pue^ bles de este Continente, la victoria no es aun del sajonismo. Bien puede España haber perdido sus últimos pedazos de tierra en esta parte del mundo que pobló con su sangre y cultivó con su genio. No por eso habrá sellado el acta de de- Unitivo divorcio de las naciones que son sus hijas. Su espíri- tu, esparcido desde , México hasta el Cabo de Hornos, con su lengua, con sus costumbres, con su religión, seguirá impe- rando á pesar de todas las victorias del sajonismo en el terre- no de los hechos. Todavía habrán de transcurrir muchos si- gilos sin que deje de ser la América Española una prolonga- ción de España del lado de acá, del Allánlico; ' innumerable- generaciones de hispano-americanos habrán de sucederse áns les de que la última deje do encaminar sus miradas y sus sentimientos hacia la noble tierra de donde vino á éste Con tinente la vida del alma, con las creencias, el idioma y las cos- tumbres, y algo de la vida étnica, con la sangre infundida como savia en el árbol de la población indígena. Una ley sociológica ineludible, una ley que no puede ser avolida por medio de batallas ganadas lo exije asi. Y esta ley, ley de he- rencia es tt.n imperiosa para España, obligándola á no iipar- tar su atención de la América que civilizó, como para las na ciones que de la colonización española proceden. Por lo que á España se refiere, la ley de herencia consiste en la herencia do ella misma; es decir, la misión de In Espa- ña actual y futura, coíílinuando la tarea que en América se impuso la España del tiempo- de Isabel la Católica. El pasado de las naciones, lo mismo que el de los individuos, les forma á las unas y á los otros, obedeciendo á la Iqy citada y siem- pre vista en la Historia, ciertos antecedentes peculiares, de los cuales no pueden prescindir en su vida subsecuente: porqna estos antecedentes, del género intelectual y moral, imprimen á sus respectivos caracteres un sello especial, una idiosincra- cia^ que les dá forma propia y viene á ser parte constitutiva de su existencia psicológica. España por su pasado, está ligada á América de tal manera, que aun contra la voluntad pasaje- ra de una ó dos generaciones de españoles, no podrá prescin- dir de sus efectos maternales hacia los pueblos hijos de su sangre y de su espíritu. Pero más evidente é imperiosa se manifiesta esta ley de herencia en los pueblos que España formó en el mundo des- cubierto por Colón. No obstante que el medió ambif^nte en que se han desarrollado les ha imprimido cierta diferencia del tipo genuino español, ó á pesar de que la diferencia existía ya desde el principio, debido á que esos pueblos no son productos puros de la familia ibérica, sino procedentes de la inserción de la savia de esta raza en árboles indígenas, como, en sociología, la raza no se determina por causas étrncas, ni ►físicas, sino poi' motivos psicológicos, es evidente que la he- rencia (|ue España les dejó, y que no es más que la identidad de sus aptitudes morales é inlelecluaics con la de los españo- les, les impone como una necesidad su unión estrecha, en el orden de los sentimientos y de las manifestaciones del espíri- tu, cotí la iMadre Patria. Asi como no pueden prescindir del idioma que España les legó, porque es la base de su vida in- telectual, tampoco podrán prescindir de aquellos sentimientos, que son el cimiento de su modo de ser moral. Para renunciar á ellos, necesitan dejar de ser lo que son, ó lo que es lo mis- mo, perder su vida nacional. En los pueblos hispanó-america- nos, la conservación del españolismo que heredaron es una necesidad de existencia. Si España se ve obligada por sus hijo3 de América, estos le están, por interés vital, á no rom- per los vínculos que los ligan con aquella. Puede decirse más todavía: para los hispano-americanos, la necesidad de conservar incólume la herencia españ )la que recibieron con el ser, es mas fuerte hoy que antes, hoy que el peligro del sajonismo triunfante se presenta mas amenaza* dor que nunca. Ahora es cuando deben los pueblos americanos que reconocen un origen latino fomentar y cultivar con más empeño los c^iracteres de diferenciación propia que constituyen su independencia nacional; y ya que España, vencida, no pue- de darles el apoyo de sus armas, que al menos busquen, en la conservación de las tradiciones ibéricas, el apoyo moral que fortalezca su ser genuino. No hay que desesperar, pues. En el libro del oual es pro' logo este humilde escrito, se verá como á pesar de los prodi* '^os de heroisidad dei tipo individual español, representado por la marina y el ejército de tierra, la España política rindió las armas, casi sin resistencia, por razón de conveniencia que no nos es dado valorizar. Pero perdamos cuidado los lati- no-americanos: todavía la partida no está ganada por el sajo- nismo, todavía pasarán siglos y más siglos, antes de que núes- 8 tro espíritu, nuestra lengua, nuestras costumbres y nuestra civilización, latinas todas ellas, sean arrastradas por la olea- da del Norte. España vencida en el campo de loa hechos, sigue siendo la dominadora de toas de las tres cuartas partes del Conti- nente Americano, en el terreno moral. FRANCISCO G. COSÜES, INTRODUCCIÓN. rdua y difícil nos parece la tarea de escribir la histo- ria de la guerra hispano-ataericana en estos momen- tos que humea en los campos de batalla la sangre de dos pueblos amigos; cuando la suerte ha sido adversa á la na- ción trádicionalmente noble y valiente, ligada á nuestra raza por el origen, llena de heroísmo aun en la adversidad, para la cual, hoy lo mismo que ayer, no tenemos mas que palabras de admiración y respeto; cuando los trartados de paz y la cesación de las hostilidades no bastan aun á extinguir por completo los bríos de los antagonistas; cuando aun llegan hasta nosotros los bélicos sones mezclados con los ayes desgarradores de las ma- dres, de las viudas y huérfanos, que lloran, maldiciendo el pa- so por la desolada tierra, de ese monstruo de las aberraciones humanas que se llama la guerra. Ante el sombrío cuadro que se desarrolla á nuestra vista en los campos de batalla, parecería mejor correr un velo obre «I luctuoso pasado y relegar al mas hondo olvido estos hechos in- faustos, extravíos de la humanidad, reiterados al presente, pa- ra baldón de la cultura moderna, con la misma insensatez con que acaecieron en los pueblos antiguos. Sin embargo, el cúmulo de versiones que llegaron hasta no- sotros durante el curso de la guerra, absurdas algunas, contra- dictorias muchas é inexactas las mas; las dificultades con que se tropieza para restablecer la verdad de los acontecimientos, apoyándose sólo en las noticias cablegráficas, única,fuente que hasta hoy las ha suministrado á la mayoría del público; y, fi- nalmente, el deseo de presentar un resumen ordenado y bre- ve de estos acontecimientos, con la mayor claridad y exacti* tud, útil para aquellas personas cuyas ocupaciones no les per- miten dedicarse á la lectura de una obra completa sobre la ma- teria, nos han decidido á afrontar las escabrosidades de seme- ID jante trabajo, en la confianza de que nue3tros esfuerzos no se- rán estériles. Por otra parte, creemos de nuestro deber dar á la pubiicidad los datos relativos á la pasada guerra, que hemos adquirido, con más razón aun, cuando muchos de ellos vienen á contra- decir las versiones generalmente admitidas sobre algunos he- chos importantes, versiones por lo tanto, falsas. En efecto, sea porque el origen de las noticias que vienen por el cable á nuestros periódicos, corresponde á uno de los paises beligerantes, que no puede ser imparcial en absoluto, como ya se comprende; bien sea por la imposibilidad material de obtener con exactitud la verdad de los hechos en el corto espacio de tiempo en que son recogidas, redactadas y trasmi- tidas estas noticias, lo cietto es que muchas de ellas han resul-> tado inexactas y algunas euteratnente falsas. Copiamos á continuación uno de los muchos cablegramas que podríamos citar en comprobación de nuestro aserto, publi- cado por la Prensa Asociada y trasmitido á todas las naciones donde tiene corresponsales: * 'Washington, Marzo 26 de 1898. — Datos obtenidos en el Mi- nisterio de la Guerra, sobre el número de hombres de guardia nacional de los Estados de la Unión con que cuenta el Go - bierno en la actualidad y que estarían listos para el servicio con cuatro horas de ' aviso ^ asciende á U7i millón doscientos mil hombres. El Ministro de Guerra tiene en su poder comunicaciones de los Gobernadores de los Estados y comandantes de las guar- dias nacionales, asegurando que con cuarenta y ocho horas de [g P ueden poner á disposición del Gobierno diez millones cien mílhombtes armados y equipados ^^X2i el caso de un conflicto/' Los sucesos posteriores han demostrado plenamente la fal-* sedad de este despacho, puesto que á pasar de los llamamien- tos de Mr. Me Kinley, no en cuarenta y ocho horas, sino en va- rias semanas, apenas fué posible levantar un ejército de . . . 125,000 hombres y gastando mucho más de cien millones de pesos. Si á la dificultad de obtener noticias exactas, se agrega el resultado de los esfuerzos de algunos periódicos españoles ó mexicanos que prohijan noticias de agencias no conocidas, que- damos sepultados en un caos de incertidumbre. Hacemos al presente un esfuerzo para no calificar la conduc- ta de semejantes periódicos. Además de las narraciones de varios testigos fidedignos, no hemos omitido aducir el mismo testimonio de los corresponsa- II les americanos de la Prensa Asociada, y aun insistimos en ci- tarlo repetidas veces, siempre que hallamos en él confesiones que tienden á favorecer la cauja de España, pues en tales ca- sos, lo creemos de una autoridad indiscutible, por razones que saltan á la vista; de la misma manera que si á los . periódicos españoles se les escapasen conceptos favorables á la conducta dé los Estados Uuidos, en el proceso de la guerra que acaba de terminar. No se hallarán en esta obra muchos juicios respecto de la guerra, pero sí una reunión de hechos tomados de fuentes ofi- ciales y, en una palabra,, todos los elementos necesarios para formarse una opinión concienzuda é im.parcial. En realidad no somos capaces de afirmar desde luego cua- les sean las consecuencias precisas que habráa de determinar en el porvenir los cambios operados por la guerra, ni mucho menos su influencia social y política en los destinos de amibas naciones. Nuestro programa se concreta á apuntar hechos, á examinar escrupulosamente el conjunto de circunstancias, de- jando á los sabios las deducciones. * * Ante la mirada del observador se presentan desde luego es- tos hechos: España poseía las Antillas que había conquistado hace cuatro siglos: eran colonias suyas. ¿Tenía el derecho de conservarlas? Nosotros no trataremos de discutir sobre el llamado derecho de conquista. Sin embargo, sea ó no un derecho, lo ejerce, así como los pueblos antiguos, actualmente Inglaterra en sus posesiones europeas de Gibraltar, Islas de Malta y Heligoland; en sus posesiones asiáticas de Hong-Kong, ladostan. Indochina, La- buan, é Islas de Ceylan, y Singapore; en sus posesiones de Áfri- ca, de Egipto, Colonia del Cabo, Puerto Natal, Guinea, Sene- gambia, Costa de Oro, Griqualand, Gambia y las Islas Sey- chelles, Mauricio, Oil Rivers, Sierra Leona, Malacca y Santa Elena; en América el Canadá, Nueva Escocia. Nueva Bruns- wick, Terranova, Belice, la Guayaua y las islas Bermudas, Lu- cayas. Jamaica, la Trinidad, Barbadas, Falkland, San Cristo bal, Santa Lucía, la Dominica, San Vicente, Tobago, la An- tigua, Bahamas, Vancouver, Granada, Leeward, Monserrat, Nevis, Príncipe Eduardo é Islas Turcas; y en sus posesiones de Oceanía: Nueva Gales del Sur, Tasmanía, Sur- Australia, Nueva Zelandia, Victoria y Queensland. . Ejerce igualmente este derecho de conservar sus posesiones Francia, en sus dominios de Argelia, Senegal, Guinea, Benin, Cote d'Avoir, Diego Suárez, Gabon, Congo, Madagascar, \ 12 Nossi Bee, Obock, Saltanat D' Aojouan, Tahitf, Islas de Reu- nión, Santa María y Mayotte, en África. En Indostan, Co* chiachina. Annam, y Tanquin, en Asia; la Guayana, las islas Guadalupe, Martinica, San Pe&ro y Miquelon, en América; las islas Marquesas y Nueva Caledonia en Ocianía. De la mis- ma manera que Holanda, Portugal, Alemania, Dinamarca, Suecia, Noruega y casi todas las naciones europeas. Así es que sin apreciar otros fundamentos, podemos asegu- raí: que España poseía sus colonias, con el mismo derecho que poseen las suyas Inglaterra, Francia, etc., etc., y por lo mis- mo, tenía de hecho que conservarlas. España juzga vulnerados sus derechos de soberanía sobre Cuba, por los Estados Unidos, desde que el centro de la Junta Revolucionaria Cabana se es- tablece en Nueva York, y la atención del Gobierno de España es atraida mas fuertemente desde que el envío de numerosas ei^pediciones filibusteras tiene lugar en la Unión Americana. Este país declina las responsabilidades asegurando constan- temente que^el Gobierno, á pesar de su vigilancia, no tiene co- nocimiento de tales expediciones. Algunas notas diplomáti- cas se cambian en este sentido, sin más resultado que la prose- cución de las ya dichas expediciones, y aun las colectas pú* blicas de fondos hechas en favor de la guerra de rebelión contra España. . Con los trastornos consiguientes á las revueltas, empiezan á sufrir los intereses de los extranjeros en Cuba; ellos se que- jan á sus respectivos gobiernos; se envían algunos buques pa- ra proteger á los nacionales quejosos, y entonces surge un de- plorable incidente, diabólico, diremos mejor, que vienen á ha- cer el papel de la chispa elétrica en un depósito de algodón pólvora. Nos referimos á la destrucción del buque de guerra ameri- cano « Mainel) ocurrida en la bahía de la Habana la noche del 15 de Febrero de 1898 y á la muerte de 266 marinos, causada por una explosión á bordo. Inútiles fueron las pesquisas de ambos gabiernos para des- cubrir la verdadera causa de la catástrofe: el pueblo de los Es- tados Unidos sigue en la creencia de que el «Maine» fué des- truido por algunos fanáticos partidarios de España; mientras los españoles afírmaü que la explosión obedeció á descuido 6 impericia de los encargados de manejar las maquinsrias ó á una pérfida estratagema de los cubanos para precipitar la gue- rra. En vano se nombraron comisiones de ambos países para in- vestigar el verdadero origen de la hecatombe. La comisión es- pañola, nombrada al efecto, resolvió que la causa de la des- trucción del buque, fué interior; la americana, nombrada por >3 el Gobierno de Washington, decidió que la causa fué exterior, esto es, que la explosión fué motivada por un agente extraño. Haciendo una digresión sobre este punto, nos permitimos recomendar Ta lectura de los documentos que en el lugar co- rrespondiente aparecen en la obra y los cuales darán materia para establecer una fundada opinión sobre las causas que de* terminaron esa sentida catástrofe Vienen en seguida algunos incidentes diplomáticos, que aunque de poca importancia intrínseca, son de gran significa- ción por su trascendencia y cuyo resultado final fué la declara* ción de la guerra entre España y ios Estados Unidos, justa* mente deplorada por todos los hombres sensatos de uno y otro país. ¿Cuál de las dos naciones representaba en esta lucha los fue- ros de la razón y de la justicia? Nosotros no lo hemos de decir. Decídanlo más bien eí con- junto de hechos que relatamos, las opinones.de los países qne permanecieron neutrales, y las de algunos pensadores eminen- tes contemporáneos, las cuales van insertas en nuestro libro. Es ardua y difícil, repetimos, nuestra tarea, pero á ella es- tamos alentados por el deseo de que nuestro humilde' trabajo eontribuya á la sublime enseñanza que á las naciones, lo mis- mo antiguas ¡ine modernas, ha proporcionado siempre la histo- ria propiamente dicha. Enrique Mendozay Vizcai?io. CÁTPITULO I. Origen de las diferencias entre España y los Estados Unidos. — Agentes america- nos en Ouba. — Demandas á España. — La Luisiana y la Florida. — Franbia juzga absurdas las reclamaciones americanas. — Primeros movimientos en favor de la insurrecci u — Expedicionei de Narciso López — Apoyo de los Esíidos^Unidoa á los filibusteros. I. C principio de las desavenencias entre España y los Estados Unidos puede decirse que data del año de 1800, cuando poco después de emancipada esta na- ción, empezó á hacer una activa propaganda en todas las colonias americanas para instigarlas á que sacudiesen el yu- go del dominio Español, A este fin se enviaron á los agentes americanos Pilke, I^wis y Craik á que recorrieran nuestro país, así como Cuba y Puer- to Rico, predicando las doctrinas de Jacobo Monroe(i)y toman- do á la vez una multitud de datos relativos á su riqueza, co- mercio, defensa de si^s puertos y elementos de guerra, los cuat- íes datos, sí se tiene en cuenta que á la sazón dirigía Estados Unidos reclamaciones contra el Intendente español en la I^ui- siana, por motivos que se verán en seguida, no podía disimu- larse que el móvil que guiaba á aquel gobierno á tomarlos, no era otro que el de estar prevenido para el caso de un conflicto, que desgraciadamente hemos tenido que presenciar al fin, si bien un siglo más tarde. España accedió á aquellas reclamaciones y tuvo que perder la Luisiana debido á una cabala del coloso aventurero Napo- león Bonaparte, á quien fué cedida por el débil Carlos IV, á cambio de un reino que jamás llegó á poseer España, el de Etruria. Vinieron en seguida otras demandas de los Estados Unidos, por el hecho de haber consentido España en sus puertos las (1) Nómbralo Ministro de Relacione 3 y más tarde Presidente de la República. i6 presas de guerra de los corsarios franceses, demandas de que pronto no fueron atendidas, pero tampoco se recliazaron con energía, siendo aplazada su resolución para más tarde* Entre tanto los Estados Unidos se apoderaron de Amalia y Movila con pretexto de retenerlas en depósito, mientras se contestaba á sus reclamaciones, aunque en definitiva no volvieron ya á poder del Gobierno de la corona. Eu'aquella época era tolerado en la Unión americana el con- trabando con las colonias españolas del continente, y todo el que quería rebelarse, encontraba en aquel país apoyo y pro tección decididos. Por el tratado de 1795 había concedido España á los Esta- dos Unidos un depósito por tres años, en Nueva Orleans, á ori- llas del Missisippí, para facilitarla salida del país de sus pro- ductos, y queriendo dar una muestra de benevolencia, que no fué sino de debilidad, consintió en admitirlo otros cinco años más, stn nuevo permiso. Pero como el Intendente de la Lui- siana notase que tal depósito era causa de los continuos con- trabandos de que hemos hablado, lo suprimió repentinamen- te, lo cual fué pretexto para las reclamaciones entabladas por los Estados Uuidos. España dando otra prueba de debilidad, restableció luego el depósito. En 1804 ^1 mismo Jacobo Monroe fué enviado á España co- mo representante de América, con facultades para arreglar las diferencias pendientes entre ambos paises, más habiendo exi- gido concesiones y franquicias imposibles, no se llegó á una solución satisfactoria y el enviado tuvo que regresar á su país sin haber terminado su misión. España solicitó entonces de Francia su opinión respecto á los puntos objeto de sus diferencias con los Estados Uuidos, y aquella nación por mediO'de su comisionado Mr. Tailleyland, declaró las demandas americanas como absurdas pretenciones destituidas de razón. Seguían propalándose con gran calor por toda la América las doctrinas de Monroe, cuyas tendencias en el fondo eran des- pertar las idieas de rebelión contra el Gobierno de la Península y hacer la independencia de todcs los dominios españoles. Sin duda inspirado eu ellas el Gobierno de Washington, pro- puso á España la cesión de la parte occidental de la Florida; más fué enérgicamente rechazada esta proposición, lo cual con- tribuyó á acabar de convertir á aquella República, en un cen- tro de maquinaciones hostiles al poder colonial, continuándose las misiones laborantes con más ahinco. A la vez que se había enviado á México al teniente ameri- cano Pike, se mandó al caraquense Miranda á Venezuela, uno y otro con expediciones que, si no iban en son de guerra, sí 17 llevaban como único punto de mira el insurreccionar estas co- lonias españolas, provistos de toda clase* de elementos para ha- cer una vigorosa propaganda, ayudados por los periódicos de la Unión. España tuvo conocimiento de semejantes trabajos, y sus efec- tos desastrosos para la Península se dejaron sentir desde luego. Con este motivo ordenó á su representante en Washington, gestionara diplomáticamente la conservación de las colonias, así como que se impidiese por todos los medios la organización ' y salida de expediciones. Él representante, que lo era Don Luis de Onis, trabajó empeñosamente en su delicado encargo, aun- que sin éxito alguno: las expediciones continuaron, como se ve- rá en seguida, y las intrigantes gestiones que el Gobierno ame- ricano hacía para apropiarse la Florida, dieron por fin el resul- tado, y el 17 de Julio de 1821 le fué entregado este hermoso territorio. II El primer movimiento formal en favor de la independencia de Cuba debió tener lugar el 17 de Agosto de 1823. Agentes norte y sud- americanos habían inmigrado á la Isla y trabajaban secretamente para atraer á sus doctrinas á todas las clases sociales. Eran en su mayoría partidarios de Bolívar, por lo cual aquel movimiento fué designado más tarde con el nombre de Conspi- ración de los Soles de Bolívar. Contaban con algunas armas y municiones y sobré todo con el apoyo moral de Norte América, que sea por la prensa ó por medio de sus agetrtes los excitaban seguir el ejemplo de los de- más reinos americanos ya emancipados en aquella techa. Esta conspiración fué descubierta casualmente por un escla- vo que era el prensista de la imprenta donde se hacían las ho- jas de propaganda. Este, sin calcular las consecuencias de su acción, extrajo furtivamente una prueba de la proclama y la llevó á mostrar á su prometida; la cual prueba, pasando por distintas manos, no tardó «n ir á dar á las del General Vives, actual gobernante de la Isla. Se descubrió que estaban de acuerdo en la conspiración más de setecientas personas; se les recogieron varios impresos, ar- mas, banderas, etc. y todos los promotores fueron puestos en prisión y castigados severamente. Según las declaraciones de los acusados, la conspiración tenía por objeto la independencia de Cuba. Con el escarmiento producido por los castigos del General Vives se calmó por entonces la excitación, y cesaron l<3s esfuer- zos para difundir la idea de rebelión durante algunos años, no i8 ocurriendo entre tanto sino ligeras tjentativas de muy poca im- portancia. No pasaba lo mismo en Estados Unidos, donde con franque- za se formaban juntas de simpatizadores con la insurrección y se contribuía públicamente para ayudar á aquella causa. En 1843 trajo no pocas dificultades y complicaciones al go- bierno de la Isla la difusión de las doctrinas abolicionistas de la esclavitud, que contaban muchos prosélites entre los mismos cubanos. Tres años más tarde se propuso desembozadamente la idea de anexión de Cuba á los Estados Unidos, cuando en 1846 eí senador Mr. Yule, de la Florida, propuso á la Cámara la com- pra de la Isla. Tan arraigada estaba en la opinión pública la idea de anexión, que fué preciso que los periódicos de Cuba desvaneciesen las falsedades publicadas por la prensa america- na al afirmar que las negociaciones en este sentido, prospera- ban en España. En aquella época el ex-general español Don Narciso López, acérrimo enemigo de los intereses coloniales y fiel ejecutor de sus propias ambiciones, había emprendido, de acuerdo con al- gunas sociedades secretas cubanas y americanas, extensos tra- bajos en favor de la insurrección. En 1848, siendo Gobernante de Cuba el Conde Alcoy, obser- vó que en poco tiempo desembarcaron una multitud de indivi- duos sospechosos, que no eran otros que los emisarios norte- americanos é ingleses que llevaban el encargo d« sublevar los habitantes de Cuba y proclamar la anexión á los Estados Unidos. Se había puesto á la cabeza de los alborotadores el expresa- do Narciso López que intentó con mal éxito un levantamiento en Trinidad y Cienfuegos; fué descubierto por Alcoy con mu- cha oportunidad y sofocado completamente. Huyó López al extranjero para continuar en su empresa, ayudado por la propaganda que hacían los apóstoles america- nos y por las sociedades secretas de que hemos hablado. Trató de organizar una nueva expedición en la isla del Gato (Cat island) del grupo de las Bahamas, hoy propiedad de In- glaterra, donde varios aventureros americanos y descontentos españoles ¿e reunieron para invadir á Cuba, de acuerdo con el partido exaltado de la Isla. Pero no fué tampoco llevada á efecto esta expedición. Los agentes del Conde Alcoy tuvieron noticias oportunas de los prepararivos, y mediante enérgicas protestas al Gobierno americano se consiguió que fuera disuelta la reunión y aun, que ofreciera el mismo Gobierno impedir la formación y salida de nuevas expediciones, del territorio. 19 Sin embargo de estas promesas, poco creídas, se pidió á Bs- pafía el aumento del ejército de la Isla y algunos vapores más, para resguardar las costas, temiendo que el Gobierno de Cuba fueraánedcsitar muy pronto de estos refuerzos, como así sucedió. III López á su vez recibía fondos de los patriotas cubanos y or- ganizaba una segunda expedición en 1849, que había de man- dar él en persona. Recinto al afecto sus partidarios entre la gente de peores costumbres de los Estados Unidos y los etivió á que le esperasen en la isla Redonda, ique debía ser el punto de partida. El Gobierno americano, ante las enérgicas protestas de Es- paña, y no pudiendo pasar desapercibida aquella expedición, compuesta en su mayor parte de corsarios y piratas, la mandó disolver. No desalentado López y queriendo evitar á toda costa la des- moralización de sus prosélitos, logró colocar un empréstito en los Estados Unidos de dos millones de pesos al 88 por ciento^ garantizado con la propiedad de^Cuba, é hizo renacer el entu- siasmo entre aquellos aventureros, dándoles luego algunas pa- gas da marcha. Les recogió en seguida juramento 'de cumplir su palabra y les proveyó de cartas de naturaleza americana, cualquiera que fuese su nacionalidad, como una salvaguardia para el caso de caer en manos de los españoles. Con objeto de aumentar López el número de sus adeptos se valió del ardid de hacer creer al público que la expedición se dirigía á los placeres de oro de California, con lo cual pudo llegar hasta unos seiscientos diez nombres el número de en* ganchados. Atravezó la expedición el seno mexicano y tras una breve estancia en Cabo Catoche, Yucatán emprendió, el camino de Cuba, haciéndose á la vela los días 15 y 16 de Mayo de 1850. El vapor español «Pizarro» tenía órdenes del Capitán Gene- ral de Cuba de salir al encuentro de la expedición, de la cual ya se tenía noticias. Así lo verificó y él túismo día pudo apre- sar en Contoy á una barca y un bergantín-goleta con la co- rrespondencia, y algunos expedicionarios armados. La mayor parte de ellos no pudo ser capturada porque había. salido de Yucatán un día antes, en el vapor «Creóle» donde iban López y quinientos de los suyos, que desembarcaron en Cárdenas, des- pués de varias tentativas, el 19 de Mayo. El Gobernador D. Francisco Cerruti se pu^b inmediatamente á la cabeza de die- cisiete hombres, única fuerza de que por el momento pudo dis- . 20 poner y tras una corta refriega fué hecho prisionero. Los inva- sores se apoderaron de los fondos de la aduana y cometieron depredaciones en la ciudad. En la tarde fué atacado López por otra pequeña fuerza espa- ñola que había llegado á Cárdenas con objeto de auxiliar á Cerruti, y la cual fué también vencida, por su pequeño núme- ro. No obstante, se reembarcó violentamente I^ópez rumbo á Cayo Hueso, por haber notado pocas simpatías del vecindario hacia su causa. Los Cónsules españoles en Estados Unidos informaron en- tonces al Gobierno de la Isla que, según los datos recogidos, se sabía que si la expedición de López hubiese sido secundada por los habitantes de Cuba, habrían salido de Nueva York, Boston, Nueva Orleans y otros puertos, cerca de diez mil hom- bres á apoyar la revolución, tan luego como se hubiera recibi- do esta nueva. Las protestas y quejas que se dirigieron al Gobierno de la Unión por parte del de España con ese motivo, fueron tales y tan justificadas, que se logró por el cónsul de Nueva Orleans que López fuese detenido y procesado. Mas como de las averi- guaciones practicadas en la institución de ese proceso, resultó que en la expedición de López estaban complicados muchos altos funcionarios americanos, tuvo que sobreseerse la causa, no sin el escándalo consiguiente. Este resultado estimuló á López, como era natural, á la con- tinuación de sus empresas. Por aquei tiempo permanecía abierto en Texas un público alistamiento para Cuba. Figuraba como director de aquel cen- ,tro revolucionario Mr, Walker, el mismo Gobernador del Es- tado; con el pretexto de invadir á Haiti se hacían en realidad los preparativos para una nueva expedición á la gran Antilla. En uno de los vapores que hacían la travesía de Nueva York á Chagres navegaba á principios de Diciembre del misno año (1850) el ya famoso Garibaldi, á quien se propuso de parte de la Junta americana el mando de la proyectada expedición ; más él se excusó por estar aun pendiente, según dijo, de los suce- sos de su país. Al llegar el año de 51 no había sido posible á los empresa- rios obtener dinero para la realización de sus proyectos. Poco después, que en parte fué vencido este obstáculo, no pudo supe- rarse el que presentaba la actitud resuelta del Gobierno de Was- (1) £a los periódicos de Nueva Orleans aparecieron en ese año las listas de les perón ajes de los Estados Unidos que estaban ccmplicados en los projectoa anxionistas de López. Entre ellos Mr. Quittman Gobernador déla Luisiana. Lo afirma asi el historiador Justo Zaragoza en su obra "Las insurrecciones em Cuba.» 21 hington, que por entonces amenazó á los filibusteros con privar- los de sus derechos de ciudadanos americanos, siendo este el motivo para que los invasores escogieran como punto de reu- nión y partida, las costas de Yucatán. Esta vez el ministro me- xicano D Mariano Yafiez, cumpliendo las promesas de impar- cialidad de su gobierno á España, impidió que se llevase á tér- mino la expedición. Esta serie de dificultades hizo que fueran suspendidas las tentativas de invadir á Cuba, por entonces. IV • Los trabajos de los anexionistas no cesaban empero. Valién- dose de los operarios americanos que trabajaban en los campos, hacían grandes esfuerzos por difundir el espíritu de inr'urrec* ción. Desde Abril de 185 1 el Capitán General, que lo era D. José de la Concha, logró interceptar una correspondencia en la cual halló el hilo de una verdadera conspiración. En ella se desig- naban como promotores de un cercano levantamisnto á D. Joa- quín Agüero y Agüero, á Quesadas, Betancourt, y Recios; su- po también por los expresados documentos que los puntos se- ñalados para la sublevación eran Nuevitas, Trinidad y Puerto Príncipe. Con estos datos ordenó Concha la prisión inmediata de los complicados, llevándose á efecto á fines del mismo nies, con excepción de la de Agüero^ señalado como jefe del levanta- miento. Este al saber la prisión de sus compañeros trató de ocultarse al principio, pero más tarde resolvió lanzarse solo á la revolución, y al efecto, reunió todos sus soldados que llega- ban al número de 43. . Eran estos en su mayoría jóvenes cubanos pertenecientes á distinguidas familias, llenos de bríos y fanáticos por su causa. El 8 de Julio, después de haber pernoctado en Sabanilla del Pontón, lugar distante á cuatro leguas de las Tunas^ entraron á esta población á las dos de la mañana. Debido á la obscuridad, á la falta de disciplina y á que habían penetrado por distintos rumbos, ya en las calles de la población se tomaron unos á otros por enemigos y rompieron el fuego entre sí. Huyeron en seguida al campó abandonando algunos heridos, que hicie- ron recojer los vecinos. Este lamentable error hi¿o que la fuerza se redujese á vein- tisiete individuos los cuales se* replegaron á los bosques para rehacerse. A fines del mismo mes, como salieron de su escondite, fue- ron perseguidos y cercados por el Capitán español Conus, has- 22 ta obligar á reudirse á los jefes Castellanos, Zayas, Benavides y más tarde á Agüero y á D. Tomás Betancourt. ■ Fueron conducidos á Pusrto Príncipe, y se les sometió á un Consejo de Guerra el cual los sentenció á pena capital. A úl- tima hora sólo fueron ejecutados Agüero , Betancourt, Zayas y Benavides; los demás alcanzaron indulto. Escucharon con gran serenidad su sentencia de muerte. Agüero invitó á sus guardianes á tomar un refresco, y brindó por que terminaran las diferencias entre americanos, españoles y cubanos. Zayas antes de recibir la descarga gritó con fuerza: «Viva Cuba libre.» Los demás comprometidos en este tevantamiento sufrieron la misma pena en otros lugares de la Isla. Poco inñuían seguramente estos sucesos en el ánimo de Ló- pez y los suyos, que continuaban los aprestos de una expedi- ción. Esta la bizo preceder el mismo López de las noticias más absurdas, favorables á su causa y publicadas en los periódicos anexionistas .americanos; las cuales repercutiendo en la Isla, volvieron á López tan abultadas y desconocidas, que ellas fue- ron la causa que determinó el epílogo de su azarosa vida y la captura eompieta de aquella desgraciada expedición, según vamos á leferirlo. El examen de la correspondencia volvió á darle á Concha el resultado que buscaba. Por este medio se puso al tanto de los preparativos para la expedición. Se hizo ésta á la vela en los primeros días de Agosto. Eran cuatrocientos cincuenta hombres y llevaban consigo gran can- tidad de municiones de boca y de guerra. . Según los rumores que se habían hecho circular, se sabía que el sentimiento de rebelión era general en la Isla, que la Haba- na se había levantado en armas y estaba en poder de losinsu* rrectos. Tales noticias eran creídas con fe ciega por López. Dicho esto, no parecerá extraño que el día ii fueran avista- dos por el vigía del Morro dos vapores que eran tos de la expe- dición de López, que intentaba desembarcar en la Habana. Mas como no viese en la costa ningún indicio de que la ciudad estuviera en ppder de los rebeldes, tuvo que dirigirse al Morri- llo de Manimaní, punto cercano á Bahía Honda. Tan luego como se supo en la Habana, salió el Pizarro en persecución de López, quien al saltar á tierra pudo notar su error, al ver que era recibido fríamente por los habitantes de la isla; algunos campesinos hicieron fuego sobre sus soldados y al internarse en la costa, hallaba las villas desiertas. Mientras 150 individuos verificaban el desembarque, López con' los 300 restantes había ocupado Las PozaSy donde fueron atacados inopinadamente por el General Ena, á quien se unió 23 después el Coronel Morales, disponiendo entre arabos de una fuerza de cerca de 2000 hombres, ciento cincuenta caballos y cuatro piezas de artillería. Hicieron abandonar sus posisiones al enemigo, que huyó al campo. El día 17 fueron sorprendidos en el Cafetal Rosales y tuvie- ron una acción muy reñida en la cuai quedó fuera de combate el General Ena. Después de otros encuentros habidos en Aguacate, San Cris" tóbal y el Rosario, fueron los insurrectos perdiendo terreno y cayendo prisioneros en manos de sus perseguidores, hasta que al fin el 24 de Agosto, en un lugar del camino de Santa Cruz de los Pinos á Pinar del Río, fué capturado López con siete de los suyos que le acompañaban, por medio de una emboscada que prepararon los cabos de ronda españoles Zea y Castañeda, y se les trasladó á la prisión del castillo del Morro. Fueron sentenciados á Isr última pena y ejecutados el 19 de Septiembre de 185 1, así como cincuenta filibuteros americanos más, frente al castillo de Atares. Castañeda el aprensor de López fué alevosamente asesinado tres años más tarde por los partidarios de éste, (i) La ejecución de filibusteros americanos iraj o algunas dificul- tades al Gobierno de España en sus relaciones con el da los Es- tados Unidos. Estas llegaron á tal grado de tirantez, que el Cón- sul en Nueva Orleans tuvo que abandonar su puesto y aun fueron enviados algunos buques de guerra americanos para apo- yar las demandas de una explicación por el hecho referido. No obstante, la claridad con que aparecía la justicia por parte de España hizo á aquella nación deponer su actitud y al -año si- guiente volvió el Cónsul español á Nueva Orleans y los buques de guerra fueron retirados. El año de 1852 fué notable por la actividad en los trabajos de la Sociedad secreta La Estrella Solitaria. Estendía sus ra* mificaciones desde Nueva Orleans, donde estaba su matriz, á cerca de cuarenta ciudades americanas. Sus socios se obligaban á coadyuvar personal y moralmente á que todos los pueblos de la tierra gozasen de libertad. Contribuían cada mes con una cantidad la cual Se invertía en armas, víveres, etc., para los in- surrectos. El Capitán General D. Juan de la Pezuela, encargado en- tonces del gobierno de la Isla, ejercía una escrupulosa vigi- lancia. Hizo varias apreheuciones de agentes extranjeros insu- (1) Hallándose Castañeda ea'el café de "Marte y Belon*' en la Habana, la tar- de del 12 de Octubre do 1154, fué muerto por un disparo que, á través dé la TÍdriera de una ventasa, recibió en el cráneo, dejándolo mueito en el acto. «4 rrecdonistas y aun de mujeres que se ocupaban en fabricar car- tuchos para los rifles que se esperaban de los Estados Unidos. Estas aprehenciones dieron por resultado el descubrimiento de otra conspiración llamada de Pozos Dulces, atribuida al Con- de de este nombre, cuñado de López, El 23 de Febrero del año siguiente fueron sentenciadps diez personas acusadas de ser los promotores de la conspiración. De éstas fueron ejecutadas D. Francisco Valdéz, D. Eduardo del Cristo, D. Manuel Hernández Perdomo y D. Juan Alvarez. Los demás estaban prófugos. El conde de Pozos Dulces fué de- portado á la Península. Siendo entonces Presidente de los Estados Unidos Mr. Pier- ce, le fué dirijida una petición por los anexionistas en la que reclamaban su apoyo para apoderarse de Cuba. Es de notarse que tal petición estuviera secundada por algunos senadores americanos. A principios del año de 1854 surgió un incidente que volvió á poner en peligro la armonía entre las relaciones diplomáticas de España y Estados Unidos. Este incidente fué el del vapor americano «Black Warrior.» Cedamos la palabra á un escritor contemporáneo que lo re- fiere de esta manera: <íEl 28 de Febrero de 1854 fondeó en la bahía de la Habana el vapor americano Black Barriof, mandado por el capitán Bullock quien al recibir las instrucciones escritas para ajustar sus maniobras en el puerto, así como se practicaba en todos los puertos españoles, se negó á enterarse del documento, sin de- volver por consiguiente el duplicado cual se le exigía, con la firma de quedar impuesto de cuanto en la instrucción se deter- minaba; así como se negó á presentar el manifiesto de la carga del buque y á manifestar si iba ó no de tráncito, diciendo sólo que estaba en lastre. Excitados con tal proceder la curiosidad y el amor propio de los empleados fiscales y comunicando el he- cho por el resguardo á la aduana, ordenó el administrador de ésta, D. Mariano Adriansens, en vista de la resistencia de 6u- llok, que se verificase la visita de fondeo, y apercibido en el ínterin el capitán del vapor, pidió^ algunas horas después de fondear, permiso para salir del puerto. Pero las órdenes de la Hacienda siguieron adelante, y verificado el reconocimiento ó visita de fondeo, resultó que estaba el buque cargado de pacas de algodón y no de armas como se había corrido la voz. En vista detesto y con arreglo á la instrucción de aduanas, se le hizo presente al consignatario la multa en que el capitán había incurrido y se le propuso, para evitar conflictos, que adicionara á la relación de rancho la carga del buque, á lo que contestó «5 descortesmente aquél, entablando protestas con verdadero ca- rácter de amenazas » (cHe dicho que el capitán del Black Warrtor había pedido permiso para salir del puerto, á lo que se le contestó que pro- cediendo con arreglo á la ley la descarga del buque, se le haría la gracia de permitirle seguir su viaje, siempre que prestara la correspondiente fianza; el Consignatario Tyng se negó y el ca« pitan Bullock abandonó el buque al ver á lo que se le obligaba, no queriendo presenciar la descarga ni él ni el cónsul de los Qs« tados Unidos, resuelta por los funcionarios de Hacienda vein* tiséis horas después del fondeo, en lugar de esperar á las cua- renta y ocho prescritas en la citada instrucción de aduanas.» Bstos son los hechos, motivo después de complicaciones irsh ternacionales, que llegaron á tomar un carácter grave. Bl Presidente de los astados Unidos Mr. Pierce, en su men- saje de 1854, llanió á la cuestión deh Wartior un casus belli. Bspaña con su reconocida falta de energía en sus gobernan- tes, admitió pagar la indemnización exijida por el dueño ó ar* mador del buque y que ascendió á $ 53,000. CAPITULO II •*^^>- Guerra separatista americana. — Causas de esta guerra é influjo sobre la insurrec- ción de las Antillas españolas. — Santo Domingo y Puerto Rico. — Grito de Yara. — Coincidencia con los sucesos ravolucionarios de la Península. — Caudillos cubanos insurrectos. |a. guerra intestina que asoló en los años siguientes á la gran Repú.blica, influyó de una manera especial en ]| la insurrección de Santo Domingo, Puerto Rico y Cu- ba, porque se quiso tomar como causa de ella la abo- lición de la esclavitud, tan debatida ya por entonces en aque- llas islas, cuyos habitantes eran muchos esclavos. No fué esta en realidad la causa eficiente de la guerra de se- cesión. Se había venido creando una división profunda entre los habitantes de los Estados del Sur de la Unión y los del Nor- te, nacida de la diversidad de razas, de carácter, ocupaciones, etc. Bran aquellos en su mayoría ricos agricultores que por los abundantes frutos que les prodigaban sus campos, vivían con gran desahogo, con opulencia si se quiere; guardaban una po- sición comercial preponderante sobre los del Norte y muy su- perior á la de éstos, que eran industriales y comerciantes casi todos. Además, los unos eran de origen latino y franco-latino, en tanto que los otros eran sajones y a liglo -sajones. La religión de éstos era la protestante, los del Mediodía eran católicos. La diferencia de origen, la índole, de aspiraciones y de reli- gión hizo pues robustecer cada día aquel inveterado antago- nismo, hasta que el incidente de la abolición de la esclavitud, lo transformó en odio mortal, surgiendo entonces la guerra. Para óontrartest&r el dominio d^ los surianos acogieron con gran empeñó sus competidores del Norte el proyecto de abolir la esclavitud, que á la V^ez que les atraería el aplauso del mun- do civilizado, conquistándoles el título de filántropos, era en realidad un rudo golpe á su poderío, porque millares de los 28 trabajadores del Sur eran esclavos, quienes por stt actitud para las faenas agrícolas y por lo exiguo de los salarios con que se les retribuía, formaban el elemedto principal de la riqueza de aquellas comarcas. Inicióse una activa lucha por los habitantes de los Estados septentrionales contra la esclavitud. Se enviaron agentes ex- pensados por ellos á los campos del Sur con la misión de suble- var y libertar á los esclavos, (i) originándose no pocos desór- denes. Llegaron las elecciones de 1860 y en ellas designaron sus res- pectivas candidaturas los partidos republicano y demócrata: éste á Douglas y Jhonson para la presidencia y vice- presiden- cia de la República y aquel á Breackinridge y I^ane, para los mismos cargos, respectivamente. Pero ni unas ni otras preva- lecieron porque un tercer partido medio, llamado de la Unión constitucional que propuso á Mr. Bell, les disputó el triunfo, sin obtenerlo tampoco: éste fué en favor de Abraham Lincoln, candidato de los republicanos de Chicago, que tuvo una ma- yoría de 1.866, 157 votos, contra 1.375, ^57 ^^^ favorecieron á Douglas. Derrotados los demócratas del Sur con la elección de Lin- coln, á quien se conocía en todo el país como furibundo aboli- cionista, no trataron ya de ocultar su hostilidad al resto de aquella nación y quisieron llevarla luego á las vías de hecho, cumpliendo sus at^tiguos deseos de emanciparse. La Carolina del Sur fué el primer Estado que enarboló el estandarte de la rebelión, proclamando su independencia el 20 de Diciembre de aquel año. Le siguieron los Estados de Geor- gia, Alabama, Missisippi, Florida, Texas y Luisiana. Kl resto de la República trató de impedir se llevase á cabo la escisión. Es notable que esta vez no se inspirase la nación ame- ricana en el mismo criterio con que intervino en nuestra cues- tión de-Texas, ni en la de Cuba, últimamente pues en lugar de concederles la libertad que reclamaban estos Estados, empren- dió contra ellos una sangrienta lucha para. Subyugarlos. Tal fué el principio de aquella guerra formidable que asoló á ese país durante cuatro años, siendo á la postre derrotados y sometidos los surianos. El objeto de este libro y sus dimensiones nos impiden seguir paso á paso la relación de aquellos hechos sangrientos á cuyo epílogo precedió el asesinato del mismo Lincoln por el actor C. Wilkes Botth, la noche del 15 de Abril de 1865, mientras ce- lebraba los triunfos de las armas federales en el teatro Pord. (1) Uno de estos agentes, acumdo de sedición» fué juzgado el 2 de DiciembrS de 1859 y ahorcado en Charlestou por sentencia de la Corte del Estado de Tír- glnia, apiobada por el gobernador Mr. Wise. 29. Los Estados del Sur, según hemos dicho estaban poblados por descendientes de la raza latina, con identidad de intereses y costumbres á los pueblos latino-americaaos del continente. La derrota de los Qonfederados significó el exterminio de la pri- mitiva raza colonizadora; la supresión del elemento hispano la- tino en la conformación política de aquella República. O en otros términos, se dio un paso más hacia el cumplimiento de ese vie- jo fenómeno observado en la historia, lo mismo en los países ci- vilizados que salvajes; las razas septentrionales irrupcionan 6 invaden de tiempo en tiempo el resto del mundo y lo dominan. II Efectiva fué la influencia de la guerra norte-americana so- bre las Antillas españolas. El año de 1863 estalló la insurrección en Santo Domingo, en la parte de la Isla reconquistada cuatro años antes por España; Un año más tarde se había extendido* la guerra á todas las provincias, siendo imposible por entonces para el gobierno peninsular sofocarla debido á la situación anormal porque atravesaba. * j En Enero de 1865 el Capitán General del ejército D. Ramón María Narvaez presentó á las Cortes el proyecto de abandonar la Isla (sin ruborizarse, dice con intención un historiador ibe- ro) que fué aprobado y sancionado el 10 de Mayo de aquel año. Don Francisco Serrano, antecesor del entonces Capitán Ge- neral de la Isla de Cuba, D. Domingo Dulce, se declaró en Es- paña partidario de las reformas antillanas. Tomó dos veces la palabra en el Senado con objeto de defender los intereses cuba* nos. Esto contribuyó á alentar al partido descontento, que tra- bajaba por la insurrección. Dulce empleó en Cuba una política tolerante y conciliadora á la cual es atribuido el desarrollo de las conspiraciones. Enca- reció en ese año al ministro D. Leopoldo O'Donell la ingente necesidad de que se plantearan cuanto antes las reformas pedi- das por los nativos; la cual demanda dio por resultado que el 25 de Noviembre autorizara el Gobierno al expresado ministro, pa* ra abrir una información sobre las bases en que deberían fun- darse leyes especiales para el gobierno de Cuba y Puerto Ricos constituyendo una junta, compuesta de personas nombradas por el gobierno y veintidós .diputados, dieciséis cubanos y seis portorriqueños, elegidos por los habitantes de cada isla. Estas reformas, que se pretende sólo hayan sido un pretexto de los deseosos de la independencia, para conseguirla después, no se llegaron á implantar como se verá adelante. 30 Bl haber entallado en Enero dé 1866 la sedición militar en- cabezada en la Península por-el General Prim, ofreció una co- yuntura á los libertadores cubanos, que, en combinación con los norteamericanos, no quisieron despreciarla. £1 Marqués de Lema, embajador español en París, comunicaba á su gobierno en 31 de Mayo, que tenía noticias fidedignas de existir públicos trabajos en los Estados Unidos para apoderarse de Cuba. Verificada la elección de los comisionados de las Antillas pa- ra discutir las reformas, quedó derrotado el bando conservador, y el triunfo, á favor de los reformistas, que pretendian la auto- nomía de la Isla con exclusión de los peninsulares en los car- gos públicos. Su triunfo precipitó el relevo de D. Domingo Dalce, siendo sucedido por el general D. Francisco Lersundi, quien siguió una conducta contraria á la de su predecesor. Combatió acre- mente á los reformistas, mandó clausurar sus clubs ó comités, que antes habían celebrado libremente y ordenó la prisión de todos los simpatizadores, señalados como* vagos ó viciosos y de- portó á ciento sesenta y seis de ellos á la Isla de Fernando Poo, donde fueron reelegados. Una pasajera animación aleotó en su obra los descontentos de españa al saberse los sucesos ocurridos en Madrid el 22 de Junio; para volver á abatirse con la nueva del fracaso de la re- volución y de haber sido deportado el general Prim, su pro- motor. Los Estados Unidos ejercen una vez más su perniciosa in- fluencia en la propagación de la idea de independencia de Cu- ba, con motivo de los escandalosos sucesos ocurridos en Nueva Orleans recientemente. En aquella ocasión decía el Ministro de las Colonias el repre- sentante español en Wí^shington, que «fsi en otro tiempo el ele- mento filibustero de los americanos era lo principal y la cons- piración interior de la Isla lo accesorio, esta vez sucedía esen- cialmente lo contrario, pudiendp asegurar que en Cuba existía ya el foco principai de una revolución que tenía enface con los sucesos de la pasada guerra americana; y ante la cual los tra- bajos de los continentales eran secundarios.» Leisundi fué poco tiempo después sucedido en el mando de Cuba por D. Joaquín del Manzano, y entonces precisamente se reunió en España la junta de información á la cual coucurrían españoles, cubanos y portorriqueños. Al principiar sus sesiones quiso oir la opinión de algunos funcionarios de los que habían estado en Cuba, como el duque de la Torre y D. Domingo Dul- ce. Este último dio su opinión en favor de las reformas, optan- do por la abolición inmediata de la esclavitud. 3Í Trabajó la junta seis meses, y regresaron los ^comisionados á las Antillas sin haber obtenido uti resultado práctico quede* jara satisfechos á los partidos conservador y reformista. III En 1866 Fe intentó por Goicouríay el general Quesadas ha- cer estaliar la guerra en las Antillas, principiando por Puerto Rico; no pasó este intento de haber expedido algunas procla- mas y de activar la circulación del papel moneda de Cuba. El 7 de Junio del año siguieiite promovieron los descontentos una sedición militar que fracasó y fué motivo de la expulsión de muchos complicados en ella. El ID de Septiembre publicó el comité revolucionario de llue- va York una proclaca fechada en Cuba el i6 de Julio, que ter- minaba con estas Palabras: «Viva Cuba libre. Viva Puerto Ri- co libre y muera España para siempre en América.» Los jefes revolucionarios de Puerto Rico señalaron los días de la fiesta de San Juan en 1867 para dar el grito de rebelión, pero tuvieron que aplazarlo por haber sobrevenido contrarieda- des, no siendo la menor los fuertes terremotos que hubo en la Isla y que amedrentaron á los conspiradores. Por fin pudieron reunirse en San Thomas, más tarde, los días 9, II y 16 de Diciembre, con los vocales por Cuba de la junta de Nueva York. D. Manuel Macías propuso dar principio á la revolución en Puerto Rico, antes que á la de Cuba, y D. Do- mingo Goicouría ofreció un cargamento de armas que iba á re- cibir de los Estados Unidos. Según comunicaciones que se le- yeron, D. Miguel Aldana y Morales Lemus debían dar el grito to en Cuba en Septiembre ó en los primeros días de Octubre próximos. Debido á la complacencia de las autoridades se propalaba en público la causa de la libertad. £n las reuniones, en los cafés, en los clubs y periódicos se hacía ostentación de los proyectos, se discutían los planes y hasta se celebraban los triunfos, que tenían por seguros los conspiradores. En Lares, el Bartolo, Mirasol y Pezuela (Puerto Rico) no se daban punto de descanso en los preparativos y con pretexto de las fiestas de San Juan, solemnizaban el principio de la revolu- ción por la independencia. Cinco días después de haber dado en Cádiz por el general Topete el grito de rebelión, ó sea el 18 de Septiembre, tuvo principio el movimiento separatista en el pequeño pueblo de Lares, anticipándose al señalado que fué ei 29 por haber sido descubiertos. 32 Reunidos los revolucionarios en el cafetal del americano Mr. Brugman, en el Barrio de Parnias, jurisdicción de Mayagiiez, al frente de 250 hombres marcharon al de D. Manuel Rojas, cometiendo en el camino actos desordenados. Allí se levantó una bandera roja con esta inscripción: «Muerte ó Libertad. Vi- va Puerto Rico,» y se dirigieron á Lares posesionándose del gobierno y casa del Ayuntamiento, nombrando autoridades á sus adeptos y aprisionando á muchos españoles. Como presidente de aquel improvisado gobierno se nombró á un D. Francisco Ramírez, comerciantemulato. A continuación se expidieron los manifiestos. Al siguiente día 24 se dirigieron los insurgentes, que llega- ron ya á 7uo, al inmediato pueblo, de Pepino con objeto de to- marlo y establecer otro gobierno, pero bastó una pequeña re- sistencia que encontraron en sus habitantes para desmoralizar- los y hacer que huyeran á los bosques. Al recibirse esta noti- cia en Lares hicieron otro tanto los sublevados, abandonando la plaza. Mas tarde fueron capturados en su mayoría y otros se pre- sentaron voluntariamente acogiéndose al decreto de la amnis- tía concedida por el gobierno peninsular. £n España tenía lugar á la sazón el alzamiento en Cádiz acaudillado por Prim y Topete, al cual, así como los sucesos posteriores ocurridos en aquellos días, se debe el advenimiento al poder del partido en cuyas manos estaba el Gobierno penin- sular al sobrevenirla guerra cuya narración es el objeto de es- te libro, el mismo partido de quien tan amargamente se queja ahora aquel país. A D. Práxedes Mateo Sagasta le vemos figurar entonces al frente por primera vez, del gobierno de Sevilla, por encargo de la junta de aquella provincia; mas tarde pone en sus manos la cartera de gobernación su correligionario Prim, después de eliminado el ministerio González Bravo. Aquel partido que el pueblo español elevara triunfante en sus hombros, librada apenas la batalla de Alcolea — simulacro, más bien, de resistencia de parte del Gobierno — llevando consigo to- das las simpatías, representando las aspiraciones legítimas; aquel que destrozó la última rama de los Borbones y la relegó al olvido en el palacio de Pau, morada de Bnrique IV en otro tiempo, es ahora víctima de la más acre censura, escarnecido, insultado, increpado sin miramiento alguno, llevando en sus hombros la inmensa responsabilidad del desastre reciente. Grande es por cierto el descontento del pueblo español para con su actual gobierno, tan grande, que quizas no haya es< crito todavía la última página de este libro, cuando los nombres de sus Secretarios pasen á la historia. 33 Coincidieron con el movimiento de la Península las revolu- ciones de Puerto Rico y la de Cuba. Los gobiernos de una y otra isla no tuvieron noticia de los sucesos de Septiembre ocu- rridos en España, sino hasta el día 7 de Octubre, mientras que los revolucionarios lo supieron casi inmediatamente por sus corresponsales de Bstados Unidos, y gracias á la organización mazónica que tenía impuesta por los propagandistas america- nos: así es que pudieron hacer sus preparativos sin ser moles* tados por la autoridad. Había logias que trabajaban incesan* 8 mente en Puerto Príncipe, Tunas, Manzanillo, Bayamo y olguín, ' El dí^ 9 de Octubre que se constituía en Madrid el gobierno provisional, se reunieron en el ingenio del Rosario (Cuba) Céspedes, Aguilera, Marcano, Izaguirre, Peral y los García, El jefe bayamés Licenciado Carlos Manuel Céspedes, que en- cabezaba el pronunciamiento, supo que se habfa dado orden de aprehenderlos, por lo cual aceleró la ejecución de sus planes, reuniendo á sus principales caudillos de la insurrección en su residencia el ingenio de la Demajagua, donde juraron vengar los agravios á la patria y luchar hasta triunfar ó morir. Los iniciadores de la súblebación. en numero de treinta y siete, (i) se dirigieron al pueblo de Yara. Era su propósito apo- derarse de Manzanillo pero no lo hicieron, aunque tenían se- guridad en el éxito^ debido á que Céspedes temió que sus sol- dados, entregándose á los actos vandálicos, desprestigiaran su cauas y dificultaran el reclutamiento de gente. En esa pequeña población de Yara se imprimió é hizo circu- lar la primeaa proclama que se llatnó «Manifiesto de la junta revolucionaria de Cuba á sus habitantes, al gobierno y á to- das las naciones.» Cambiaron pues de itinerario y al siguiente día tuvieron el primer choque con las tropas enviadas por el Gobernador de Bayamo, haciendo algunos prisioneros y retirándose al campo. El 27 se habían sublevado las jurisdicciones de Jiguaní, Holguín, Las Tunas y Bayamo; atacaron á esta última pobla- (1) Los patriotas de Yara que el día 10 de Octubre de 1868 proclamaron la in- dependencia de Cuba fueron: " Car!os Manuel de Céspedes, Manuel Calyar, Bartoloraé Masó, Isafas Masó, Ra- fael Masó. Manuel Socarras, Ángel Maestre, Juan Ruz, Emiliano García Pavón, Emilio Tamayo. Juan Hall, Luis Marcano, Manuel Godina, Jaime Santiesteban, Rafael Torres García, José Rafael Yzaffuirre, Francisco Marcano, Félix Marca- no, Ignacio Martínez Roque, Agustín Valerio, Francisco Vicente Aguilera, José Pérez, iUfael Gaymau, Manuel Santissteban, Aurelio Torres, Bartolomé Labra- da, Miguel García Parón, Pedro Céspedes Castillo, Francisco Céspedes Castillo, Enrique del Castillo, Juan Rafael Polanco. Amador Castillo, José Rafael Cedefio y Francisco Cancino, . • j i t (Hoja impresa en los £. Unidos conmemorando el tercer anirersario de la in- surrección de 1868). 34 clon el día siguiente, cerca de 5000 hombres, que tomaron la plaza. La fuerza que la defendía era de ciento veinte infantes qne encerrados en el cuartel que les servía de fuerte, resistie- ron con heroicidad cuatro días, hasta rendirse por mandato del gobernador Udeata. Alentada la revolución con la toma de Bayamo pronto se extendió desde el Oriente hasta el Camagiiey. El general Lersundi publicó un bando en el que señalaba penas severísimas á los promotores y coadjutores de la insu- rrección, al cual contestó Céspedes expidiendo órdenes ternii- nantes para que fuesen castigados con todo rigor los que sir- vieran de guías ó exploradores á los soldados de España. ^1 I CAPITULO III. Continúa la guerra disidente. — Intervención de los Estados Unidos con motivo de las disposiciones contra los insurrectos. — Gestionps en favor de la liber- tad de Cuba. — Otro incidente internacional. — Proposiciones de paz. — El General Martínez Campos. — Término de la guerra. {os insurrectos hicieron de Bayamo el centro de sus operaciones. Lersundi fué sucedido en Enero de ese año por D.' Domingo Dulce, antiguo Capitán General de la Isla. Concedió un pla^o de cuarenta días para que los rebeldes de- pusiesen las armas y aun envió una comisión á Céspedes para ponerle las bases de uíi arreglo que diera fin á la guerra, pe- ro el caudillo insurrecto nada quiso admitir que no fuese la ab- soluta independencia de Cuba. No pudo además llegarse á un arreglo durante el armisticio concedido por Dulce con este objeto, porque dos emisarios in- surrectos fueron asesinados de un modo inexplicable mientras se dirigían á Puerto Príncipe á acelerar las negociaciones de paz; á ese suceso deben añadirse los ocurridos en el teatto Vi- llanueva de la Habana, donde se trabó una lucha á balazos en- '\ treel público y la guarnición española, así como las escenas sangrientas que en las calles se repitieron frecuentemente. Por tanto, lejos de llegar á un avenimiento continuó la lu- cha con más fuerza. £1 Conde de Valmaseda» al frente de la$ tropas españolas, principió en Diciembre una activa campaña. Reconquistó á Bayamo y obtuvo las primeras victorias en Río Salado y Cauto embarcadero. Los insurrectos al retirarse de la ciudad de Bayamo la incendiaron. Bl rigor para reprimir aquellos actos vandálicos se aumentó naturalmente de parte de los españoles sin el éxito esperado. Se levantaron en cinco villas tres mil individuos de color, ad« hiriéndose á Céspedes, que proclamaba la abolición de la escla- 36 vitud en el territorio donde suponía ejercer jurisdicción: conti- nuaron los incendios y asesinatos^ en Mayarí, Jiguaní y Baire mientras el Capitán General deportaba á la isla de Fernando Poo á doscientas cincuenta personas, acusadas de sospechas de complicidad con los rebeldes, y determinaba la confiscación de las propiedades de los reos políticos, así como de los simpatiza- dores con la revolución, (i) Kl decreto de confiscación expedido entonces proporcionó á los Estados Unidos coyuntura favorable para inmiscuirse en los asuntos de Cuba. II xvl cónsul de Matanzas Mr. Hall envió al Ministro de Re- laciones Kxteriores Mr. Fish, jana copia del decreto, lo cual dio por resultado que el Gobierno americano manifestara en una nota al representante español, que el Presidente Grant había visto con desagrado tal documento y qne tenía esperanzas de que fuese modificado^ -en cuanto se refiriera á propiedades de ciuda- danos americanos en la Isla; también se reprobaba en dicha nO' ta la conducta de Valmaseda que en la última proclama había hecho pública declaración de que emplearía el rigor y el exter- minio para acabar con la insurrección. Condenaban los Estados Unidos este proceder en nombre de la humanidad y de los in- tereses civilizadores. Los insurrectos no quisieron perder una ocasión tan bella para conseguir el apoyo del gobierno ame! ¡cano, y por medio de la junta de Nueva York, pusieron en juego toda clase de re- cursos para inclinarle en favor de la ^emancipación, no sin re- sultado. El Ministro americano en España, Mr. Sickles, recibió órdenes para intentar, cerca de los poderes constituidos de la Penínsu- la, un cambio en el modus vivendi de los habitantes de la gran Antilla. Esta gestión practicada con el presidente del Consejo de ministros D. Juan Prim, dio por resultado que Mr. Sickles contestara á su gobierno haciéndole saber que la Regencia es- taba dispuesta á aceptar sus buenos oficios en la pacificación de Cuba y aún conceder á los cubanos la autonomía ó la inde-* (1) Hechos semejantes se obserraron con más frecuenjia en la guerra nortea- mericana que acabamos de citar. £1 ilustre escritor Mr. More, en su Historia de la guerra separatista, dice ou ..nuestro siglo no ha presenciado una sola guerra en que los usos de los pueblo cÍTÍlÍEado8 y las leyes más vulgares do la humanidad harán sido rioladas tan Sor completo y con más frecuencia que en la que desoló parte de la gran Repú llca.' 37 / r pendencia siemf re que éstos depusieran su actitud hostil y qne se dejase de oír aquel continuo ..insulto, aquel grito de ¡mueran los españoles! Que estaba autorizado para establecer las bases de una convención cuyos detalles se arreglarían oportunamen* te, siendo estas las proposiciones cardinales: 1 ^ Los insurrectos depondfán las armas, 2 ^ España concederá simultáneamente una amnistpi absolu- ta y completa, S ^ El pueblo de Cuba votará por sufragio universal sobre la ctiestión de su independencia, ^ ^ Si la mayoría opta por la independencia^ España la con- cederá previo el consentimiento de las Cortes, . Ctiba pagará un equivalente satisfactorio garantizado pot los Estados Unidos, Reñriéndose el representante americano el 20 de Agosto de aquel año (69) á un telegrama de su gobierno, en el que se le encarecía la urgente decisión sobre los preliminares de este convenio, manifestó á Mr Fish, que había celebrado otra en- trevista con Prim, en la cual, después de enterarse éste de la opinión de Washington respecto de las proposiciones la y 3a, eu las que se estipulaba que los cubanos depondrían las armas para declarar luego por medio del voto quienes eran adeptos á la separación, confirmó que estaba dispuesto á acordar las ba- ses de un arreglo para la independencia de Cuba, (i) pero que no podía dar por sí la sanción de un tratado á aquel arreglo ni someterlo á la aprobación de las Cortes, mientras los insurrec- tos permaneciesen con las armas en la mano; La enérgica actitud del pueblo españor, que rechazó unánime- mente tales arreglos, cuando se hubieron publicado, obligó á los Estados Unidos á suspender por entonces las negociaciones para realizar su antiguo sueño de oro. III Seguía entretanto la guerra más encarnizada cada vez. Los batallones de voluntarios enviados de la Península continua- ban llegando, en tanto que los insurrectos obtenían ayuda de la junta de Nueva York por algunas pequeñas expediciones fi- libusteras. (1) Los historiadores espaff oles pretenden qae estos arreglos se debían solí- mente á Prim, y que ni el Ministerio ni la Begeneia participaban de sus opini<»> nes. Bl entonces Capitán general de Coba, D. Antonio Caballero de Bodas, afir- mó después en Madrid en los salonea del *'Centro^ Hispano Ultra-Marino/' que él poseía una carta 4^1 general Prim, que le dirigid al entablarse las negociación nes de Sickles, relativa á la renta 6 cesión de la Isla á los Estados Unidoa y en Ucual le pedía su ayuda para preparar allí las cosas de nn modo conreniente. Caballero rechazó la propuesta con indignación. 38 Las protestas del Ministro español en Washington obligaron al Gobierno á detener y á hacer, prisioneros á los qne flolaban embarcaciones con elementos de guerra; pero al mimo tiempo di6 entonces una prueba más de su parcialidad en la cuestión cubana. Con destino á la vigilancia de las costas de Cuba, España había mandado construir en Nueva York treinta barcas caño- neras, que el gobierno americano mandó secuestrar, aparentan- do creer que se destinaban á la guerfa con el Peiú y en cum- plimiento, se decía> de las leyes de neutralidad; lo cual no fué siuo resultado de las intrigas de los laborantes americanos, puesto que las barcas iban con efecto á Cuba y no al Perú, contra la cual nacióa no existía guerra; además era inconcuso que no irían al Perú desde el momento que su construcción no les permitía á eí?as embarcaciones que pudiesen doblar el cabo de Hornos. La misma prensa americana condenó este proceder. Entre otros periódicos, el «World» se expresó en estos términos: «El Perú es una potencia que se halla en paz. Cuba no es una potencia en el sentido literal de la palabra. Si el Presidente Grant tiene pruebas de que las cañoneras van á ser emplea- das cpntra el Perú, ha hecho bien al embargarlas; pero si no las tiene, y se ha puesto«en conivencia para secuestrar los bu- ques que estaban destinados á las costas de Cuba, so pretexto de la violación de las leyes de neutralidad, su conducta es des- honrosa y viola la primera obligación de los neutrales.» Atacaron los dnstirrectos algunas poblaciones de Manzanillo, sin éxito, entre ellas las Tunas, en cuyo asalto tomaron par- te el 1 6 de Agosto las Amazonas cubanas. Céspedes, contestando á las medidas de la autoridad, ordenó el iocendio de todos los plantíos de caña. Fueron incendiadas, además, Banao, Guaimaro y Cascorro. D. Antonio Fernández Caballero de Rodas que desde Julio había sucedido al General Dulce en el mando de Cuba, seguía luchando contra la revolución ayudado por los batallones de voluntarios así de la Lsla como peninsulares. £1 número desol- dados en Octubre de 69 era de 80.00Q, los cuales á pesar de las críticas circunstancias por que atravesaba la Península, no dejaron de aumentarse constantemente. Sólo de España habían desembarcado 26 batallones y 25 escuadrones que sumaban 34)5^0 plazas. Se habían recibido también 14 buques, 20 caño- nes Krupp, 25,000 fusiles de distintas marcas y 5,000 kilogra- mos de pólvora, á lo cual hay que añadir las treinta barcas ca- ñoneras construidas en Nueva York, que al fin fueron devuel- tas. 39 Habiendo las autoridades prorfogado el término para que se acogieran al decreto de amnistía íes insurrectos, se presenta- baii de cuando en cuando pequeñas partidas. No obstante, tar- dó todavía ocho años cuatro meses en pacificarse la Isla, á pe» sar de las medidas dictadas por la autoridad y de los abundan- tes refuerzos qne se recibían sin interrupción. Incontables fueron en este tiempo las escenas de sangre, ho- rror y desolación queá diario tenían lugar en el campo de la guerra. Villas, ingenios y caseríos inceudiados, pacíficos ha-^ hitantes asesinados con crueldad, mujeres y niños atropellados y vejados, multitudes vagando pot* Jos bosques, desnudas, ham» brientas, siguiendo á los rebsldee ó bien huyendo de ellos, fu- silamientos de prisioueros, sin interrupción por uno y otro bando y olvido de todo sentimiento humanitario. Las pasiones llegaban á su más alto grado de excitación, y tanto es así, que el historiador imparcial se halla perplejo ante las notas contradictorias y falsas que en sus partes oficiales pu- blicaban uno y otro partido. Sumando por ejemplo él número de bajas que durante la guerra afirman los partes españoles haber hecho á los rebeldes, resulta una cifra monstruosamente inexacta, mayor á la de los habitantes de la isla, capaces de pelear; en otros términos, de ser exactos esos partes tendría que haberse teirminado con la población de toda Cuba. Tenemos á la vista un parte oficial correspondiente á la segunda quincena del mes de Diciembre de yr, época en que se aseguraba que la revolución se había casi extinguido. El parte á que aludimos dice: «resultado de las acciones habidas en la quincena: muertos al enemigo 164» — prisioneros 6052, pesentados*556.» Lo cus^l es absurdo. Por su parte los insurrectos eran también amigos de las ma< yores exajeraciones. En la comunicación que Céspedes dirigió al preísidente Gr^int, le aseguraba que su^ejército era de 60,000 hombres bien disciplinados, que una escasa minoría no parti- cipaba de sus ideas, que estaba su gobierno establecido formal- mente con sus Cámaras legislativas, sus ministerios, etc., lo cual no era sino empírico. Esta circunstancia, así como la de ser extraña al plan de es- te libro la narración circunstanciada de los sucesos de la gue- rra di&cidente, nos excusan de describirla punto por punto. Los jefes principales fueron siendo ejecutados á medida que caían en manos de sus perseguidores: Goicouria, Céspedes, Agrámente, Donato Mármol, Covadas, Castillo Mola, Betan* court, Agüeros, Salomé Hernández, Marcano, Rosas y otros, no existían ya el año de 74 al tomar poseción del Gobierno de la Isla p«r tercera vez D. José de la Concha. 40 En el mensaje que el Presidente Grant dirigió al Congreso americano en* 1875 ^ quejaba de la continuación de aque- lla guerra, la Qual con las circustancias que la acompañaban era — decfa — una ofensa á las leyes de la humanidad. También se bacía saber en dicho mensaje que Bspaña había pagado á los Estados Unidos 80,000 pesos de indemnización á las fami- lias de los tripulantes del Virginiíis. En los años de 76 y 77 se presentaron muchos insurrectos deponiendo las armas; algunos de ellos iban acompañados de sus familias. Eu los partes que rendían las tropas españolas se hacía mención de gran número de mujeres y niños; entre los presentados. * Empezaba pues la pacificación. El general D. Arcenio Martínez Campos, ayudado del gene- ral Jovellar, fué quien tuvo la fortuna de llevar á cabo los arre- glos para .terminar con 1% guerra de rebelión, (i) El expresado gobernante hizo proposiciones á los jefes re- beldes para que se ajustara un tratado de paz y se suspendie- ran las hostilidades. Conferenció personalmente con Máximo Gómez, jefe enton- ces de la insurrección y logró después de varias entrevistas que se firmara un tratado cuyas bases eran: Primera, — La isla de Cuba recibirá la misma organización política y administrativa que tiene Puerto Rico. Segunda. — Amplio perdón para todos los delitos políticos desde 1868 y libertad para los que estén sufriendo sentencia y para los prisioneros políticos y perdón general para los deser- tores de las filas españolas. ' Tercera.^—S^ ásixéi libertad á los negros y chinos que estén en el campo insurgente. Cuarta. — Ninguna persona que reconozca al gobierno español en virtud de este tratado, podrá ser obligada á hacer la guerra á no ser que se establezca la paz en todo el territorio. Quinta. — A todas las personas que desean salir de la isla se les darán medios para hacerlo, sin entrar en poblado, si así lo desean. Sexta. — Se hará la capitulación de cada fuerza en lugares despoblados donde se depositarán las armas. Séptima, — El general en jefe español, con objeto de facilitar la adhesión de otros departamentos á estas condiciones, dará libre paso para todas las vías terrestres y marítimas. (1) £1 secreto para haber alcanzado el éxito en la* jpacifícacióo de la Isla, que habían prdidd obtener sus predecesores, fué, según aseguran los histo. riadoresespafioies, que Martínez Campos don*) gruesas sumas á los jefes insu- rrectos porque depusieran las armas. 41 Octava. — Las bases anteriores se consideran generales para^ todos los departamentos de esta Isla que acepten las proposi- ciones.)» Bste tratado se firmó el día lo de Febrero de 1878 y se dio orden de que las hostilidades fuesen suspendidas en toda la isla-, Bl tratado se firmó en el punto llamado el Zanjón, por lo cual es conocido con este nombre. No todos los jefes insurrectos estuvieron conformes en las bases que Gómez aprobó, propuestas por Martínez Campos. Por las dificultades que los rebeldes tenían para reunirse, así como por la gran extensión que éstos dominaban, no fué po- sible comunicarles la noticia de la celebración de los tratados de paz, sino hasta muchos días después. Algunos de los jefes á quienes no se les había consultsrdo su parecer para firmar el tratado; se dieron por ofendidos y no qui- sieron observar sus bases. Estre ellos el más notable quizás -fué Antonio Maceo, á quien veremos figurar en primer térmi- no durante la segunda insurrección. Este vialiente jefe tuvo algunas.entrevlstas, si nó conferencias, con el General Martínez Campos; pero no quiso tratar del asun- to de la pacificación de la Isla. En 1878 que fué entrevistado por un repórter del World, ma* nifestó su grande entereza para seguir combatiendo, á pessg: de que se hallaba, en los momentos de la entrevista, herido en veintidós distintas partes del cuerpo, á consecuencia de los com- bates empeñados últimamente con. los voluntarios. De estas lesiones dieciseis eran de bala, y las demás de machete. Las decantadas reformas, prometidas desde tantos años antes no se llevaron á cabo, ó mejor dicho, no se trató de ponerlas en práctica sino hasta diez y siete años después, que la guerra separatista hizo explosión de nuevo, según lo veremos en el capítulo que sigue. La insurrección que terminó en 78 costó á España mucho dinero y muchas vidas. De 200,000 voluntarios envfados en el transcurso de 68 á 78 sólo quedaban al fin de la guerra 120,000; es decir, había desaparecido más de la tercera parte. IV Además de las expediciones que hemos citado ya detallada- mente, en la imposibilidad de publicar. una nota completa men- cionando cada una, haremos constar sólo algunas de las prin- cipales fletadas en las costas americanas, durante la primera insurrección. 42 Sabido es que esUs expediciones eran por lo general despa- chadas furtivamente, apelando á mistificaciones y engaños pa- ra evitar fuesen estorbadas á su salida ó al desembarcaren Cuba. A muchos de los vapores que las conducían se les cambiaba el nombre 6 la bandera, ó ambas cosas; la mayor parte eran destinadas á un supuesto consignatario, con la manifestación de dirigirse á un lugar lejano de Cuba; trasbordaban su carga- mento en alta mar á otro buque prevenido de antemano, el que lo conducía á su verdadero destino. Por tal razón no dejaban huella de su salida ni su desembar- co, porque éste se verificaba en un lugar despoblado de la cos- ta cubana. Gran parte iban en goletas ó barcas sin nombre ó lo ocultaban cuidadosamente sus fletadores. Lo6 escritores españoles que describen el principio de aque- lla guerra dicen, como D. Emilio Sonlére, que «diariamente salían expediciones,» lo cual, prescindiendo del sentido htper* bolleo de la frase, dá una idea de la mucha frecuencia con que se repetían. Por este y otros fundamentos no es aventurado afirmar que los datos que publicamos en seguida sólo compren- den una pequeña parte del total de expediciones habidas en los cuatro primeros años de dicha guerra. Para que se vea el valor de los servicios que á los insurrectos hacían los simpatizadores americanos, hay que notar que algu- nas de estas expediciones costaban millones de pesos, y los ar- tículos de guerra se remitían en cantidades fabulosas. La ex- pedición del «Arago,» por ejemplo, que está muy lejos de ser la más importante, llevaba 6.000,000 de cartuchos metálicos, io»ooo fusiles, doce cañones de á 6 y á 12, 2,000 arneses com- pletos y varios proyectiles sólidos y huecos para los cañones. No creemos ocioso hacer constar estos apuntes que revelan lo que en el curso de este libróse halla patentizado: los ene- migos de España encontraron desde un principio grande apo- yo en los Estados Unidos. • rl «^ M. 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Martínez Campos, pacificador de U Isla. — Segunda insurrección cubana» — Jefes • revolucionarios. — Actitud de España ante el movimiento. — Segundo mando del General M-^rtínez Campos. — Primo de Rivera y^ Weyler^ — El Presi- dente y f*l S?uado americano desaprueban la conducta del General Weyler en Cuba, — Estado.de la guerra de Insurrección el año dfe 1897. - ON grandes muestras de alegría fué recibida la noti- cia de la terminación de la gjierra por todos los ha- bitantes de la Isla. ' Aquel pueblo tras nueve años de constante lucha, sentíase ya exangüe, ávido de recobrar su tranquilidad y de volver al camino de la paz benéfica que le rehabilitara en sus inmensas pérdidas, causadas por la tea incendiaria y por la des- vastacióu qu€ tras sí habían dejado las hordas de foragidos, mezclados, para confundirse, con los patriotas. Aquellas familias huérfanas, aquellos hogares desiertos; aque- llas tribus acéfalas» clamaban piedad, de uno á otro confín de la Antilla, y pedían en un tono más conmovedor que el que pu- dieran haber empleado todos los oradores del mundo, el térmi- no de tania crueldad y desolación. El general Martínez Campos fué el afortunado gobernante á quien cupo la suerte de realizar en pocos meses lo que sus an* tecesores no habían logrado en varios años. Uniendo la severidad á los halagos fué poco á poco dome- ñando á aquellas huestes rehacías á todo lo que significara ce- jar un punto en sus propósitos, hasta conseguir que acudieran dóciles á su llamado, para firmar las bases de un convenio amistoso. Kl pueblo le aclamó entonces llamándole el héroe de la paz. Fué objeto de múltiples manifestaciones de gratitud por haber puesto fin á aquella guerra que amenaa^aba acabar con los ha« hitantes de la comarca. 4.6 I Para celebríf reste plausible acontecinjieoto se organizaron^ jfestejos públicos. Desgraciadamente aquella paz no fué tan duradera como ha- bría sido de desearse. Los jefes insurgentes que no quisieron adherirse al tratado de Zanjón, emigraron de la Isla para con- tinuar paulatinamente sus trabajos separatistas, en las juntas revolucionarias de Estados Unidos. Algunos escritores españoles así lo comprendieron y encare- cían al gobierno la necesidad de implantaren Cuba las soñadas reformas, ya que no la autonomía. El escritor J. Sedaño dijo: «la guerra de Cuba está aniquilada, está vencida, pero no está muerta y no lo está por culpa del gobierno, ni lo estará mien- tras no se cambie de conducta. j) (i) Desde poco tiempo después de firmada la capitulación por Máximo Gómez, se reorganizó la Junta cubana de Nueva York y se empezaron á reunir fondos para el envío de expediciones filibusteras cuando llegase la ocasión propicia para reanudar la guerra. Esta Junta tenía ya entonces delegados en nuestro país, en Colombia, Brazil, Venezuela, Perú y casi todas las repúblicas sud*americanas. No cesaron por completo las tentativas de invadir á Cuba y resucitar la revolución. Durante los dieciseis años que transcu- rrieron de una á otra guerra, hubo pequeños levantamientos- sin importancia, excepto uno verificado en 1884, que llegó á tomar serias proporciones, pero fué extinguido al cabo. Cuando el tratado del Zanjón cumplía exactamente dieciseis años de terminado, estalló con más fuerza la revolución cu- bana. Las primeras noticias que se publicaron á este respecto afir- maban que una partida de bandoleros había aparecido en la Is* la y que su única misión eran el robo y el pillaje; poco después se supo que no una, sino varias gavillas merodeaban en los ca^ minos cometiendo toda clase de depredaciones é i nf iludiendo la alarma entre los pacíficos habitantes. Que no era esta la verdad de lo ocurrido en Cuba lo demos- traban claramente dos hechos muy significativos. El uno era la inusitada festinación con que se discutían y aprobaban en las Cortes las reformas para la Antilla, siendo inmediatamente ¡¡probadas y puestas en practica, á la sazón que circulaban los rumores sobre tales desórdenes. E\ otro hecho correlativo fué el nombramiento del general Martínez Campos para CapUán general de la Isla. 480. (1) Bmilio Soiilére. "HUtorta do las insurreoctotiet de Cuba." Tomo II, pág. ifi 47 En efecto, se trataba de reprimir no ja las correrías de unos cuantos foragidos sino el renacimiento de la insurrección, y con este motivo, á la vez que se planteaban las reformas pedidas lia- cía tanto tiempo, que quitarían el pretexto de la revolución, se enviaba al Mariscal Martínez Campos, único que había po- dido extinguir en poco tiempo la pasada guerra^ y cuyos bue- nos servicios tenía muy presentes el gobierno español. II Era en realidad el peligro más serio de lo que al principio se supuso; los jefes rebeldes Bartolomé Massó, Antonio López, Amador Guerra, Santos Pérez Colona, Manrara, Miró, Rabí, Dr. Juan Gualberto Gómez, Martí y otros habían dado el gri- to insurrecto en el pequeño pueblo de Baire, secundados por muchos de sus partidarios. El movimiento principió con gran fuerza. A fines del mes de Febrero había sobre las armas 6,oou rebeldes con municiones suficientes de boca y de guerra, y se afiliaban por centenares los descontentos. De la junta de Nueva York se habían reci- bido provisiones y armamento americano y continuábase ayu- dando por todos los caminos al movimiento. El 1 6 de Abril de aquel año llegó á la Isla el general Martí- nez Campos, nombrado para dirigir las operaciones, y pocos días después contaba con 40,000 voluntarios enviados de Espa- ña. También el general Primo de Rivera tomaba posesión de su mando. Máximo Gómez que había permanecido fuera de la Isla de- sembarcó el mismo mes, procedente de Santo Domingo, trayen- do algunas tropas y provisiones. Volvieron pues á desarrollarse escenas idénticas á las de la insurrección pasada. Se inició la más ruda campaña con- tra los rebeldes á quienes se trataba como bandidos; ellos por su parte no queriendo desmentir este dictado, se hubieron de entregar á toda clase de excesos y depredaciones, incendiando las sementeras y hostilizando á todo el que no se alistaba en sus filas. El general Martínez Campos publicó desde luego una pro- clama excitando á la sumisión á la autoridad é imponiendo se* veras penas á los que contribuyeran directa ó indirectamente á la continuación de la guerra, y después de dictadas estas me- didas emprendió la campaña personalmente, con mucha acti- vidad. Sus esperanzas fueron tales al principio, que en una comu- nicación oficial aseguró al gobierno de España que la pacifica- 48 » clon era obra de pocos meses, pues había destruido los priuci- pales focos del desorden. Casi al mismo tiempo el jefe rebelde Guerra enviaba el si- guiente mensaje á su corresponsal en Cayo Hueso: «Diga al Herald prevenga á nuestros numerosos amigos en los Estados Unidos que no crean todos los cuentos sobre derro- tas de revolucionarios, inventados diariamentíe por las autori- dades españolas, pues son absolutamente falsas. Nuestra situa- ción es muy satisfactoria y para mediados de Junio tendre- mos en campaña 20,000 hombrea.» El periódico referido envió poco después á dos representan- tes suyos á España, con objeto de que inquiriesen el verdadero estado de la opinión de los hombres prominentes, sobre la cues* tión de Cuba. Los enviados especiales del Het cUd ^}xd\txon com» probar que existían en España dos sentimientos que domina- ban á todos los demás, á saber: un deseo general de cultivar las más amistosas relaciones con los Estados Unidos y una de- cidida y unánime resolución de que España no se deshiciera de la isla de Cuba por ningún motivo. Tal fué el resultado de las consultas hechas á Cánovas del Castillo, Sagasta, Moret, Castelar y á, los jefes de la oposición. III A fines del año de 95 el ministro español en Washington Sr. Dupuy de Lome, describiendo el carácter político de la guerra de Cuba, la posibilidad de extinguirse y la influencia america- na, se expresaba en estos términos: «La insurrección cubana es un fracaso. Mas suponiendo que mañana triunfara y se realizase la* absoluta independencia de Cuba, el resultado sería la división de la Isla en dos gobiernos: el de Oriente que formaría una república negra, y el de Occi- dente, con una república blanca. El alzamiento es pliray sim- plemente una insurrección negra, aunque no he de negar que haya blancos identificados con el movimiento, porque ^^iempre habrá visionarios, criminales y vagos dispuestos á tomar parte en cualquiera reyerta. «Cuanto más adelanta el movimiento, más claro se va viendo que sus jefes son criminales y que su obra se dirije principal- mente contra la propiedad particular. La gran mayoría de la población cubana no simpatiza con ellos. Casi todos los cabeci* lias de más importancia son negros; el único blanco de cuantía en las filas insurrectas es Máximo Gómez, y estoy persuadido de que ha recibido $ 45,000 por sus servicios. No es la primera vez que se ha vendido, y el general Martínez Campos puede probarlo. 49 «Los insurrectos se proponen ahora enviar á Cuba á Calixto García, porque comprenden la necesidad de tener más jefes blancos, por el efecto que esto ba producido en el exterior, «García debe la vida á España, su hijo fué cuidado por nues- tro Gobierno, y después de todo no na titubeado en faltar á su palabra de honor. García es un monumento viviente de la cle- mencia española. «Hay muy poco peligro de que los Estados Unidos reconoz- can como beligerantes á los rebeldes, que no son otra cosa sino merodeadores dedicados á destruir sin consideración ninguna más las propiedades de americanos y Cubanos que las de espa- ñoles. La razón por la cual los Rebeldes quieren que este país los reconozca, es porque de este modo esperan fomentar un es- píritu de malquerencia, y, finalmente, la guerra entre España y los Estados Unidos, para que los soldados americanos vayan á pelear por ellos. «Estos conspiradores contra la paz de las dos naciones saben muy bien que las fuerzas españolas se encuentran y marchan sobre el enemigo, ébte se fracciona en pequeñas partidas que huyen. Si los Estados Unidos- reconocieran el estado de beli- gerancia á la insurrección, España adquiriría el derecho de bi- sita en alta mar. En virtud del mismo, el de registrar, y regis- traríamos á los buques sospechosos que se dirigieran á Cnba. « . . , Las pretensiones de los insurrectos no se inspiran en la buena fé, no siendo otra cosa qué esfuerzos, apenas disfraza- dos, para enredar en graves dificultades á los dos gobiernos . . . «Muchas personas preguntan: ¿en qué consiste que el Gene- ral Martínez Campos no concentra sus tropas, marcha contra las gueri.lias y ac^ba con la insurreccióií? Tanto valdría que yo preguntara por qué el Jefe de policía de Nueva York no se pone á la cabeza de numerosas fuerzas, de policía uniformada y marcha contra los criminales que infestan la ciudad, acabando de una vez contra las trangresiones de la ley? Cada vez que las fuerzas españolas se concentran y marchan sobre el enemigo, éste se fracciona en pequeñas partidas que huyen y se ocultan en los montes. Nuestras tropas no pueden estar á la vez en to- das partes. «Las partidas ó guerrillas se presentan subrepticiamente en tal ó cual lugar, robando y quemando á su paso y cuando se envía una columna á castigarlos, se desvanecen. Es cosa dificil el coger á las guerrillas y bien claro lo ha visto el Gobierno ame- ricano en sus luchas con los indios. No quiere decir que entre los insurrectos nó haya hombres valientes, ni que no peleen de vez en cuando; pero sus operaciones no constituyen verdadera 50 guerra. Los rebeldes y sus jefes negros no se dedican á pelear contra los soldados de España, sino más bien á perjudicar la propiedad particular. (cBspaña ha enviado á Cuba 190,000 hombre de tropa y el mes entrante se enviarán 7,000 más, en adición á un regimiento de artillería montada y á un batallón de señales. «España tiene toda clase de elementos para sofocar la insu* rrección; los rebeldes no tienen la menor probabilidad de éxito, y es cuestión de tiempo el que, agotados sus recursos, se entre- guen. La masa general de las partidas podrá hacerlo sin temor, pero los cabecillas, responsables de los crímenes cometidos, serán castigados severamente. «Comprendo muy bien los sentimientos que han impulsado á muchos ciudadanos de este país á hablar en favor de lo que creían una lucha por la libertad. Pero el verdadero carácter de la rebelión no se puede ocultar y se va comprendiendo. El Go- bierno de los Estados Unidos h^ manifestado honrosas dispo- siciones á cumplir las obligaciones que le imponen sus tratados con España; más sin que pretenda formular censuras enemis- tosas, parece que las leyes del país son bastante elásticas para permitir que personas que un día se denominan cubanas y al día siguiente ciudadanos americanos, tengan establecido en Nueva York un centro desde el cual llevan adelante de la manera más pública, operaciones dirigidas á perturbar el socle- go del territorio de una nación que está en paz con los Estados Unidos. «España á traido á Cuba á un estado de gran prosperidad, Recuérdese lo que era Santo Domingo bajo España y mírese el estado en que se haya hoy. «Lo mismo digo de los paises de la América del Sur, hablan- do desde luego con el respeto debido á esos jóvenes gobiernos. «La mayor desgracia que podría sobrevenirle á Cuba sería perder la protección de España. Así lo comprende la mayoría del pueblo cubano, y por eso no simpatiza con los rebel- des.» A fines de Enero fué removido de su puesto el general Mar- tínez Campos, quien al ser entrevistado por un repórter^ dijo: «Ya no soy Capitán General. Ahora soy un particular, y puedo de- cir á U. que mi remoción no dará los resultados que se van bus* cando. y* , IV. Fué nombrado interinamente el general Marín y á principios de Febrero de 96 se nombró al general. D. Valeriano Weylc# para que prosiguiese la campaña. 51 Cuando desembarcó en la Isla se expresó en estos términos á cerca dé su misión: «La situación es muy grave; con el enemigo á sólo nueve millas de la capital; con el espíritu de las tropas españolas ba- jando más cada día; con ei ejército inútilmente subdividido en pequeños destacamentos, no es pcsible que haya un peor es- tado de cosas.» No repetiremos aquí las proverbiales medidas extiemas á que apeló el General Weyler, sólo diremos que al ser publicado el bando en que las anuucfaba, obtuvo como contestación otra proclama de Máximo Gómez, en que le hacía saber que si fu- silaba á todos los prisioneros de guerra, él, (Gómez) en justa represalia, haría fusilar también á todos los españoles que vi- nieran á sus manos. Se expidió por Weyler el memorable bando que disponía la concentración en las ciudades, de todos los campesipos y en ge- neral de cuantas personas residiesen en el campo, las cuales .deberían refugiarse dentro de las líneas españolas^ para ser*pro- tegidas. Todos ios [pasaportes y salvoconductos fueron decla- rados nulos, y conforme á una segunda disposición, todo el que desease viajar por el interior, tendría que solicitar pasaporte, dando garantías de su persona, objeto de su viaje, papeles etc. y por fin expidió un tercer bando por el cual delegaba pode- res y facultades extraordinarias en el ramo judicial, á los di- versos Generales y jefes del ejército, con objeto de juzgar su- mariamente á los reos políticos. Al día siguiente se leía en los periódicos este cablegrama de la Prensa Asociada: «El Presidente Cleveland está muy indignado contra los ban- dos publicados por el General Weyler en Cuba. Los considera bárbaros y contrarios á todas las reglas de un estado de hosti- lidades entre naciones civilizadas. c(L& medida que todos los habitantes délos campor abando- nen sus propiedades y se pongan al abrigo de las líneas espa*- ñolas, y que. de no hacerlo así serán considerados como rebel- des y tratados como tales, la considera como altamente atenta- toria, sobre todo en el caso de ciudadanos americanos, que poseen valiosas propiedades en los campos.)» En 21 de Febrero comunicaba lo siguiente, con motivo de los debates en las Cámaras, para la adopción de las «resoluciones,» el representante de la Prensa Asociada: «Las probabilidades de una guerra con España, como resul- tado de la adopción por el Senado de la «resolución» recono- ciendo la'beligerancia de los revolucionarios cubanos, han con- movido ayer á todo el país desde Alaska hasta la Florida; y el discurso del senador Morgan ha sido el tema obligado de todas las conversaciones. 52 ffBn general no es una sorpresa para el país el que se llegue á reconocer la beligerancia de los revolucionarios, porque tal reconocimiento es el deseo claramente expresado hace mucho tiempo de todo el pueblo americano. «En cuanto á los temores de que sobrevenga una guerra con España, con motivo de t&l reconocimiento, el senador Lodge dijo ayer que es el deber de los Estados Unidos obrar firmemen- te sin vacilaciones y de una manera efectiva y agregó «las pa- sadas relaciones entre los Estados Unidos y España no presen- tan lazo alguno de gratitud, de consideración, ni mucho menos de intimidad ó de sangre, para hacernos vacilar en lo que de- bemos hacer.» «Entre los asertos del senador Morgan figura el de que Es- paña, al fin y al cabo, agradecerá á los Estados Unidos el que le ofrezca una oportunidad de declararle la guerra, «porque de esa manera se desembarazará de Cuba con cierto decoro.» «La idea de una guerra con España, dijo Mr. Morgan, no debe hacer vacilar al Congreso en adoptar la resolución, que reconoce la beligerancia de los cubanos hacía los cuales hay la obligación de parte de los Estados Unidos de ayudarlos á sa. lir de la insoportable tiranía que,, justamente, quieren sacudir.» «Mr. Pratt preguntó qué efecto tendría la aprobación de la resolución sobre beligerancia, si el presidente Cleveland le nie- ga la suya. «Mr. Morgan contestó que la cuestión es muy delicada y que merece ser estudiada. «Mr. Hale dijo: «>o creo que la guerra con España tiene que ser el resultado de una resolución que, en este sentido, tome- mos.» «Mr. Morgan continuó diciendo que «es evidente que el or- gullo de España está en juego en la pérdida de la isla de Cuba; pero que también lo es que preferirá perderla en una guerra con los Estados Unidos y no porque los cubanos se la arrebaten.» «El mismo senador cuando continuó su discurso se quejó de la condición de los cubanos en aquella guerra, llevada á cabo contra ellos por el general Weyler con toda clase de actos de exterminio, hasta convertir la isla en un cceano de sangre. Ivos diarios de Madrid y déla Habana contestaron á las fra- ses de Morgan en un tono áspero y vehemente. El Impardal de Madrid acusó al Sr. Cánovas del Castillo de tener un exceso de paciencia con ^esos yankees,^ El mes siguiente se observaba ya en toda España un movi-* miento antiamericano. En San Sebastián se había abierto una suscripción para la compra de buques. 53 Bn Toledo, Málaga, Cádiz y Salamanca/ hubo manifesta* clones antia:mericanas muy vehementes. Bstas demostraciones desordenadas aumentaron desde que el 6 de Abril siguiente se aprobó por la Cámara de represen* tantes americanos el reconocimiento de la beligerancia cubana. ^ Poco después de esa fecha se abrió en Estados Unidos una suscripción á un empréstito de 2.000,000 de pesos sobre bonos de la República Cubana, con gran éxito. Desde California á Maine hubo demanda por ellos y se pu- dieron colocar á 62^ centavos en cada peso, por término me* dio, y en muy poco tiempo. ¿as alarmantes noticias propaladas por los periódicos ameri- canos en Abril de 96 contribuyeron no poco á aumentar la ti- rantez de las relaciones diplomáticas entre Bspaña y los Esta* dos Unidos, así como también, el haber sido expulsados el mes siguiente por el General Weyler los periodistas corresponsales del World y el Journal^ de Nueva Yotk. Citaremos dos despachos de la Agencia «cPanamerican News Burean» fechados si 29 de Abril, que refieren dos estupendas historias, sin otro resultado que el que acabamos de indicar: «Nueva York, Abril 29. — La legación española en Washing- ton y el Cónsul General de Bspaña en este puerto acaban de descubrir un plan fraguado por cubanos para volar un buque de guerra español y al mismo tiempo interceptar uno de los vapores trasatlánticos españoles y apoderarse de una fuerte su- ma de oro que el gobierno español envía para pagar á sus tro- pas. «Tratábase además de apoderarse del puerto de Nuevitas haciendo ciertos movimientos en la parte oriental de la Isla á fin de provocar la concentración de tropas en aquel rumbo para debilitar la vigilancia de la trocha.» A la vez se cruzaba el otro mensaje, no menos alarmante, fechado en la Habana. Su conlenido era este: «Ayer á las 11 y «30 de la mañana ocurrió una explosión que se cree fué de dinamita ó de algún poderoso explosivo en el palacio del Capitán General. ^ «Las averiguaciones practicadas revelan que la explosióa ocu * rrió en una covacha en la parte baja. Una parte del edificio que- dó convertida en un montón de escombros; las paredes que no cayeron están cuarteadas. «Un cajista de la imprenta de la capitanía general fui he- rido. «Al principio se creyó que había hecho explosión una de las calderas de vapor; pero á poco no cupo duda alguna que la ex- plosión había sido causada por cierta cantidad de dinamita. Ignórase todo pormenor.» 54 Reproducidos ambos telegramas por muchos periódicos de jH^stados Unidos y de otros países causaron gran sensación, y más cuándo ocho días después, aún no se publicaba la comple- ta rectifícacióu de tales falsedades. Otro incidente notable fué la captura de la expedición fili- bustera que conducía el vapor americano «Competitor,» por las circunstancias que la acompañaron. Sus tripulantes eran casi todos americanos y al ser capturados se hizo fuego sobre ellos, dando muerte á seis. Los demás fueron puestos en la prisión del Morro y juzgados por un consejo de guerra. Llamó entonces la atención que al mismo tiempo que el mi- nistro americano en la Habana, pedía ciertas explicaciones al gobierno de la Isla .sobre el caso del «Competitor,» recibiera orden la escuadra del Norte Atlántico para reunirse en Tomp- kinsviile. V ■ ■ Entre tanto la guerra continuaba en Cuba con más encarni* zamiento por una y otra parte. Los siguientes datos de origen español, revelan que la acti- vidad de la campaña en aquella segunda revolución había au- mentado en 1896. Hstos datos, confrontados con los de otras fuentes, resultan acordes. Del 24 de Febrero que empezó la guerra á Diciembre 31 de 1895 las bajas del ejército revolucio- nario eran: Muertos: 26 jefes y oficiales y 1190 soldados. Heridos: 358. Prisioneros: 4 jefes > oficiales y 330 hombres. Hasta el día último de Abril, en los cuatro meses transcurri- dos del año de 96, tuvieron además estas bajas: Muertos: 37 jefes y oficiales y 3085 hombres. Heiridos: 12 jefes y oficiales y 1618 hombres, Pr sioneros; 12 jefes y oficiales y 350 hombres. Además de 13 jefes y oficiales y 670 hombres que se rindieron. Eu cuatro meses'de 96 tuvieron pues los rebeldes 3122 muer- tos; en tanto que en poco más de les diez meses anteriores so- lo habían tenido 12 16, 6 sea siete veces menos, próximamente. El total de bajas habidas en los catorce meses, en las filas insurrectas, es de 4338. £n cuanto á las de los españoles, según los mismos datos oficiales, de fuente española, habían sido, desde el 24 de Fe- brero de 95 en que estalló la guerra, hasta el día último de Marzo de 96, las siguientes: Muertos por efectos del clima y de accidentes de la guerra: 3 generales, 29 jefes, 272 oficiales y 4892 hombres: total. 5*99. 55 Estas cifras dan una idea no fiólo del cruento sacrificio' que á España contaba la guerra, sino también de la actividad ccn que eran dirigidas las operaciones por el general Weyler, según hemos dicho. Con todo, no fué este el período álgido de la lucha, como se verá en seguida. Este militar cuya extremada rigidez se ha querido traducir en crueldad, no fué á hacer la guerra, según sus mismas expre- siones, «con caramelillos^» ésto es, las medidas severas no es- casearon en todo el tiempo que la campaña estuvo dirigida por él. Tenía órdeiies del gobierno español para acabar con la in- surrección, y cumplía con ellas fielmente. Hoy que el éxito de la guerra no ha sido de España, se oyen entre sus mismos compatriotas, muy duras recriminaciones á su preceder. Pero ¿son fundados los cargos que se le hacen? Una de las cuestiones más viejas en el mundo es, ' sin duda, la de, hasta qué punto permiten los usos de la. guerra emplear los actos de crueldad. El que dispone de la fuerza puede trans- gredir los usos y costumbres, ya que no se puede decir las le- yes de la guerra hasta el límite que marque su voluntad. Y co- mo no se crea que esto es una mera teoría, recordaremos el he- cho de haber disparado la artillería alemana contra las ambu- lancias de la Cruz Roja, en la guerra franco- prusiana. Recorda- remos los hechos que hemos narrado en la guerra de los Estados Unidos, que se ahorcaban en las plazas públicas, después de confiscar sus bienes, á los partear ios de la abolición de la es- clavitud, ó los abolicionistas ahorcaban á sus enemigos. En nuestro país, ¿no tenemos una multitud de hechos análo- gos al de la ejecución de los jovencitos practicantes de medici- na, de los mártires de Tacubaya, que en el largo período des- graciadamente fecundo en guerras, que acabamos de passr, se desarrollaron? No creemos asista pues ningún derecho de reclamar una con- ducta humanitaria á los que se lanzan á la guerra. La guerra es en sí misma el trastorno, la anarquía de todos los derechos. El juez de ella es únicamente, lo ha sido y ¡o será, la fuerza. Por estas mismas consideraciones no creemos haya asistido ningún derecho á los Estados Unidos para inmiscuirse en la cuestión de Cuba, so pretexto de las crueldades cometidas por Weyler. Los actos de crueldad no faltan en ninguna guerra, mas cuan- do esta es de larga duración. Weyler redobló sus esfuerzos para extinguir la insurrección á fines de 96. Después de haber establecido la línea de defensa llamada la Trocha, que dividió las provincias sublevadas de la x^ 56 parte pacífica, inmediata á lá Habana, llevó á término rápida- mente ja reconcentración de los campesinos en las ciudades protegidas por la guarnición española. Estableció en la Habana el centro de sus operaciones y co- municaba por telégrafo sus ordénes á los jefes españoles envia- dos á distintos rumbos para combatir á los insurrectos, Con estas medidas, así como con la deportación á Fernando Poo de algunos presos políticos y miembros de la prensa de la Habana, se creyó que la revolución estaba próxima á ter- minar. Las expediciones filibusteras continuaban con pequeños in- tervalos. El «Three Friends,» el «Laureada» y el (cBermuda» ha- bían desembarcado grandes cargamentos y dieron margen á las reclamaciones del ministro español Sr. Dupuy de Lome diriji- » El mismo día 16 por la tarde y por el citado conducto de la Prensa Asociada, se recibieron en Washington lo siguientes cablegramas: «El vice* cónsul Springer, asegura que los oficiales se salvaron. El capitán Sigsbee se encontraba á bordo, cuan- 66 do ocurrió la explosión y esto aconteció en la proa del buque. Nojengo sospechas, dijo, y he hablado con varios oficiales lo mis- mo que con marineros, y^ Otro despacho, fechado el mismo día, dice: «El crucero español Alfonso XIII que se encontraba ancla- do cerca del «Maine» echó sus botes y salvó á treinta y siete tripulantes del buque americano. vSe cree que el origen fué' la explosión del caldero del dina- mo de la máquina. El capitán Sígsbee se niega á hacer una de- claración sobre el desastre hasta que no se hagan las investiga- ciones necesarias. «El gran númeio de muertos, obedece á que la mayor parte de los marineros, estaban durmiendo al estallar la explosión.» Un cablegrama de Madrid recibido en México, el mismo día 1 6, dice: «La noticia sobre el desastre del «Maine» causó honda impre- sión en esta ciudad, y se ha sentido mucho este incidente. Se publicó una tiota semio-fíclal á este respecto y el gobierno ex* presó su pesar por la catástrofe al Ministro Woodford.» Pocos díasMespués, el Ministro americano en México, Mr. Powel Clayton, interrogado por un tepórter, de un diario muy poco simpático á la causa española, refiriéndose al deplorable accidente, dijo; «Ni por un momento supongo que los españoles tengan algo que ver con lo ocurrido. Los dos países conservan una paz mu- tua, y semejante acción habría sido muy impolítica. Si el puerto de la Habana está defendido con torpedos, in- dudablemente el Maine fué guiado á alguna porción salvado ra. Esto parece comprobar el hecho de que el buque de guerra español «Alfonso XIII» estaba anclado muy cerca del Maine, Solamente en tiempo de guerra los torpedos son dirigidos á los puertos y en semejante condición, no pueden ser tocados por un navio. Igualmente no es creíble que U7i torpedo fuera en* viado del puerto , porque esto implicaría que los españoles tenían en su poder todas las baterías de los puertos, «Algunas cabezas calenturientas, pueden haber salido en un bote y colocado un torpedo; pero esto sería muy difícil hacerlo sin ser cogidos, porque indudablemente los vigilantes del Maine^ estaban cumpliendo su tarea. Interrogado sobre el mismo asunto el Sr. Marqués de Ben- daña, ministro de España en México, dijo que «de ninguna manera se inclinaba á creer en la teoría del torpedo; pues entre otras razones expuso la de que el «Alfonso XIII» buque de guerra español, se encontraba anclado estrechamente al «Mai- ne^» y lo más probable era que también el buque español hu- biese sufrido averías á ser un torpedo la causa de la explosión.» Y para confirmar las palabras del Sr. Ministro de España, re- 67 producimos el siguiente mensaje fecha i6 de Febrero y del mis» mo origen que los anteriores, es decir, de la Prensa Asociada: «Corrió gravísimo peligro el crucero Alfonso XIII debido á lo muy cerca que estaba el Maine^ sin embargo maniobró con tanta habilidad, que anclado junto al Maine^ soltó sus botes, y tomó activo participio en el empeño de rescatar á los tripulan- tes ayudado por los botes de los demás vapores españoles.» La prensa toda de la Península á su vez comentando el su- ceso pone de relieve los ,altos sentimientos de la nación espa- ñola, como se verá por las siguientes líneas de «El Wberal»f fe- cha 17 de Febrero: ' «Una catástrofe de esa naturaleza, reclama los derechos de la humanidad, y los rencores de la política deben callar ante ella. Tales calamidades, interesan á los' dos países, aunque es* ten divididos y sean rivales, pues ellas hieren á la gran familia humana. "Nuestra noble nación haciendo un paréntesis á todo otro sentimiento, no puede menos que lamentar este accidente/* Honda impresión causó en Madrid la noticia del desastre, especialmente en los círculos diplomáticos. De ello se podrá juzgar por el. siguiente* cablegrama de origen americano, así como los que citaremos, fechadqs en aquella capital el 18 de Febrero: «Todos los miembros del Gabinete y el cuerpo diplomático dejaron sus tarjetas en la legación americana expresando su condolencia por el desastre del Maine y por las pérdidas de vi- das.» V El presidente McKinley con fecha 19, envió el siguiente des- pacho á su ministro en Madrid: «Washington — D. C. Woodford Ministro, Madrid. Sírvase manifestar á Su Majestad, mis agradecimientos por los mensajes de condolencia y simpatía que manifiesta en un telegrama que se acaba de recibir. — Firmado, McKinley ^n También de la Habana el Capitán General Blanco, envió un mensaje al encargado de negocios de España en Washington, en nombre del gobierno colonial solicitando que se sirviese manifestar la condolencia del Gabinete, por el desastre. El mismo Capitán General aseguró que según los informes por él obtenidos, «la causa de la primera explosión, fué origi- nada, por seiscientas libras de pólvora de algodón y la otra por las bombas y cartuchos.» En 21 de Febrero, el comandante Naval de la Habana de- claró que «existen pruebas de que ningún pescado muerto vino á la superficie después de la explosión que hundió el Maine, y al ocurrir él desastre, no hubo el menor levantamiento de 68 ftgua, que hubiese seguido indudabl^meute si ésta hubiera si- do causada por uua explosión submarina.» A mayor abundamiento, un notable marino norte-americano él vlce-almirante Erben, declara, según se lee en un telegrama fechado ese dia en Nueva York, que el Maine voló por expío* si6n originada en sus propios almacenes y que esa}S cosas ya han sucedido antes.» Ku la misma fecha el capitán Sigsbee, comandante del Mai- ne^ telegrafió al Departamento de Marina, «que diariamente recibió nuevas muestras de simpatía y ofrecimientos de ayuda de jparte de las autoridades españolas.» En 22 de Febrero que se tuvo ya en Madrid un informe par- cial de los buzos, el Sr Sagasta declaró, «que por el examen que han hecho del casco y del interior del buque, el desastre re- conoce por c|iusa algún accidente dentro del mismo buque.» £1 propio día 22, se publicó el siguiente despacho: «dos ca- jas de diez pulgadas con municiones se encontraron, una era de las que hicieron explosión y la otra estaba llena de pólvora.» Le Temps^ periódico francés de reconocida imparcialidad, di- ce en su número correspondiente al 22 de Febrero: "No dudamos por un solo instante qne el Gobierno español sea inocente en esta catástrofe que tanto se ha lamentado, y na encontramos palabras para condenar á aquellos, que por inte- rese.^ mezquinos, intentan manchar la honra de una nación, no- ble por excelencia, arrojándole á la cara la comisión de un cri- men tan atentatorio como el que dá lugar á este artículo. De- jemos que las cosas tomen su verdadero curso, y al fin veremos que la causa sólo fué un accidente imprevisto.» Con fecha 23 de Febrero, el corresponsal de la Prensa Aso- ciada en Washington, telegrafió lo siguiente al Burean Central en Nashville: «Un diplomático que goza de la entera confianza del Minis- terio, y que interpreta la actitud del Gobierno, me dijo esta mañana que tanto el Presidente McKinley, como todos los mienta bfos de su Gabinete^ tiefien a^nplias pruebas de qne la explosión del Maine nofné causada por un acto, e7i el cual haya tenido in- gerencia el Gobierno es pañol ^y^ II La excitación popular en Estados Unidos, obligó á ambos gobiernos á nombrar comisiones investigadoras para descubrir el verdadero origen de la catástrofe. El 24 del mismo mes de Febrero llegó á la Habana el remol- cador «Right Arm,» para dar principio á los trabajos de la 69 Corte Naval Investigadora americana, que duraron hasta el i6 de Marzo. Antes de entrar en conjeturas, bueno es citar un úl- timo telegrama relativo al asunto, y fechado el 2t de Marzo en Cleveland, Ohío, dice así: «Mr. Frank H. .Morris, cuarto auditor del Ministerio de Ha- cienda y amigo íntimo del Presidente McKinley, hablando so- bre el desastre del Maine dijo que: «rcualquiera que haya sido la causa de la catástrofe, el Presidente y los ministros están seguros de que el gobierno español no ha tenido la menor in* gerencia en el asunto.» Prr todos los despachos citados, de origen americano, se ve- rá que no hubo absolutamente nadie que no estuviese confor- me en que, fuera del incendio antes ó después de la explosión, todo partió del propio buque; una de las conjeturas es que la explosión fué de los torpedos que llevava consigo el buque, lo que no deja de ser bastante verosímil, pues lo más probable es que el Maine no tuviera torpedos Whiteheads ni Howelí, por lo qué, con los que se iba á maniobrar debian ser los fijos, que los americanos cargan con dinamita, con lo que, y más si hubo antes una explosión de caldems. que diera el choque inicial, no hay que buscar qtra causa á la catástrofe. Otra conjetura.es la de haberse inflamado el combustible lí- quido que para pruebas tenía á bordo, lo que cabe én lo posi- ble, sobre todo si era como experimento y no tenía todavía las instalaciones que son necesarias para un huésped tan peligroso. No es tampoco despreciable la conjetura de que la explosión de la caldera fuese de una de las que haya tenido con fnegos retirados, si el buque estaba con ciertas precauciones, fuegos retirados que spn siempre del mayor peligro. Queda por último otra conjetura, que más que ninguna pue- de estar cerca de la verdad, y es que el buque se conservara en son de combate, con municiones repartidas por las cubiertas, lo que en momentos de combate es tan sólo de relativo peligro, porque todo el mundo está en su puesto; pero si este sistema se convierte en constante, y además se quiere aparentar que se vive vida normal, y hay forzosamente descuido de las precaucio- nes y entonces el peligro es inminente. Ks indudable que la tempestad de odio que se desarrolló en los Estados Unidos al conocer el dictamen de la comisión in- vestigadora, dio ocasión al partido bélico, para reunir en tor- no de su bandera á todo el país y obligó al Gobierno á decla- rar una guerra, que hasta para los mismos americanos es din- cil de explicar por otras razones. Con tal motivo y después de leer detenidamente, cuanto so^ bre la explosión del «Maine» se ha escrito, no hemos dudado ni un momento en reproducir aquí la parte más interesante del yo extenso y concienzudo artículo que sobre el asunto escribió el teniente coronel J. T, Bucknill, y que fué reproducido por ca- si todos los diarios franceses y por algunos norte- americanos. «El fallo de la Comisión investigadora, dice» es de tal impor- tancia, que sus individuos deberán oir con paciencia el siguien- te examen 6 crítica de su trabajo emprendido con un espíritu amistoso, por uno que desea únicamente cooperar en el esclare cimiento de la verdad del desastre del Maine. Con que ánica- mente consigamos refutar la certeza del fallo de la Comisión americana, habremos realizado una obra meritoria, que tiende á hacer desaparecer la profunda aversión á España, que hoy prevalece en los Estados Unidos. «El Comité de Investigación trabajó durante veintitrés días, y su informe ocupa 281 páginas de pequeños caracteres, cons- tituidas en su mayor parte poi^ un registro de las pruebas tes- tificales realizadas. Antes de entrar en el examen de este regis- tro, que en su perfección abraza multitud de opiniones y de experiencias, y qué por consiguiente, es á menudo confuso y en ocasiones coairadictorio, bueno será referir ligeramente algu- nos hechos anteriores á la catástrofe^ * «Durante algunos años, la rebelión de los cubanos contra Españn, había recibido auxilio de los agitadores americanos, auxilio que el gobierno de Washington no ^abía podido im- pedir. «En los comienzos del presente año existía ya cierta hostili- dad, entré las dos naciones, cuando el 24 de Enero, recibió Mr. Lee, cónsul general de los Estados Unidos en la Habana, el si- guiente telegrama del Departamento de Estado en Washington: «Este gobierno tiene el propósito de reanudar las amistosas vi- sitas navales á los puertos de Cuba. Con este objeto, el Maine irá á la Habana, dentro de uno ó dos días. Ruego á V. prepa- re un amistoso cambio de cortesía con las autoridades.— Firma- do — Day.» «El cónsul Lee, contestó lo siguiente: «Aconsejo se retrase la visita, seis ó siete días para dar lugar á que la úitima exci- tación desaparezca. Veré á las autoridades y comunicaré im- presiones, El Gobernador General está fuera y no volverá has- ta dentro de dos semanas, necesito saber el día y la hora de la visita. — Firmado. — Lee, «El General Lee, fué á Palacio por la noche y leyó el tele- grama á las autoridades. Al otro día, telegrafió en cifra lo si- guiente: «Habana, Enero 25. — En una entrevista entienden autorida- des que los Estados Unidos se proponen fines ulteriores al en- viar el buque. Dicen que entorpecerá autonomía, que produci- rá excitación y ptrobablemente manifestaciones. Piden que 110 7t •> ' . ■ se realice basta que puedan tener instrucciones de Madrid y añaden que si la visita es con fines amistosos el retrazo no ten- drá importancia. — Lee. Y despiíés añadió, el mismo dfa: «Barco llegó sin novedad á lais pnce de la mañana de hoy; basta abora no ha habido ma- nifestación.» «Estos incidentes, parecerá que no tienen nada que ver con nuestro estudio; pero demostraré á mis lectores, que tuvieron señalada influencia en el hallazgo principal del Comité ameri- cano, de que el Matne fué destruido por «la eicplosión de una mina submarina, situada -J)9J o la quilla del barco, explosión que levantó el casco 30 pies sobre su posición normal» casi al nivel del baátidoi número 18. Esa mina ha debido ser muy grande y esta deducción implica necesariamente:- 10 Que la mina fué colocada antes del 24 de Enero. 20 O que la mina fué colocada secretamente junto á la boya no 4 en la noche del 24 de Enero. 30 O que se realizó esa operación después de anclado el bu- que. Respecto al primer punto, si el puerto estaba minado antes del 24 ¿por qué se realizó esta operación y por qué razón ha- bría de practicarse? «El puerto de la Habana es pequeño. La extensión que pre- senta hasta tres brazas de profundidad, no tiene más que una milla de anchura, y además un banco de arena, que partiendo del S — E, la hace aún más pequeña. La embocadura del N — ^^O no tiene en su mayor parte, en una extensión de ocho cables, más que tína anchura de un cab!%. Y ahora preguntó: ¿Qué minero submarino que esté en su juicio, va á minar la parte interior dé un puerto de esa naturaleza ó va á colocar una mi- na cerca de la boya no 4? Sería lo mismo que colocar una iñi- na, frente al muelle no i de los docks de Porttnouth, y aun- que muchos y muy hábiles ingenieros, han estudiado los me- dios de defender este puerto, estoy seguro que ninguno, ni aun en sus momentos más angustiosos, propuso minar las aguas interiores, fronterizas á los muelles. «Si las autoridades de la Habana, querían defender el puer- to, ipientras pudieran resistir, era lo más fácil hacer minar la estrecha y larga entrada. Todo trabajo posterior de esta clase, se haría evidentemente minando las aguas frente á la ciudad que se extiende extrechándose en algún espacio á uno y otro lado de la entrada del puerto. «En una palabra, es casi inconcebible que el puerto de la Habana estuviese minado con algún fin cerca de la boya núm. 4, antes de la recepción del primer telegrama del Gral. Lee el 24 de Enero último. Si fuera preciso decir algo más sobre es- 7» • to, añadiría que el puerto no hubiera podido minarse de esa manera, sin que la ciudad entera tuviese conocimiento de ello; y era evidente después del desastre que ni las personas calleje* ras, ni el mismo cónsul Lee, sabrían oada de tales trabajos. «Por consiguiente, sería completamente pretensioso suponer que el interior del puerto estuviese minado, cuando se anun- ció repentina é inesperadamente á las autoridades españolas, el envío del Maine dieciocho horas antes de su llegada. tfl^a misma palabra inesperadamente^ que emplea el Gral. Lee, atestigua de sobra estJ. El Gobernador General estaba ausente, y el mismo cónsul Lee, no fué consultado de antemano. «Esto nos lleva á examinar el segundo punto: ¿es, cuando menos, probable que se tuviera preparada de antemano una poderosa mina, para colocarse en un momento dado en un de- terminado punto del puerto? De ser esto cierto, ¿con qué obje- to habría de haberse hecho este preparativo? Semejante idea exije un gran esfuerzo de imaginación y es difícil creer que las autoridades españolas, en ausencia del Capitáu General, preparasen rápidamente un plan y llevasen á cabo el nefasto propósito de destruir un buque enviado para realizar una vi- sita amistosa, por una nación con la cual, el gobierno de la Me- trópoli, deseaba á toda costa evitar un conflicto. «Pero si la mina no hubiera estado lista, la operación de car- garla, cebarla y disponer los cables, habría exigido cierto tiem- po, además de que su embarque en una lancha de vapor ú otro cualquier barco á propósito y su colocación en las cercanías de la boya no 4 hubiese necesitado el concurso de nuaierosos ope- rarios; la operación de emplazar habría habido que realizarla á 300 yardas de los nivUelies á 400 del buque alemán Guisenau y á 250 del crucero español Alfonso XIII. «De seguro hubiera sido imposible conservar secreta esta operación, y' sobre todo durante algún tiempo. «Respecto al punto tercero, las anteriores deducciones condu- cen sólo á esta conclusión: que si el dictamen de la Comisión es exacto, la mina debió colocarse bajo el buque, después déla llegada de éste á la boya. «Sólo con examinar la prueba testifical, se adquiere la con- vicción de que se observaba á bordo una extremada vigilancia especialmente de noche, habiéndose establecido dobles guar* dias y patrullas para estar prevenidos á la menor alarma y puestos en servicio todos los botes próximos al buque. «Nada resulta en dicha prueba más claro, que la persuación existente en los tripulantes del Mazne, desde el Comandante hasta el último grumete, de que el puesto era de peligro, to- ncándose las oportunas precauciones, aun cuando ignoro si se lanzaron las redes contra torpedos. 73 '^ «El capitán Sigsbee, despué3 de detallar las precauciones que habían adoptado, conclnia ^ El incidente del «Mainel figura notablemente en el mensaje. Argulle el Presidente que la destrucción del buque en el puerto de la Habana, muestra á Espafíá incapaz de garantizar la seguridad de los barcos extranjeros. - «España ha negado toda relación con aquel desastre, y ha ofrecido someter á arbitraje/todas las diferencias que pudieran surgir de aquel asunto. El Presidente dijo que bajo ningún concepto piensa qué fue- 4se sabio ó prudente reconocer la independencia de la llamada república cubana. Tal reconocimiento era innecesario y no incapacitaba á los Estados Unidos para intervenir y pacificar la isla. Sobre este particular, el Presidente dijo: «Sujetar hoy á este país al reconocimiento de cualquier Gobierno particular en Cu- ba, podía comprometernos á interrumpir las condiciones interna- cionales, obligándonos con una organización casi desconocida. «En caso de intervención, nuestra conducta estaría sujeta á aprobar y desaprobar tal gobierno, quedaríamos sometidos á su * dirección y á asumir su simple relación de amistosa alianza. «Cuando aparezca, sin embargo, que hay en la Isla un go- - bierno será pronto y rápidamente reconocido.» El Presidente dijo que quedaban en la alternativa de la in- tervención para terminar la guerra; ó como imparcial para im- pk>ner un compromiso racional entre los contendientes, ó como aliados activos de una ú otra parte. «La forzosa intervención de los Estados Unidos como neu« trales para contener la guerra, de acuerdo con los amplios dic- tados de la humanidad, y siguiendo muchos precedentes histó- ricos, en que muchos Estados veelnos han intervenido para re- ' ^4 primir desesperados sacrificios de vida, en coaflictos eütre ens convecinos, es justificable en el terreno internacional. «Bl campo de semejante intervención puede reasumirse como sigue: primero: bierno de Madrid, acompañando un aviso de este Gobierno al Gobierno de España para que renuncie á su gobierno y autori- dad en Cuba y retire su fuerzas militares y nayales. Al dar es- te paso, el Gobierno de los Estados Unidos protesta que no tie- ne intenciones ó disposición de ejercer soberanía, jurisdicción 6 dominio en la Isla, excepto para pacificarla y afirmar su deter- minación: que cuando logre su objeto abandonará la Isla y ayudará á sus habitantes bajo la clase de gobierno libre é in- dependiente que deseen establecer. Si al dar la hora del medio día del sábabo próximo, el día 23 de Abril, no se ha comunicado á este Gobierno una respuesta satisfactoria á esta demanda y resoluciones, por las cuales se obtenga la pacificación de Cuba, el presidente procederá en ei acto y sin más aviso, haciendo uso de las facultades que le otorga el Congreso en dichas reso- luciones á llevarlas á efecto. — (Firmado) Shetman, II El Embajador de Francia, Mr. Camben, y el Ministro de Austria, Mr. Henegemuller, se encontraban en la Legación de España cuando el Sr. Polo Bernabé recibió la copia del ul- timátum, inmediatamente se hicieron arreglos para conducir los muebles y enseres de la Legación de España á la de Aus- tria; estos incluían los archibos y la bandera española. El Em- bajador de Francia y el Ministro austríaco obraron juntamen- te en el manejo de los asuntos de España entretanto. El Sr. Polo Bernabé, á pesar de que había perdido toda es- peranza de evitar la guerra, mantuvo la más discreta reserva. En el exterior de la Legación encontrábanse un teniente y un oficial de policía, de guardia. A las diez y media, hora en que se presentaron los Ministros de Francia, Austria y Bélgica, aún no se tenía noticia de si ya se habían fiirmado las resoluciones. A las 11 20 a. m. un men- 89 sajero (un negro) del Ministerio de Relaciones se presentó en la Legación y de una manera inconveniente, dijo que tenía un mensaje del Ministerio para el Ministro de España; el Sr. Polo Bernabé pidió permiso al Embajador francés, con quién en esos momentos estaba ocupado y recibió al mensajero en el co- medor; vio la cubierta, y notando que era el ultimátum, dijo al mensajero que esperase la respuesta. Está ya estaba prepa* tada. No fué una contestación al ultimátum, sino una solicitud de sus pasaportes. Hé aquí el texto de la solicitud: «I^egación de España», Washington, Abril 20 de 1898. — Sr. Secretario: Las resoluciones adoptadas por el Congreso de los Estados Unidos de América y aprobadas hoy por el Presidente son de tal naturaleza, que mi permanencia en Washington se hace imposible y me obliga á suplicar á usted me extienda mis pasaportes. La protección de los intereses de España se ha encomendado al Embajador de Francia y al Mini^ro de Aus- tria-Ungría. Con esta ocasión, por cierto bastante penosa pa- ra mí, tengo el honor de reiterar á usted las muestras de mi mayor consideración. — .Luh Polo Bernabé. — Al Hon John Sherman, Secretario de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos.» La carta fué enviada al Ministerio de Relaciones, por el Mi- nistro, y volvió á reunirse con sus amigos, esperando recibir sus pasaportes. Inmediatamente cesó la calma en la Legación y se hicieron los preparativos para la partida y el envío de ex- tensos cables á Madrid. Todos los efectos oficiales y personales, ya desde tiempo empacados, fueron sellados y lacrados. Se hicieron arreglos con el ferrocarril y estaban listos para partir el Ministro Polo Bernabé, el primer Secretario, Sr Juan Duboc, los segundos secretarios Sres. Pablo Soler y Acqueroni, el .tercer secretario Sr. Balarza, los attachés, los Sres. Pía y Almeida, el attaché militar. Capitán de la Casa, el attaché na« val, teniente de Carrasta. Después de abandonar Washington el Ministro Polo, hizo pública su partida. Estas personas se dirigían, sin pérdida de tiempo, á España. Además de la nota, solicitando sus pasapor- tes, el Ministro español acusó recibido del ultimátum. La exitación de la ciudad hizo al edificio de la legación ser «1 centro de curiosidad de gran número de gentes. La solicitud del Ministro español para obtener sus pasapor- tes, se proveyó á las j2, 45 entregándoselos al Sr. Polo un men- sajero (un negro) del sub- Secretario Day. Los pasaportes iban acompañados de una nota del Secreta- rio Sherman, en que le expresaba su profundo sentimiento por haber sido conducido á dar este paso. En la misma noche el gobierno americano trasmitió á su Ministro en Madrid el General Stward L. Woodford, para que 90 lo presentase al de España, el texto del ultimatutíi. Mr. Wood- ford contestó con el siguiente despacho: Momentos antes de presentar al gobierno español el tiUima' ium de los Bstados Unidos, fui notificado qné las relaciones di- plomáticas^ entre las dos naciones quedaban rotas; he recibido mis pasaportes, entregado la I^egación al Embajador de Ingla- terra y salgo para Paiíís.» Efectivamente, el Ministro Americano se puso en camino y el siguiente día 22, llegó á la frontera. El tren que lo conducía fué atacado varias veces á pedradas, siendo necesario que lo protegiese la guardia civil con los marrazos desenvainados. La excitación aumentó considerablemente, á causa de que en Valladolid, pretendió aprehender la policía á un miembro de la Legación americana apellidado Moreno, á lo cual se opuso resueltamente el General Woodford. En varias bcasiones ocurrieron incidentes más ó menos gra« ves. Los estudiantes del colegio militar de Segovia subieron á la plataforma del tren gritando ¡viva España! Desde Toiosa á San Sebastián un fuerte destacamento de policía custodiaba el tren. En los momentos de entrar en territorio francés, estando el tren detenido, se agrupó numerosa multitud y empezó á pedir que hablara Mr. Woodford y á preguntarle si tenía algo que decir. Este hizo, una significativa señal de asentimiento, y ha- biéndose restablecido el silencio, salió á la plataforma se descu- brió cortesmente y dijo: —¡Adiós! %' CAPITULO VIL La salida de la Habana del Cónsul Lee. — Kompimieuto de las hostilidades. — Cap. tura de la barca española Buenaventura,. — Salida de la escuadra americana- — El bloqueo de Cuba. — Declaraoi nes del Gobierno español y del General Blanco. — Las potencias se declaran neutrales — Nueva proclama de Mc- Kinley. |o solo los Ministros de las dos naciones enemistadas tuvieron que soportar las destemplanzas de la plebe al abandonar sus respectivas cancillerías, según he- mos visto; los Cónsules generales se encontraron en la misma penosa situación, y aun, muchos particulares que los acompañaron al retirarse. Pero ninguno de aquellos personajes se vio tan groseramente'^ denostado como Mr. Pitzhugh Lee, Cónsul americano en la Habana, sin duda por la activa participación que había tenido en la cuestión cubana, cuyo desagradable epílogo se iba á pre- sentar. Cuando se dirigió de su residencia al vapor que debía conducirlo á los Estados Unidos, así como á sus compatriotas que se embarcaban con él, fueron todos silbados y apedreados por el camino. De la multitud salían gritos de «fuera de aquí, yankees cochinos,» y otros parecidos. Kste incidente contribuyó no poco á que, cuando el Cónsul General de la Habana fué recibido en audiencia privada por el Presidente McKinley, diese muchos exagerados informes de la situación, inspirados en el deseo de concitar las iras del pueblo americano contra los españoles, por el efecto de indignación y el deseo de venganza que en su ánimo habían producido aque* líos actos. Antes que la solución pacífica del conflicto internacional se hubiese kecho imposible, comenzaron los preparativos de gue* rra en los Estados Unidos. Desde el año anterior, y bajo la dis- culpa de que los buques eran recientemente comprados y debía 92 ensayarse la puntería de sus cañones, se practicaban verdade- ros simulacros de combate en los ejercicios de tiro al blanco. En España por el contrario, se hacían, sin precipitación, com- posturas y reparaciones, cuando la guerra estaba en vísperas de declararse y aún, muchos de sus navios concurrieron á la lucha con serias averiasen sus máquinas, según tendremos oca- sión de verlo después. Esta nación compró algunos, á última hora, obligada á ha- cerlo, más bien por los donativos que liberalmente ponían á su disposición con este objeto las colonias de la América latina, que por haber premeditado la guerra naval. Debemos mencionar las fuertes sumas enviadas por las sus- cripciones de la colonia argentina, y la mexicana especialmen- te, que en distintas partidas y ocasiones llegó á remitir un mi- llón de pesos, y habría continuado la colecta para contribuir á la compra de buques de guerra, si ésta no se hubiese declarado, y la actitud neutral del gobierno de nuestro país no lo hubiese impedido. Las dimensiones de este libro no nos permiten, como deseá- ramos, reproducir aquí la distribución que se hizo de tan va- liosos donativos, muchos de los cuales, no sólo fueron para com-^, prar buques de guerra, sino también para aliviar la horrorosa . miseria que había en las clases menesterosas de Cuba. Baste . decir que además de metálico, se enviaron muchas remesas de^ víveres consistentes en harina, semillas de todasi clases, etc. Los Estados Unidos compraron en Abril los buques «Parí§,» «St. Louis,» «St. Paul» y ofNltchroy.» El día 22 se declararon las hostilidades oficialmente entre uno y otro país. El primer acontecimiento de la guerra fué la captura, verifi- cada por el cañonero americano Nashville, de la barca españo- la «Buenaventura» que con un cargamento de duelas se dirigía á Veracruz. Era la «Buenaventura» una embarcación de cien toneladas, y tripulada por veinte marineros. El cañonero americano comen- zó & dispararle granadas, apenas le dio vista, muy cerca de Cayo Hueso, por lo cual hubo aquella de rendirse siendo con- ducida al puerto por su aprehensor. Esta presa que se reputó injustamente consumada, por no conocerse aún la declaración de guerra, dio origen á las protes- tas de los dueños de la «Buenaventura» sin que nada hubieran obtenido, á pesar de lo justificado de la reclamación. Por lo demás, vino á influir en las gentes supersticiosas, quienes no auguraron nada bueno para los españoles, de una guerra que comenzaba con la pérdida de una barca cuyo nombre era tan significativo. 93 En el mismo día se comenzó á hacerse á la mar la escuadra americana del Norte Atlántico, zarpando á las 5.45 a. m. con rnmbo al estrecho dé la Florida, que es el punto por donde se cruza menor extensión de mar entre Cayo Hueso y la Habana. Estaba compuesta la escuadra del buque almirante acoraza* do «Nueva York,» el «lowa» y el «Itidiana» los cruceros «Mar- blead,)» «Detroit» y «Nansville,» los cañoneros «Puritan,» «He- lena,» «Willmington,» «Cristine,» «Machias» y «New-Port,» el monitor «Anphitrite,» el «Mangrove,» el «May fiover» y los tor- pederos «Cussing,» «Dupont,» «Porter» y «Footering.» Fué también firmada en igual fecha por el Presidente Me- Kinley la proclama en que notificaba á las naciones el bloqueo del Puerto de la Habana por la escuadra americana. El documento dice á la letra. «El Presidente de los Estados Unidos de América proclama, que facultado por las resoluciones del Congreso aprobadas el día 2a de Abril de 1898, se dirigió al Gobierno de España de^ mandando á dicho Gobierno que renuncie su autoridad y go- bierno en la Isla de Cuba y retire sus fuerzas militares y nava- les de Cuba y su*? a^uas; y que habiendo sido facultado para hacer uso de las fuerzas navales y militares de los Estados Uni- dos, y en caso necesario, hacer uso de las guardias nacionales de los Estados, para llevar á efecto esta proclama, el Presi- dente considera necesario iniciar y sostener el bloqueo de la costa Norte de la Isla de Cuba, incluyendo todos los puertos de dicha costa entre Cárdenas y Bahía Honda, y el puerto de Cien- ^ fuegos en la costa sur de la Isla de Cuba, por lo tanto yo Wi- ' Uiam McKinley, Presidente Constitucional de los Estados Uni- dos, con el fin de llevar á efecto las resoluciones mencionadas, por este acto declaro y proclamo que los Estados Unidos de América han instituido y mantendrán el bloqueo de la costa Norte de la Isla de Cuba, incluyendo los puertos en dicha cos- ta entre Cárdenas y Bahía Honda, y el puerto de Cienfuegos en la costa de Cuba. Cumpliendo con las leyes de los Estados Unidos y la ley de las naciones aplicable á este caso, una fuer- za suficiente se colocará para evitar la entrada y salida de bu- , qucs á dichos puertos. Cualquier buque, neutral que se acerque 6 que intente salir de un puerto sin previo aviso 6 conocimien- to del establecimiento del bloqueo, será oportunamente adver- tido por el Comandante de la escuadra bloqueadora y registra» rá en sus libros el hecho y fecha de la advertencia, y si este mismo buque intentara entrar en alguno de los puertos blo- queadores será capturado y enviado al puerto máls cercano para instruirle causa contra el casco y cargamento como presa, si es que así se estima conveniente. Buques neutrales que se en- cuentren en dichos puertos tendrán un plazo de 30 días para salir, contados desde el establecimiento del bloqueo. 94 Y para su constancia y fines consiguientes, firmo la presen- te proclama y ordeno sea sellada con el sello del Gobierno de los Estados Unidos. Dado en el Palacio del Poder Ejecutivo de la ciudad de Washington, este día 22 de Abril de 1898. A. D. y 122 de la Independencia de los Estados Unidos. (Firmado). IVm. McKintey.y^ II Por su parte, el Gobierno colonial publicó un manifiesto ea Cuba, protestando contra la intervención de los EstadiOs Uni- dos la cual se efectuaba precisamente en los momentos de inau- gurar el nuevo régimen que garantía ampliamente la libertad política de la. Isla, y cuando se iba á elegir el primer parla- mento colonial que reemplazaba la soberanía de España por medio de la autonomía. El manifiesto después de agregar que los americanos no te- nían otro propósito que la anexión de Cuba concluía con estas palabras: «Es deber de todos los habitantes rechazar la invasión. Re- cordad la conducta de los defensores de la Habana contra la in- vasilón inglesa de Abermasle.» El Capitán General Blanco publicó también un decreto dero- gando el que concedía perdón á los insurrectos y sujetando 9 la ley marcial á todos los culpables de traición, crímenes con- tra la paz ó contra la nación, revueltas, sediciones, etc. Los aprestos para la defensa de la Habana se hacían con gran activdad, las baterías se alistaban y los ayudantes de órdenes corrían en todas direcciones llamando al ejército á las armas. La artillería de las fortificaciones fué minuciosamente revista- da y los artilleros recibierou consignas de hacer guardia sobre los cañones toda la noche. El General Blanco salió para Santa Clara que se encontraba revuelta, y el Gobernador Militar, Ge- neral Arólas, asumió el mando de la Habana. Los insurrectos continuaban haciendo oposición al régimen autonómico implantado por España, alegando que faltaba el verdadero gobierno independiente; y que aquel sistema repre- sentaba la continuación del dominio colonial. Así es que tan luego como fueron derogados por el general Blanco los decre- tos de amnistía y perdón por los delitos políticos, volvieron á asumir su carácter intransigente los revolucionarios y se mani- festaron abiertamente aliados de los americamos, proyectando por entonces un ataque-sobre la Habana, que esperaban seria secundado por la escuadra bloqueadora, para obrar en combU nación. 95 La Gaceta Oficial del Gobierno de Mfüdrid, publicó el siguien- te deoreto, con fecha 24 de Abril: «Las relaciones diplomáticas con los EstadoA Unidor están ro« tas. y el estado de guerra ha comenzado ^ntre ambas naciones. Se han suscitado numerosas cuestiones sobre la ley interna- cional, las cuales tienen que ser definidas con precisión, prin- cipalmente porque la injusticia y la provocación proviene de nuestros adversarios, y ellos son los que por su conducta detes- table han originado este grave conflicto.» SI mismo día la escuadra americana apostada frente á la Habana, se puso en linea de combate, encabezada por el cruce- ro almirante «Nueva York» y dio gran presión al vapor de sus máquinas á eso de las cuatro de la tarde. 1B\ motivo de aquel movimiento fué el haberse avistado un buque entre la Habana y Matanzas que parecía caminar con rumbo al Este. Bien pronto los buques americanos se pusieron á la caza dejando atrás á todos el «Nueva Yorky que marchaba con mayor velocidad. Los artilleros de éste recibieron orden de cargar y estar alerta. Después de algunos nudos recorridos, se distinguió perfectamente la bandera española que flotaba so- bre el buque perseguido, el cual á todo vapor pretendía alcan- zar agua de poco fondo. Cuando se encontraba ya á tres millas de la costa, y á una del Nueva York, empezó á disparar sobre el barco español, que era el «Pedro de Bilbao.» Este se paró y fué apresado por los americanos. Fueron también apresados los buques «Jover» y «Remus» en las mismas aguas. £1 primero, español, fué conducido con el «Pedro» á Cayo Hueso. El segundo, alemán, después de haber justificado que ignoraba la declaración de guerra, fue puesto en libertad. Lá escuadra española apostada en Cabo Verde, esperaba ór- denes para marchar, y el Almirante Cervera mostraba gran impaciencia por entrar en acción. El Capitán General de Cuba, Señor Blanco, telegrafió á su gobierno que los buques españoles podían ser utilizados en cual* quiera otra parte fuera de la Habana, porque este puerto se bas- taba para su defensa. !> cuestión de subsistencias se iba volviendo difícil á con* secuencia del bloqueo. Los víveres todos encarecían notable- mente, y la carne era un artículo verdaderamente difícil para su adquisición. Con fecha 26 la Gaceta Oficial del Gobierno británico publi- có una proclama de neutralidad definiendo la actitud de las autoridades inglesas con respecto á los subditos ingleses duran- te la guerra entre España y los Estados Unidos. % El Gobierno español envió también á las potencias una cir- cular expresando su sentimiento por la dura necesidad de verse obligada á apelar á la fuerza para repeler la escandalosa agre- sión de los Bstados Unidos y defender la integridad nacional y la dignidad histórica del patrio suelo. La circular continúa así: «La historia ofrece pocos ejemplos en que la razón sea tan evidente de una parte, y el ultraje tan marcado de la otra. España tiene de su parte la razón, el proceder correcto y la prudencia, mientras que los Bstados Unidos no tienen de la suya más que deslealtad é impulsos de desmedidas ambiciones.» Después de referirse á la execrable conducta del General Fitzhugh Lee, la nota reproduce el texto de las resoluciones del Congreso marcando las últimas palabras «como tratando de . libertar á los cubanos. i> Se predice también que Cuba no se declarará pacificada has- ta que esté lista para manejarse por sí misma. La nota da detalles de la ruptura de las negociaciones entre España y los Estados Unidos, terminando con la siguiente de- claración: ♦ «El pueblo español espeta el ataque con tranquila serenidad decidido á vender caras sus vidas y á defender con energía sus derechos de permanecer en América. Confía que en esta obra tendrá el apoyo de los cubanos que han permanecido fieles, co- mo de los mismos españoles.» III Eu el Ministerio de Guerra y Marina de Estados Unidos se desplegaba la mayor actividad. A la vez que había sido publi- cada la proclama del presidente McKinley llamando á las ar« mas á los voluntarios, se había dirigido un mensaje al Comodo- ro Dewey, que se hallaba entonces en el mar de la China, para que alistase su escuadra y se dirigiese sin pérdida de tiempo á atacar á los buques españoles surtos en la bahía de Manila del Archipiélago Filipino, y tomará posesión— si el éxito no le era desfavorable — de la capital de aquellas islas. Al mismo tiempo se preparaba la expedición invasora de Cu- ba que había de desembarcar en un puerto de la costa oriental, provista de gran cantidad de municiones de boca y de guvra, y se hacían arreglos para que las fuerzas de los insurrectos apoyasen el desembarco. £1 Ministerio de Relaciones había entrado también en un período de gran actividad, con motivo del aviso á las naciones así del rompimiento de las hostilidades, como del bloqueo de Cuba. 97 La declaración de gnerra fue comunicada por la siguiente nota: «Ministerio de Relaciones. Abril 25 — El' Congreso aprobó el día 20 de Abril una resolución referente á la intervención para la pacificación é independencia de la Isla de Cuba. El Gobier- no español con fecha 21 de Abril informó al Ministro america- no en Madrid que consideraba esta resolución equivalente á nna declaración de guerra, y que por lo t anto, retiraba á su Mi- nistro en Washington, terminando así todas las relaciones di* plomáticas. «Por esta razón el Congreso aprobó hoy una resolución de- clarando que un estado de guerra existe entre ambas naciones, incluso el día 21 de Abril. «Informad al Gobierno ante el cual estáis acreditado que ase- gure la neutralidad en la presente guerra. [Firmado] Sherman.» El siguiente día se publicó en Washington una nueva pro- clama del Presidente de la Unión Mr. McKinley, cuyo texto damos á conocer. «Proclama del Presidente de los Estados Unidos: En virtud de un acto del Congreso aprobado el 25 de Abril de 1898, en que se declara que la guerra existe y que la guerra ha existido desde el 21 de Abril A. D. 1898 incluso el mismo día, entre los Estados Unidos y el Reino de España y en virtud de que se desea que esta guerra sea conducida basada en los principios de armonía con la presente opinión de las naciones, y sancionados por el último sistema ya anunciado de que la política de este gobierno será la de no recurrir al corso, sino sujetarse á las condiciones del Tratado de París, por lo tanto, yo Wm. Mc- Kinley, Presidente Constitucional de los Estados Unidos de América, en virtud de las facultades que me conceden la Cons- titución y las leyes, por lo tanto, detlaro y proclamo: ^Primero, La bandera neutral ampara las mercancías enemi- gas, con excepción del contrabando de guerra. ^Segundo, Las mercancías neutrales que no sean contraban* do de guerra, no pueden ser confiscadas aunque estén bajo la bandera enemiga. TetcerOy lyos bloqueos para que sean obligatorios, deben ser efectivos. Cuarto, Los buques mercantes españoles, en cualquiera de los puertos ó aguas dentro de los Estados Unidos, se les permití- rá hasta ei 21 de Mayo inclusive, descargar y zarpar de dichos puertos ó aguas; y si estos buques son escontrados en alta mar por cualquiera de los buques de los Estados Unidos, se les per- mitirá continuar su viaje, si después de visitados aparece que sus cargamentos fueron tomados á bordo antes de la expiración del plazo indicado, siempre* que ninguna de las cláusulas ante* riores pueda aplicarse á barcos españoles, teniendo á su bordo 98 oficiales en el servicio militar 6 naval del enemigo, ni carbón, excepto aquel que sea necesario para el yiaje ú otro artículo prohibido ó contntbando de guerra 6 que lleven algún despa- cho del 6 para el gcbierno español. ^Quinto. Cualquier buque mercante español que haya zarpa- do antes del 2i de Abril de i8$8 de cualquier puerto extranje- ro para los puertos 6 aguas americanas, se le permitirá entrar á estos puertos 6 aguas, descargar y salir sin ser molestado; si algunos de estos buques son encontrados en alta mar por los buques americanos se les permitirá continuar su viaje á cual- quier puerto que no esté bloqueado. ^Sexto. Se ejercitará el derecho de vista con estricta sujeción á los derechos de los neutrales y los viajeros de los vapores co- rreos no serán interrumpidos, salvo que existiesen sospechas de que violan las leyes con respecto al contrabando ó bloqueo. (Firmado) Wm. McKinley, i», «Dado en ei Palacio del Poder Ejecutivo en Washington á los veintiséis días de Abril de 1898. Las declaraciones de neutralidad en Francia, Austria, Por- tugal, Japón, México y algunos paises sub» americanos se fue- ron haciendo sucesivamente en los días inmediatos. Alemania manifestó que reservaba sus derechos para adoptar una deci- sión, y no fué sino algún tiempo después cuando se declaró también por la completa neutralidad. Mientras estos sucesos se desarollaban en América, prepa- rábanse otros más sensacionales en las posesiones españolas de Asia. Bl Comodoro americano Jorge Dewey al mando de una po- derosa escuadra se acercaba á Filipinas. Bl Almirante espa- ñal Montejo, cuyo heroísmo había de dar carácter á la página más épica de esta historia nefasta, se preparaba para salir á su encuentro comandando una ñotilla de barcos de madera, tri* pulados por hombres que habían hecho previamente el sacrifi- cio de su vida en aras del amor á la patria y del honor español. CAPITULO VIII. Principia U guerra. — "Breve reae&a histórica de las Islas Filipinas. — £1 primer combate naval. — C mo eran los buques españoles y cómo los americanos que combatieron. — Descripción de ]# batalla de Carite. — Valerosa coqducta de los españoles; — Muerte del capitán Cadarso Bey.— *Buques echados á pique. -^Partes oficiales de la batalla. — Opini<^n de un escritor francés, testigo pre- sencial. j m^J. ¡c< estado de guerra existía ya de hecho entre España y América. En los dos continentes se creía que el primer cañonazo iba á resonar de un momento á otro. ^ Se supuso que los buques americanos próximos á la Isla hubiesen roto el fuego sobre uno de sus puertos y que el primer combate tendría lugar en la costa cubana, en el gol- fo de México 6 en tierra de la misma Antilla ó, en todo caso, en algún punto del Atlántico. Así es que la noticia de que la primera batalla se había verificado el 19 de Mayo en Manila, se recibió con verdadera sorpresa. Los sucesos posteriores desarrollados en el Archipiélago fiU-* pino le han dado gran significación en la política internacio- nal; por lo tanto creemos oportuno, antes de hacer la descrip- ción de la memorable batalla, decir dos palabras acerca de su geograña histórica y política. Las islas Filipinas se hallan situadas en la parte septentrión nal del Archipiélago asiático. Las rodea por el Norte y Oeste el mar de la China; por el Este el Océano Pacífico y por el Sur el mar de Céfebes. La tierra más próxima al Norte es la isla Formosa, al Este, las islas Palaos; al Sur, las islas Célebes al Oeste el Borneo y al Oeste la Cochinchina.— En cuanto á la distancia con España, la más corta para la navegación es de ió,58o kilómetros á través del Canal de Suez y de 25,000 por el cabo de Buena Esperanza. — Las 1,400 islas que forman el Archipiélago filipino, se dividen en cinco grupos: Lnzó^n, (la 100 más importante), Bisayas, Paragua, Jol6 y Mindanao. Alguna vez se baa visto obligadas las autoridades militares de estas dos últimas provincias, á reprimir enérgicamente los desmanes y fechorías cometidas por ciertas hordas levantiscas y rapaces, pertenecientes casi en su totalidad á la raza musulmana, por- que la gran mayoría de la población isleña se compone de ma- layos, cuyo carácter dócil y sumiso se ha hecho siempre nota- ble, dando por lo tanto muy poco que hacer á las autoridades de la Colonia. £n estos últimos años ha habido algunas rebe- liones de los naturales, instigados por las tenebrosas maquina- ciones de las sociedades secretas que tanto abundan en la Isla. Ql gobierno peninsular recuerda ahora el pérfido proceder del Dr. Rizó, así como el del célebre revolucionario Emilio Aguinaldo. Este, habiéndose obligado á no hacer armas contra España, recibió, según convenio, gruesas sumas de manos del ex Capitán general Primo de Rivera, juró y dio su palabra de honor entonces, de que no volvería á tomar parte en la revolu- ción, para acaudillar después á los insurrectos en el movimien^ to sedicioso que estalló no hace mucho. No es este el único caso de perfidia que se registra en la historia de las revolucio- nes coloniales. El ex-Capitán general Martínez Campos pagó también bastante cara la conducta traidora de los jefes insu- rrectos cubanos en 78, (i) sin obtener mejores resultados. I^as Islas Filipinas fueron descubiertas en 1521 pox los in- signes navegantes Magallanes y Elcano, durante el reinado de Felipe II cuyo nombre llevan en honor de este monarca. D. Luis Velasco, segundo virrey de la Nueva España, fué quien organizó la expedición que había de conquistarlas, y nombró jefe de ella á D. Miguel López de Legsizpi. El día 21 de Noviembre de 1563 salió dicha expedición del puerto de Navidad y después de tres meses de navegación llegó á fili- pinas el 13 de Febrero del siguiente año, procediendo desde luego á la conquista, que debido á su habilidad, pudo llevarse á cabo sin tropiezos y el día 15 dé Marzo de 1871 tomó pose* sión de ellas á nombre del Rey de España. Las Filipinas tienen una extensión territorial de 398,772 ki- lómetros cuadrados; en la actualidad su población es aproxi- madamente, de unos 7.000,000 de habitantes, los que pertene- cen en su gran mayoría, como antes dijimos, á la raza malaya. El elemento peninsular, no predomina aquí como sucede ea Cuba. El país es sumamente fértil y rico; la agricultura es la fuente principal de esta riqueza; las producciones de café, ca- cao, tabaco, vainilla, etc. y muy particularmente sus maderas -Í.VÍ (1) A este respecto paede rerae lo públieado por el Señor Dupuy de Lome, Mi- nistro de España en Washington, exponi(*ndo sn juicio sobre la inanrreoclón cif> baña. Aparece insertado en la página 48 de este libro. 101 preciosas, frutas tropicales y plantas textiles, son exportadas en grandes cantidades á los mercados de Buropa y Norte Amé- rica. A raíz del levantamiento iniciado en Baire (isla de Cuba) ha- ce tres años, llevóse á cabo otro semejante en esta apartada re- gión de Oriente, siendo en poco tiempo sofocado por las ague- rridas huestes del General D. Camilo Polavieja. Después han vuelto los belicosos isleños, capitaneados siempre por el cabe- cilla Aguinaldo, á hacer armas contra España. Últimamente tomó la insurrección mayores proporciones debido á la inter- vención armada de los Estados Unidos* No es esta tampoco la primera vez que las islas Filipinas se ven atacadas por invasores extranjeros. El año de 1762 arribó al Archipiélago una escuadra inglesa, al mando del almirante Jorge Cornish y del brigadier Drapier, quienes intimaron la rendición de Manila, bombardeándola al ver su resistencia. I^a pusilanimidad é ineptitud de su Gobernador General, el arzo- bispo Rojo, hicieron que el Consejo de administración y gobier- no, unido á las principales autoridades militares y civiles, nom- braran entonces Gobernador y Capitán General interino á D. Simón Anda y Salazar quien supo mantener en las Filipinas el prestigio y dominio de España. Debido á su valor y patriotis- mo, á pesar de hallarse Manila en poder de los invasores ingle- ses, el nuevo Capitán General logró organizar un pequeño ejér- cito voluntario, con el que pudo encerrar al enemigo y derro- tarlo completamente, subsanando asf el error y las debilidades del arzobispo Rojo, que ya habfa subscripto el acta de cesión de la capital del archipiélago filipino á la gran Bretaña. Hecha poco después la paz con Inglaterra, D» Simón Anda y Salazar entró en Manila al frente de sus tropas, cuyo contin- gente se componía de 5,800 hombres sin disciplina, pero ani- mados por el más leal y ardiente patriotismo. ÍI Declarada á España la guerra por la República de Norte- América, parece que se había meditado con anticipación, muy á la sordina, dar un golpe seguro sobre las posesiones españo- las en la Oceanía, que nadie se hubiera esperado jamás, pues- to que el motivo que tuvo esa nación para emprender la gue- rra, fué darle la libertad á Cuba. El Gobierno de Washington libró stts ordenes al Comandan- te de la escuadra americana en el mar asiático, prevlniéndolt 3ue á la mayor brevedad se dirigiese con sus naves rumbo al Lrchipiélago filipino, de cuyas costas no se encontraban en- tonces muy distante. 102 Cumplidas estas órdenes, se avistaron poco tiempo después én aguas filipinas los buques de guerra americanos, al mando del Comodoro Dewey, y cuyas fuerzas navales eran las siguien* tes: el «Olympiax» buque almirante, crucero protegido de prime- ra, de 5.880 toneladas, 21 nudos de velocidad; 4 cañones 8 pul- gadas; 10 cañones de tiro rápido de 5 pulgadas; 4 cañones de 6 libras, 6 de una libra y 4 ametralladoras. «Baltimore,» cruce* ro de segunda clase, con 4,600 toneladas, 20, 6 nudos de velo- cidad, 4 cañones de 8 pulgadas, 6 id. da 6 pulgadas, 4 caño- nes de 6 libras de tiro rápido; 3 cañones de 3 libras, 2 cañones de I libra, 8 pulgadas y 2 ametralladoras. «Boston,» crucero' de segunda, con 3. 189 toneladas; velocidad 55 nudos; 2 ca- ñones de á 8 pulgadas, 6 cañones de i 6, 4 cañones de 6 libras de tiro rápido, 2 de á 3 libras, 2 de á una libra, i de á 8. 3 de á una pulgada, y dos ametralladoras. «Raleigh,» de segunda clase, velocidad, 19 nudos, un cañón de seis pulgadas, 10 ca- ñones de 5 pulgadas de tiro rápido, S cañones de 6 libras, 4 de libra y 4 ametralladoras. «Concord,» de tercera clase, coa I. 700 toneladas, 17 nudos de velocidad, 6 cañones de 6 pulga- das, 2 cañones de 6 libras de tiro rápido, 3 de 3 libras, un ca- ñón de I libra y 6 ametralladoras. «Petrel,» de cuarta cíase con 890 toneladas; 13 nudos de velocidad, 4 cañones de 6 pulgadas, 2 cañones de 6 libras de tiro rápido y 4 ametralladoras. Acom- pañaban á estos buques de combate los transpprtes armados, «Helene,!» «Zapbir» y «Nashani,» el guarda costa «Me CuUongh» el carbonero «Sahn» y el buque de provisiones «Seafarer.» Es- tos dos últimos, asi como el «Zaphir» y «Nashani» no tomaron participación en la contienda, permaneciendo á alguna distan- cia fuera de la linea de combate. A fin de que se pueda juzgar con toda conciencia é impar- cialidad del sangriento drama desarrollado en Cavite en las primeras horas de la mañana del día 10 de Mayo damos á con- tinuación un pormenor del número y calidad de buques espa- ñoles que hicieron frente al poderoso enemigo. Fueron estos barcos: el «Reina María Cristina,» buque almirante, de 3 450 toneladas, botado al agua en 1881; con una velocidad de 12 nu- dos; 6 cañones Hontoria de 6. 2 pulgadas, 2 cañones de 2.7 pul- gadas, 3 de 2. 3 pulgadas de tiro rápido, 6 cañones de 1,4 pul- gadas y dos ametralladoras. «Castilla,» Crucero de segunda cla- se, construido en el año de 1881, de 3. 342 toneladas, 3 cañones Krupp de 5. 9 pulgadas, 2 cañones de 4. 7 pulgadas, 3 cañones de 3. 3 pulgadas, 2 cañones de tiro rápido y 2 ametralladoras. «Velasco,» cañonero que se hallaba en la ensenada de Bacoor» reparándose, de 1.512 toneladas, 3 cañones Hontoria de 5.9 pulgadas, * 2 cañones Armstrong de 7 pulgadas y 2 ametra*- lladoras. «Don Antonio de Ulloa;» de 1,130 toneladas, 10 nudos 103 de velocidad, con 4 cañones Hontoria, de 7 pulgadas, 3 caño- nes de 2 pulgadas y dos ametralladoras. «Don Juan de Austria,» de 1 130 toneladas, 11 nudos de ve- locidad, 4 cañones Hontoria, de 7 pulgadas, 2 cañones de tiro rápido de 2 pulgadas, i cañón de 15 pulgadas y 2 ametrallado- ras. «General Lazo,» cañonero de 524 toneladas, 10.5 nudos de velocidad, 2 cañones Hontoria de 47 pulgadas, i de 3.5 pul- gadas. 2 cañones pequeños de tiro rápido y t ametraHadora. «Bl- cano,» de 520 toneladas y 10 nudos de velocidad, 3 cañones de 4.7 pulgadas, i de 3.5 pulgadas, 2 cañones pequeños de tiro rápido y i aínetralladora. «Marqués del Duero,» aviso de ' 400 toneladas, 9.6 nudos de velocidad, con 1 cañón de 6.2 pulgadas, 2 cañones de 4 7 pulgadas y i ametralladora. «Isla de Cuba,» crucero de 3a clase;de 1,400 toneladas, 10.5 nudos de velocidad, 4 cañones Hontoria de 4.7 pulgadas, 2 cañones pequeños y 2 ametralladoras. «Isla de Luzón,» de 1030 to- neladas, 9.6 nudos de velocidad, 3 cañones Hontoria de 4.7 pulgadas, 2 Cañones de 3.5 pulgadas y 2 ametralladoras. «Isla de Mindanao,'' vapor- correo de la Compañía Trasatlántica, que no tomó ningún participio en el combate, lo mismo que eV trasporte «Manila,» los cuales permanecieron fondeados en la ensenada de Bacoor durante la contienda. Todos estes barcos, excepción hecha de los cruceros «Reina María Cristina,» «D. Antonio de Uiloa» y «D. Juan de Austria» eran de madera f ca- recían del blindaje de protección. Algunos de ellos se encontra- ban e^n muy mal estado, resultando casi inútiles para el ser* vicio. , En cuanto á su armamento, debemos hacer constar que muy pocos fueron los que llevaron cañones de tiro rápido. Sólo el buque «Reina María Cristina» poseía los cañones de 14 centí- metros, que era lo que más valía del artillado de la flota espa- ñola. Adolecía ésta también de la falta de un cuerpo práctico é idóneo de maquinistas, pues en la premura con que se procedió á su organización hubo necesidad de echar mano de hombres que nunca habían sido marinos de guerra. I^os cuerpos de con- destables y artilleros también fueron muy deficientes, y algu- nos reclutados á última hora; el desastre tenía pues que resul- tar no solamente probable, sino ineludible para España. En resumen, cinco fueron las naves españolas, que represen- taron algún valor efectivo en esta hecatombe, las que en con- junto sumaban 11,290 caballos de fuerza, 13.371 toneladas, 76 cañones, 1,875 tripulantes y 12 millas de velocidad el de ma- yor andar. I^a escuadra norteamericana se componía en su mayor parte, de cruceros protegidos y modernos, con una velocidad media de algo más de 17 millas, y de cañoneros de primera, con un 104 ' ^ total de 21,410 toneladas, 4$, 290 caballos de fuerza, 163 bocas de fuego (la mayor parte de tiro rápido) 1,750 plazas á bordo, montando el «Oly tupia» 4 formidables cañones de 20 centíme- tros; los cañoües fueron gobernados por artilleros ingleses con- tratados antes de zarpar del puerto de Hong Kong la escuadra norteamericana, por el Gonsul de esta nación. Mr. Wildam, quien ofreció á las Uuejackets británicos 500 dollars m^ensuales en pago de sus servicios. Debemos hacer constar también que dichos marinos ingleses eran en su mayoría desertores de la escuadra de la Gran Bretaña. Tal es la versión de un subdito francés que se encontraba en el lugar de los acontecimientos, y que á continuación trascribimos. Bl día 25 de Abril, á media noche salió el Con oal mirante de la escuadra española D. Patricio Montojo de la bahía de Ma- nila para el puerto de Subic, acompañado de los cruceros «Rei- na María Cristina,» y «Marqués del Duero,» el «María Cristina,» fue echado á pique por $us denodados de- fensores, á fin de que nada pudiese aprovechar de él el enemi- go. Bl Contralmirante Don Patricio Montojo arboló inmediata- mente su insignia en el crucero «Isla de Cuba». Bl heroico co- mandante del «Reina Cristina» Don Luis Cadarso y Rey fué herido por una granada mientras dirigía las maniobras de saU vamento á bordo del navio. Fué uno de los jefes de la armada que más se distinguieron durante el combate. Cuando había perdido toda esperanza de salvar su buque, no quiso salvarse tampoco. Aceptó voluntariamente la muerte y se hundió con él, en compañía de sus marinos muertos y heri- dos, bajo las profiiMclidades del océano. El «Don Antonio de Ulioa» se defendió no menos heroica- mente: con dos únicas piezas dé que pudo disponer y con quin* ce hombres para los servicios indispensables de tan escasa arti* Hería, hizo frente á los gruesos proyectiles del «Olympia» y del «Concord,» que no tardaron en causarle rumbos en su finea de flotación y en echarlo á pique . pocos momentos después. Fué muerto su bravo comandante, lo mismo que aquellos denoda- dos marinos. «Bl Castilla» luchó con tesón, pero su artillería fué pronto inutilizada por las metrallas enemigas y sólo del cañón de po- pa pudo servirse hasta el fin. Corrió este buque la misma suer- te que los otros; incendiado por las granadas americanas fué echado á pique por su comandante D. Alonso Morgado, que lo abandonó á tiempo, salvando al resto de la tripulación de una manera ordenada. Sus bajas fueron de 32 muertos y 90 heridos. Bl *'Don Juan de Austria,*' con bastantes averías y muchas bajas, y teniendo las carboneras incendiadas, acudió en auxi- lio del '^Castilla,'* pero poco, mejor dicho, nada podía hacer en favor de este navio, por las condiciones lamentable, en que se encontraba. Bl *'Isla de Luzón*' tenía también tres cañones desmontados, y serias averías en su casco y arboladura, y por último el ^'Mar- qués del Duero** quedó con sus máquinas inservibles, lo mismo que uno de sus reductos y el cañón de proa. A las ocho de la mañana suspendió el fuego la escuadaa ene* miga, dando entonces orden Montojo que los buques que aun no quedaban, fuesen á tomar posisiones en la ensenada de Eacoor» y resistiesen allí hasta el último extremo al enemigo. IV. Tres horas después se reanudó el combate, la escuadra ame- ricana formó un estrecho círculo con el objeto de acabar con los restos de la flota española, lo cual consiguió después de unos cuantos disparo?, por la escasa resistencia que pudo pre- sentar con los pocos cañones que aun conservaba montados. Había llegado el fin del desastre, el epílogo del sangriento dra- ^ ma: no era posible sostener por más tiempo tan triste situación. Todo se había perdido en Filipinas para Bspaña. menos su ho- nor y su dignidad. Sus bravos y nobles hijos fueron vencidos, es cierto, pero jamás por cobardía ó falta de patriotismo; te- nían obligación de luchar hasta morir, pero nunca se les po- dría exigir que alcanzasen la victoria. Heroísmo fué el haber preferido hundirse con sus buques antes que dejarlos en peligro de caer en manos del enemigo. Las bajas españolas, según los datos oficiales que hemos te- nido á la vista, ascendieron á 6i8 hombres entre jefes y oficia- les, [i] La población de CaviXe también sufrió no poco á causa del bombardeo de que fué víctima. De los buques españoles que tomaron parte en la refriega no pudo salvarse uno solo. Veamos ahora el parte oficial comunicado por el Comodoro Dewey al Ministro de Guerra y Marina de los Estados Unidos. El primer mensaje enviado á Washington, dice; **Manila, Mayo lo. — Escuadra llegó á Maulla al amanecer hoy. Inmediatamente trabó combate con enemigo y destruyó los siguientes bnques españoles: **María Cristina," **Castilla'* '*Ulloa\ *lsla de Cuba*' «General Lazo» ''Duero'' ''Correo,'' (1) En cuAnto al núnero de bajas que hubo en la batalla de Carite los siguiriites partes oBciales, como se ré, están desacordes. Debemos deee'char el del Cbmodoro Dewey que afirma que estas fueron 150 las españolas; y debemos desecharlo por^ que es lógrico suponer en él ig^norancia de lo que ocurría en los buques enemigos qtie no estuvieron bajos sus órdenes. La cifra fijada por el Gobernador General de Filipinas, que hace subir el nú- mero de bajas á 618. nos parece la más verosímil. Según el mismo mensaje regre- saron de Carite á Manila 1000 marinos de la escuadra destruida; lo cual indica que de 1875, total de plasas á bordo de los navios españoles, debemos restar lOUO que regresaron á Manila, quedando en consecuencia 875, de los que no habla el mensaje, así es que «olamente 257, número que e^ exajerado, resulta que queda- rían en Carite por otros distintos motivo?, y 618 serían las bajas en resumen. Además, los datos qne htmos adquirido posteriormente, confirman la exactitud del mensaje del Gobernador de Filipinas. Por lo qun hace á las bajas americanas no hemos encontrado hasta ahora nada que contradiga la versión de que estas se redujeron á seis marinos heridos. III "Velasco,** «Mindano,» un transporte y batería flotante en Ca- vite. Escuadra americana ilesa, sólo unos cuantos marinos Ifge* lamente heridos. Único medio comunicación es telegrafiar á Con* sul americano en Hong-Kong. Comunicarém« con él (firmado) Dewey.» m día 7 de Mayo se recibió dicho mensaje, y á continuación este otro: «Cavite, Mayo 4. — Long Ministro Marina. — He tomado po- sesión de estación naval de Cavite, Islas Filipinas y destruido sus fortificaciones. He destruido sus fortificaciones á la entrada de la bahía que la protegen. Tengo dominada la bahía, puedo tomar la ciudad en cualquier momento. La escuadra bien, ma- rinos en excelente salud y espíritu. Las pérdidas españolas son considerables, aunque no se saben todas. 150 muertos, entre éstos el Capitán del **María Cristina.*' Estoy ayudando á prote- ger á los enfermos y heridos españoles que se encuentran en los hospitales dentro de nuestras líneas. Gran excitación reina en Manila. Protegeré á los extranjeros. — Dewéy,» El Gobernador General de Filipinas telegrafió de Manila, el mismo día 7, á Madrid lo siguiente: «El enemigo ha tomado á Cavite en el arsenal estableciendo un completo bloqueo. Se dice que á pedimento de los cónsules extranjeros» los americanos no bombardearán la capital. (Ma- nila) á condición de que ya no haga fuego sobre los buques americanos^ que se encuentran fuera de tiro. Un mil marinos de nuestra escuadra destruida llegaron ayer. Las pérdidas de nuestra escuadra ascienden á seiscientos dieciocho.» La Embajada de Francia recibió en Washington otro despa- cho referente á la batalla, concebido en estos términos: **Seis cruceros y cañoneros españoles tomaron parte en el combate. Bl primer ataque dio principio entre 8 y 9 de la ma- ñaña del 19 de Mayo. Los buques americanos avanzaron en línea de combate for* mando una Valgo abierta, encontrando á la escuadra españo- la que formaba línea de combate en figura de Y invertida, el crucero Almirante **María Cristina" del Almirante Montojo, encontrándose en el ápice. Este buque fué el centro del fuego quei quedó acribillado y se fué á pique, por los cañones 3el **Concord.*' Se dice que recibió 100 proyectiles de cañones de tiro rápido de 5 y 6 pulgadas en dos minutos, á una distancia de 1,000 yardas. Después de que se notó que el buque almirante estaba fuera de combate y que el almirante Montojo lo abandonaba en un bote, el fuego se concentró sobre el crucero **Don Juan de Aus- tria," que fué destrozado; su capitán, primer oficial y más de una tercera parte de su tripulación, perecieron. Al buque de 112 madera **Castilla" el fuego convergente del enemigo, pronto lo incendió y echó á pique. La táctica adoptada por el Comodoro Dewey, parece que fué el método que se considera como el mejor por las autoridades navales en Europa, y que consiste en elegir un buque y con- centrar todo el fuego sobre él. La formación de la linea de combate adoptada por los espa- ñoles, es la táctica antigua, mientras que la del Comodoro De- wey permite que cada buque en la línea de combate, concentre su fuego según se le ordene. Se desprende de la pérdida de los tres buques españoles más grandes, que Úewey escogió á éstos, uno tras otro, descargan- do sobre ellos una lluvia de metrallas, que en poco tiempo los puso fuera de combate. El primer encuentro, agrega el mensaje, duró 40 minutos después del primer disparo; parte de este tiempo se ocupó en tomar posiciones para el mejor éxito del plan de atacar á uno después de otro de los buques más importantes. Parece que el «segundo encuentro se ocasionó por la aparición de algunos bu- ques españoles, que sin duda se encontraban cruzando fuera de la bahia y que entraban en el puerto en esos momentos.'' Las siguientes palabras del contralmirante Montojo, después de la batalla, revelan el magnífico comportamiento de sus ma- rinos y la imposibilidad de haber siquiera resistido con éxito: '*Todos los jefes, oficiales, maquinistas contramaestres, con- destables, marinos y soldados, decía el Almirante español, han rivalizado en sostener con honor el buen nombre de la marina en esta triste jornada. La insuficiencia de los buques ^ue com- ponían mi pequeña escuadra, la falta de personal de todas cla^ ses, especialmente de condestables y artilleros de mar, la esca- sa idoneidad de algunos maquinistas improvisados, la casi ca- rencia de cañones de tiro rápido, las triplicadas fuerzas del ene- tnigo, y la ninguna protección de la mayor parte de nuestros bu- ques; todo contribuyó á hacer más cruento el sacrificio que hi- cimos en aras de la Patria y para alejar la eventualidad de los horrores de un bombardeo á la casi inerme ciudad de Manila, con el convencimiento de que al medir nuestras escasas fuerzas con las muy superiores del enemigo, íbamos á una muerte casi segura, y por de contado á perder todos nuestros buques como desgraciadaments ha i^ucedido." A fin de rendir homenaje á la justicia, y al verdadero mé- rito, transcribimos en seguida un notable trabajo de que es autor el distinguido oficial de la armada francesa que se oculta "3 bajo el modesto pseudónimo de '*Bl teniente X'' y qué ha presenciado los sucesos y conoció perfectamente á las personas que en ellos figuran. Dicha labor literaria fué publicada el 15 de Agosto de 98, con el título de **La Guerra en Filipinas,'' y apareció én la acreditada publicación francesa "La Revue de París." El articulista no siente la menor inclinación hacia España — según él mismo afirma con entera franqueza — y no pocos de sus juicios respecto deesa nación aparecen demasiado dui'os. Por esto precisamente no es sospechoso su testimonio cuando reconoce que el valor y las cualidades militares de los españo- les fueron puestas á prueba en aquella memorable jornada. Es- te trabajo del referido escritor francés contiene implícitos, car- gos muy severos contra el gobierno español que nada hizo de su parte para salvar á la nación de la deshonra. He aquí algunos fragmentos: •'Miércoles, Mayo ii. — Los españoles pretenden que harán una resistencia desesperada y no cederán hasts^ el último mo- mento. Manila tiene quizá^, más recursos de los que se creía. La ciudad, amurallada, se tansforma en cindadela y servirá de reducto á la defensa. Los oficiales dé marina salvados del desastre de Cavite, pasan á servir con las tropas de tierra. No parecen tener apego á la vida. Entretanto, basta ver las miradas que dirije á estos valientes un inglés ó un americano, para com- prender que los desprecian. Es el desprecio del rico por el po- bre, del bien vestido por el andrajoso. Verdad es que el espa- ñol devuelve el desprecio al sajón, pero no deja de comprender que éste es inconcebible y que el aspecto le favorece.- El inglés produce, ciertamente, el efecto de un hombre rico, fuerte, inte- ligente y mejor apercibido para vivir, así como, al fin de cuen- tas, el que hace más honor á la vida. Pero el español, aún en el momento en que le condeno, suscita la idea del hombre he- roico. *'Nó, no permitiré que en mi presencia se calumnie á España. Nada tengo de común con este pueblo: mi razón le rechaza, mis sentimientos le tienen repugnancia, mi espíritu no le tiene piedad, y hasta estoy persuadido de que sus desdichas son nn justo castigo; pero nadie se burle del aspectivo furioso que sien- ten los españoles por la muerte. Todos los pueblos tienen sui turbas que convierten en vicios ridículos las mas hermosas vir- tudes nacionales. Nosotros tenemos los patrioteros de dublé y los trágicos saltimbanquis; los ingleses tienen sus tenderos hi- pócritas y sus usureros políticos; no^es, pues, extraño que loe españoles tengan sus falsos caballeros. Pero sería menester no teneif corazón de hombre para no honorarios como á nobles ven- cidos. Estos hombres aman su patria y su espada infinitamentt 114 más que la vida. Irán á la muerte con gran júbilo y no la sen- tirán siquiera. Espiran acribillados de heridas sin poferir una palabra^ sin hacer un gesto, sin implorar esa gota de agua que hace soñar con el paraíso á los agonizantes > ' «Jueves 12 de Mayo. Les he visto maniobrar, y he conocido yankees de todas calañas. No hay^que esperar de ellos ni justi- cia, ni reserva, ni la menor moderación, ni la menor generosi- dad. Hasta hoy respondían á todo:» ¡Tenernos el dollars! sin sos- pechar qué repugnancia produce esta contestación á los espíri- tus grandes y á las almas nobles. Ahora añadirán: ¡Tenemos cañones!* Con estos dos argumentos convertirán en derechos todas sus cóncupicencias. l^os yankees^ son alemanes nerviosos. Los alemanes lienen siempre á mano un texto para legitimar la violencia que les convenga. Los yankees tendrán siempre una máquina: sea el pueblo, al que los Presidentes lamentarán ver- se forzados á obedecer, sea el Dios del Capitolio, que sólo cono- ce á su gente. Las Repúblicas de América, después de su anti- gua Metrópoli, serán las primeras en experimentarlo. A Euro- pa le llegará su vez, por haber abdicado, manteniéndose apar- tada de.la guerra, y sobre todo si deja á los yankees poner pié en las Filipinas. El asunto de Cavite fué un violento combate de artillería en que uno de los beligerantes tenía todos los ca- ñones y el otro le servía de blanco, Los americanos prodigaron, según consta, los proyectiles disparando 3,000 cañonazos. Des- pués les faltaron las municiones. Esto se llama proceder más que á la ligera. Han tenido más suerte que destreza. Es cierto que un cañoneo intensísimo^ como aquel, es de un efecto abru- mador cuando el enemigo es débil y no tiene los elementos pa- ra responder^ pero en cualesquiera otras circunstancias es una táctica absurda.» "Antes de zarpar de Hong-Kong los americanos, embarcaron artilleros ingleses, desertores de la armada británica. Así se ex- plica la seguridad del tiro americano en el combate de Cavite; sus piezas estaban dirigidas por blue jacket^; á cada desertor se le sedujo mediante un sueldo de quinientos dollars al mes, como si fuera un almirante. Me resisto aun á creerlo: la inso- lencia de estos procederes sajones es demasiada. Pero la histo- ria no rechaza lo inverosímil. Los ingleses y americanos, entre sí, son como los bávaros y los prusianos: se odian pero son de la misma familia y se entienden contra los demás. Los ameri- canos, el día mismo que hicieron la paz con Inglaterra, hace más de un siglo, estaban dispuestos á ayudarles para arrojar á los franceses de Canadá, si lo hubieran necesitado los ingleses. Es preciso cerciorarse de si el hecho es cierto. Inglaterra no protestará, puesto que han sido los Estados Unidos los que lle- varon esos marineros. 1X5 ^cio de Bspaña, ni siquiera hubiera logrado salir del puerto de Hong-Kong: se le hubiera^ ahorcado allí mismo. A mi juicio, el Cónsul Wildam ha manejado los hilos principales de la em- presa americana en el mar de la China. £1 es quien la dirige, -quien merece estatuas, y teniéndolas, se honrará en él á la ma- rina, pues el Cónsul Wildam es un antiguo oficial de la escua- dra norteamericana. Con tres docenas de hombres de este tem- ple distribuidos hábilmente en todos los países, la nación que los nombre se hallará por doquier en su casa. Él Cónsul Wil« dam, siendo como es americano puro, es el prototipo de ese ins- trumento peligroso y admirable que se llama el Cónsul de In- glaterra, ó si se prefiere, del republicano de Roma.» Hace notar también el entendido escritor que hubiese sido preferible para Kspafía no tener escuadra en las Filipinas, á te- nerla en tales condiciones, porque los barcos de madera sólo sirven para incendiarse. También señala el «Teniente X» como un error gravísimo é imperdonable, el envío de los buques de Cervera á Cuba, que debieron haber sido mandados al Archi- piélago magallánico, según los más rudimentales principios de la ciencia militar. )» ( i ) (1) Véase al fin de éste libro los juicios emitidos por uno de nuestros compa-' fieros de labores, distinguido miembro de la colonia española á quien debemos 1« narración del anterior capítulo, y cuya firma aparece al calce de dichos jui- -eios, en el artículo "Conclusión." Por no interrumpir el orden cronológico del Jibr«, no aparece publicados en este lugar, como hubiéramos deseado. K >ii i - » CAPITULO IX. Versión americana sobre la batalla de GAvite — Bl comandante del "Don Anto- nio d^ Ulloa." tttcumbe héróicamentt.— Los buques que tomaron parte en • combate. — Lom insurrectos ofrecen ayudar á los americanos en su ataque so' bre Cuba. — Sucesos de la Habana. — Actitud de las naciones europeas. — Nue- ras presas de guerra. — Disturbios en BspaSa.— -Ataque recharado en Cárde- nas.— Los americanos son rechazados en San Juan de Paerto Bico.— Discur so de Mr. Cbamberlain. obligaciód que tiene el historiador de citar á cada Ipaso las fuentes de donde toma los datos que apoyan su narración, aparece más clara tratándose de hecbóa |muy recientes, como son los que referimos, y más aún, cuando el origen de los documentos que consultamos es espa- ñol 6 americano, generalmente. Equivale á decir, que por ahora es difícil establecer la verdad, absoluta hasta en sus últiidos detalles, de los sucesos de la guerra hispano- americana, cuan- do las versiones que se refieren á ellos son españolas 6 amtrl- canas, de cuya imparcialidad dudamos, con fundamento. No es tiempo todavía de que sea ahogada la influencia de las pasiones exaltadas por la lacha. Sn ia imposibilidad de disponer de otro testimonio que no sea el de los miamos antagonistas, transcribiremos las retado* nes de uno y otro, al 4)cuparnos de los diversos hechos de ar- mas que tuvieron Ingar. La narradón de los sucesos de Cavke qne aparece en d ca^ pitnlo anterior es, con excepción de los partes cablegrafieos» de origen español. Veamos ahora la vearsion americana comn* nicada al gobierno, y á «no de los prindpales diarlos: irHong«Kong, Mbjú 8: Debido á que el cable entre este puerto y las Filipinas se en* cuentra cortado á considerable distanda de la capital filipina» ha habido diladon^ para recibir una narración detallada del com- Ii8 bate,. y hasta ayer que llegó el bote despacho: «McCullOugli» pudieron conocerse los detalles completos, pero debido á acu- mulación de mensajes en la oficina del cable, no fué posible transmitir más que una breve relación de los sucesos. , Al fin del combate,, el Comodoro Dewey ancló su escuadra frente á Manila y envió un mensaje al Gobernador General Agustín, anunciándole el bloqueo del puerto y agregando que si se disparaba ui^^<<|lo ^afíonas^or «sobre ^s |)uques atacaría todas las bateríaÉ al-redi?dftrde almila.' " Se confirma el informe de que ni un solo hombre á bordo de la escuadra americana fué^nu^to, ningún buque salió averia- do de importancia f solamente seis marinos resultaron heridos á bprdo del crucero «Baltimore». Cuando la escuadra americana salió de este puerto, el pri- mer putito que tocó fué 0\ cabo Bolinao; E¡1 Comodoro Dewey deseaba que los jefes insurrectos que iban á bordo desembar- carañ para cerciorarse de las fuerzas de los rebeldes, de sus po- siciones y de sus intenciones respecto al cambio de gobierno. El Comodoro se opuso seriamente á que los insurrectos co- metieran excesos de ninguna especie. Los jefes insurrectos se negaron á desembarcar, y los buques americanos costearon lar- go tiempo sin poder encontrar á los insurrectos en la ftlaya. Ul Comodoro Dewey llegó frente' i' Subic. distante 38nttiilía9 jl UTorte de la featíia de Manila/ el sábado 30 de Abrtl |RFeay¿rí5tt.jei;e;npJa< Cuando Jft.e¿- cuadra Bmttímúatím^tnzé'^W€aH>\);v^ cüfsQqifie seguía el crucero «Olympia» se levantó iiaa m|ing^.d¿ agua que »:jsttpene:];áya sido el. «fecio- ^pfoducldo» po^: j0.explQSÍÓ.¿ de «ia^ mSntLstibmariBa ó un torfiedor. . ? , , ;; , .^ . . , i . 119 1^ entrada de la. escuadra americaua á la l^ahfa se éfectnó de. la manera siguiente: él crucero ccQIympiai) abria la matchá sQgujdo por los cruceros «Baltioióre», . «Kaleí^h,» «Éoston* y «Cqucord,», el óauoiierq ffpetrél,^ el boté despacho ^'fí^ugÜ ÍXc Cullougb»,y. los tráq^poftés, «NashatíU y VZaphtre, qúef cerrá- baq la marcha, fin columna sencilla marcharon hasta ponerse frente á Mauila, dando él^frente á los buques españoles. La es- cuadra española rompió, el fuego á 6,ooo yardas de distaticiá, pero el Comodoro Dew,e^ no dio orden de hacer íúe^ó sf no* has- ta encop.tcarse á 4.000 yardas de su adversario^ q'tíe fué ciiaudo dio principio la batalla. 1$1 crucerjo almirante «Mafia Cristi^a^, acompañado 4^ «Don Jijan dp Austria,» «Don Antonio de UtIoa,)r «Isla de I^uzón)) y «Mindanao», se encontraban formados en lí« naa de combate fuera de Caví te, mientras en el interior de la bahía se encpntrabaq cuatro cañoneros y un torpedero. Bnton« ees los buques americanos hicieron varias evoluciones pasando seis veces frente á los buques españoles sobre los que descarga- ron una verdadera lluvia de metrallas. SI crucero «María Cris- tina,» quedó acribillado, una desús chimeneas fué volada y principió el incendio á bordo, Poco después el «Castilla» co- menzó á arder quedando totalmente destruido hasta su línea de flotación. «Doq Antonio deUIloa» fué él buqué español que dio más que hacer á los americanos y dio muestras de un valor desesperado. Su comandante al ver que su buque estaba* de- sastrozameute despedazado por las metrallas americanas, vien- do, la imposibilidad de mantenerlo á flote, clavó su bandera en el palo mayor y se hundió con tod'a su tripulación, pelean- do como héroes hasta el fin. Su casbo fué, acribillado por las balas americanas y su cubierta fué barrida por completo; pero sin embargo de ésto, los españoles, auáque su buque se hun- día á sus pies, continuaron disparando sus cañones bajo cu- bierta hasta que el buque se sumergió en las aguas de la bahía arrastrando consigo Á un grupo de héroes de su patria y defen- ¿ores de su honor, t Durante el combate,, un torpedero español cruzaba las a|^uas da la playa^ intentando acercarse á los buques a^iericanos;, pe- ro pronto fué descubierto y materialmente fué despedazado por los cañones ameiricanos. El «Miiadanao>» en este inter. se enea- minó hacia la playa, y se. varó para evitar irse á pique, pues estaba haciendo agua^ y los demás buques pequeños buscaron refugio tras del rpmpe-ol^. El combate que principio á las 6.30 se su^pi&ñdió á las 8.30, para continuarse al medio día. Alas dos p. m., los cruceros «Concord» y «Baltimore,» hicie- ron callar las baterías de Cavite, dejándolas convertidas en un montón de escombros con la^bandera blanca flotaúdo sobre ellos. I20 'ESL arsenal ardía, y una explosión aumentó la terrible mor- tandad entre los defensores de España en tierra. Sobre las aguas veíanse los cascos de los buques españoles incendiados ó des- truidos, mientras el «Baltimore» había recibido pocas averías. Una granada española bizo explosión á su bordo causando la e:s:plosión de sus municiones que tenia sobre la cubierta é hirió á seis de sus marinos. Varias balas españolas pasaron á una peligrosa proximidad del Comodoro Dewey, pero estas, poco ó ningún daño causaron al **01ympia'\ Por otra parte, cerca de 150 hombres perecieron á bordo de los buques españoles. £1 Almirante Montojo trasladó su bandera al crucero *'Isla de Cuba" cuando el «María Cristina» comenzó á arder, pero también el '*Isla de Cuba'' fué destruido. El (cMaria Cristina» perdió á su capitán, primer oficial, al capellán y contramaestre, debido á una metralla que derrumbó el puente. A bordo del ''Castilla" se registraron cerca de cien muertos y más de sesen- ta salieron heridos. Algunos oficiales americanos estiman el número de marinos españoles heridos durante el combate, en más de mil. El (fOlympia» fué tocado cinco veces en su parte superior. Aunque los cañones Krupp, situados en la esplanada de Manila, sostuvieron un fuego nutrido sobre los buques ameri- canos, el Comodoro Dewey no contestó á él y poco después esas baterías enarbolaion la bandera blanca en señal de rendi- ción. Los fuertes á la entrada de la bahía fueron desarmados el miércoles, después de capitular. Después de terminado el combate, el Comodoro Dewey en- vió un ultimátum á las baterías de tierra, diciendo que ó cesa- ban de hacer fuego ó las bombardeaba. Después propuso á las autoridades españolas que continua- ran en el poder bajo la bandera americana, mientras se termi- naba la guerra; pero las autoridades españolas retardaron su contestación y estuvieron telegrafiando á Madrid. Los ameri- canos solicitaron, hacer uso del cable y como esto se les nega- ra, lo cortaron, dejando asi á Manila sin comunicación. Durante la batalla, el vapor inglés * 'Esmeralda^' se presentó á la entrada de la bahía y un crucero americano salió á su en- cuentro creyendo que fuera algún buque español; pero al des- cubrir la bandera inglesa se le amonestó para que se retirase. El "Esmeralda" se retiró 10 ó 15 millas al Norte de la bahía.» Del mismo origen es la descripción de las escuadras, que insertamos en seguida. i 'i -Jí 4 • «'«^ «• « * • « « * ^*» *^ ** « o K- !? •• •• H >. i" !V g- ffo « S"» g.Sg a' S '8 ■ & aF- §5- o * 2 * 2 BB 00 3 ■• pt o ► p B S 2 S S 5 g i > wgg- 5 ►tJ o 1 3 3 g p - P9 Ornee almsnt Orucet Cañón Aviso p • ro proteji e protejid protejid ero aduanero w 2L -1. o r s 1 — s "3 2. o Ni Tí * 9 5 §- oi 00 -3 b* íSlfcoo o CO o o o o •>4 o o o o o oo 0) > a o ^< S" c^ s M» -^^ w « >¡ • «. - i^l-4COOl tq |-«i-i0000O9c«O<»l^*^O 3 W B ?« ?< P P P P í© JíO « S' (n rf^ >^ 0> I-* bS »{w líi. 1 1 1 1- • 0) p* OB n 2 )^ 0> 0> C» 01 00 QQ d tí "g ^t»^t*^»í^wo»P Bt »S -d^íj^^í w frfi »>» !* * «. »• « » - (F9 S8 o - P • • 1-- OB * *^ a » ' 1 K) <» £ > 04 M o !^í*5:- <=í^ ac) US "1 d OD ot o> ^ o« (0 bD W <• « Cltf - ^ - ¿5^ a OB ^ » 0> C71^ w 09O» to bO 01 is PO • w 1 HU ^a H* ^-^ >-> S bS ■ tf^ co -mo c«

-• tí^^H-'H•i^-t^a^-•^-*l-^ M Áó> ^i-'O»»*'»!»^»**^*'^^ ^ CO 0* > i'3 1 ir' o o :2í ^ ^ IÍ3 ■ It ■ ■■ • y* . Por. lo que hace á los acoatecimi^Qto3 de Cub^ podemos. ase- guras: ^ue la guerra. había etupezado, casi ai mismo tietupo qAie en Maulla, aunque uo bubie&e tenido lug^r uu encuentro de j[a imporlancia de aquel. Desde el día 26 de Abril el ftenerál Blanco telegrafió á Ma- drid, que un cañonero americano, que intentaba hacer un des- embarco cerca de Mariel, fué recKazadQ por las fuerzas espa* ñolas. s ' '.' £1 cañonero, que trataba de hacer un reconocimiento en la costa, fué bruscamente atacado por las baterías de tierra, esca^ pando por milagro. Los insurrectos comunicaron al gobierno de Washington su riecisión de cooperar con el ejército americano que debía inva- dir á Cuba. I^o,s jefes Calixto García y Máximo Gómez, por medio de emisario», hicieron saber su resolución y enviaron ader más mucho? Ipfprqies, descripciones del terreno y mapas de la costa cubana,, señalando lo$ lugares más á propósito para que las fuerzas americanas penetrasen á la Isla. Se convino en que el desembarco se verificaría en la. segunda semana de Mayo y los insurrectos lo apoyarían' desde la costa, impidiendo el ataque de las fuerzas españolas que pudieran presentarse. También esperaban á la expedición algunos guías, conocedo- res del terreno; la expedición misma traía otros á bordo.^ En la Habana todos los habitantes sospechosos por sus opi- niones así cubanos como peninsulares, fueron obligfados á uni- ! formarse, declarando el Capitán General que aquellos que sé resistiesen á iisárel uniforme militar español, serían considera- dos como partidarios del ejército invasor. Muchos cubanos ha- bían ofrecido ya, desde antes de ser publicado este bando, que prestarían sus servicios para rechazar la invasión americana, unidos á los españoles. De esta manera el puerto de la Habana parecía estar defendido por un numeroso ejército, que algunos emigrados hacían subir á 150,000 hombres, al híiblar de las (le- fensas de la capital de Cuba. El 30 de. Abril un navio americano fue atacado por las ba- terías de' la cóstflí de Mariel, durante un reconocimiento que ha- cía; se lé obligó á retirarse después de haber contestado debil- mente« Otro buque de guerra fué igualmente rechazado en la ' bahía; de Cien fuegos cuya entrada trató de franquear. En ei misnlo lugar se efectuó al día siguiente la captura ' del vapor español «Argonauta,» que conducía municiones dé guerra. A pesar de su resistencia desesperada, füéfroñ hechos prisioneros sus tripulantes y llevados al fuerte Mcíherisou: 104 « • Algunos tiroteos de poca importancia se repitieron en lo días siguientes, sin que ninguno de ellos presentara el carácte de un encuentro formal. Autorizadas opiniones navales creyeron que eran probables dos capturas importantes: la del «rAlfonso XII» que se hallaba entonces en las Barbadas, de paso para Cuba, con un carga- mento de víveres, y 500,000 pesos; y la del «Oregón,» que pudo haber sido apresado por la escuadra española de Cabo Verde, según se le llamaba. Este buque en compañía del cañonero «Marietta» conducían al «Nitchroy» recientemente comprado al Brazil, hacia las cos- tas americanas. Sin embargo ni una ni otra captura fué inten* tada. Notable íué por aquellos días la actitud resueltamente hostil á España y favorable á los Estados Unidos que Inglaterra asu- mió. Los discursos pronunciados por Lord Salysbury y Mr. Chamberlain aplaudiendo de una manera indirecta la interven- ción de los Estados Unidos en Cuba é impugnando la conduc- ta de España, causaron gran sensación en toda Europa. Mas no sólo Inglaterra volvió las espaldas á España después del desastre de Manila. Fué de observarse cómo el cambio se operó bruscamente en otras naciones que antes le habían ma- nifestado sus simpatías. En cuanto á lo demás, la actitud de la Europa puede verse en las siguientes frases tomadas de los principales periódicos. Con la única excepción de Austria, á España se le censuró por el desgraciado éxito del combate de Manila. El Vüna Premblatt dijo: los americanos no han ganado glo- rias en la victoria de Manila, pues todas las ventajas estaban en su favor y nada en contra de ellos. £1 mismo diario agrega que los españoles lucharon como héroes y en realidad fué una derrota. La Freipresse: las potencias serán responsables en lo futuro si no median y evitan la matanza de un pueblo ya gastado en las guerras civiles é impotente para entrar en una contienda con una gran nación. Le Fígaro dijo: el gobierno francés no puede apoyar á una nación que por sí sola no puede defenderse. Le Soir: los americanos han juzgado á Francia con premura ai creer que el pueblo francés está dispuesto á tomar la parte de España. Le Soleil: con otro combate acabarán las ilusiones de España, ylas diñcultades^con los Estados Unidos se arreglarán enton- ces amigablemente. La Prensa de Rusia unánimemente elogió á los marinos ame- ricanos y dijo que el resultado de la batalla de Manila fué tal como^ se esper^b^/ ^Puyoredó la ocapaci6n permaaeale d^ PiU pinas por los ametíci^nos., // Papólo Romanó^ des Roma, dijo que la denrota de Manila fué el principio del fin de la gnerra entre España y Bstadois Unidos. Ha enseñado á los españoles lo que antes no sabían, y. es: que los americanos son guerreros y marinos. Además, ha demostrado á Europa y al mundo entero que los Estados Uni- dos están mejor preparados que España, para la guerra, que ésta última ha forzado, I^ prensa inglesa rebozaba de alegría. Es posible que no es* tuvieran mas satisfechos, si ellos hubieran ganado la batalla,' El Manchester Guardián dijo que esa victoria es d^gna de Ta raza anglo-sajona, y enseñará á las naciones á respetar á los americanos. Agregó que Inglaterra es la única nación europea que comprende á los americanos, puesto que por sus venas cir- cula la misma sangre y tiene las mismas aspiraciones. El Daily Graphic publicó un extenso editorial exhortando al Gobierno para que hiciese lo posible por la formación de una alianza con los Estados Unidos. La Pall Malí Gazette preveía en la victoria americana en las Filipinas una nueva potencia alzarse en el horizonte europeo. América, dijo el Ga^^^//^, tendrá que contarse con ella en los movimientos europeos del porvenir. I^a misma prensa madrileña no se resignaba ante los sucesos de Filipinas. Algunos periódicos echaban el peso de la respon- sabilidad sobre el gobierno, otros le increpaban duramente, en tanto que los carlistas promovían algunos disturbios en las pro- vincias. El día 7 de Mayo tuvo lugar una escena violenta en la Cáina- ra de Diputados. Un diputado de apellido Mella tomó la pala- bra y echó en cara al gobierno de la Regencia el desastre sufri- do, con fi:ases tan duras, que tocaban aun á las augustas perso- nalidades de la Reina y ;3U hijo. El Presidente del Consejo de Ministros, Sr, Sagasta, apoya- do por la mayoría de la Cámara, protestó en medio de la ma- yor confusión. Los republicanos tomaron la parte de Ip^. carlis- tas. El Presidente de la Cámara pidió al Sr. Mella que retirara sus palabras, á lo que el Diputado se negó redpndamente. El Presidente llamó al orden al Sr. Mella tres vecea, dicien- do que su negativa á retirar las palabras que acababa de pro- ferir, era ofensiva á la actual dinastía. Entonces pidió á la Cá- mara la expulsión del miembro que ofendía á la dinastía. Se puso á votación en medio de la mayor excitación y. resulta la expulsión del Sr. Mella por 199 votos contra 19} los.^ai;lt9la)5 y republicanos votaron juntos. Al anunciarse el r^iiilti^lo ,de la votación, los carlistas y republicanos salieron de la .Qipiara^ 126 Los carlistas declararon que no volverían á la Cámara hasta que se permitiera el regreso á ella al Sr. MeHa. Como se repitiesen los disturbios^ %n algimás de las provin- cias fué declarada' la ley marcial. , : III La éácuádra bloqueadotá verificó tres capturas niás: el ber- gantín crl^repzo» apresado por el «Moatgomery,»' cerca de la Habana; venía def Río de la Plata con un cargamento de car- ne seca! «El Espartero» balandra pescadora aprehendida por el ífMprrií» £ tres millas de Mariel, y la tercera fué la goleta «Madre de Dios» cardada de pescado, la aprisionó el «New Pott/' El ptirner combate formal en aguas de Cuba se efectuó el día II, ^n la bahía de Cárdenas y en Cienfuegos, que intenta- ron los insurrectos descargar ocho botes grandes fletados con municiones. Ayudados por los buques ameffcanos que disparaban sus ca- ñones de continuo sobre Cíenfuegos, se acercaron á la costa con el fin de lograr su objeto, pero varios batallones de infante- ría hicieron fuego sobre los botes, los que se retiraron inme- diatamente. Al mismo tiempo las baterías de los^ fuertes y otras á 16 largfo de la costa hicieron fuego sobre los americanos, que se retiraron, pero intentaron nuevamente desen;ibarcar á orillas del rfo Trémao, volviendo á ser rechazados. El despacho en que escribe él General Blanco el combate de Cien^egos, dice: «Los americanos arrojaron como unas seiscientas granadas al intentar efectuar un desembarco con grandes botes remolcados por lanchas de vapor. «Algunos de los botes desembarcaron á sus hombres, pero los últimos fuerotí enérgica y victoriosamente rechazados, todos á ló largo de la línea. «Viéronse obligados los americanos á embarcarse de nuevo á toda prisa, y tuvieron pérdidas considerables en las^cinco ho- ras que duró la péleá. Se retiraron en dirección del Oestet «Sed56lá embestida de acuerdo con las bandas de insutrea- tós á C[uienes se puso en faga. «Lfts pérdidas españolas consistieron en dos muertos y cator- ce kéridos-.». ' ■' Pocd desdéis penetraron al interior del puerto de Cárdenas los'dafionetol^ «Wilmington;ií «Hudsoñ» y el torpedero «Wins- l6\e> E^tratdn al t)uerttt^Gou el propósito de acometerá cier- tos caflkierós^ espKfíol^Sf dé que se tenía' noticia que andaban por atíí. 127 No lo3 descubrieron loa america|i<|S( 3bioeuaj]4ol9a.e4pAAar' les ro«ipi«;ro^ el fuego.^ X^aa baterl»^ : 4e la, coite 4er Cftr49W sosttt^ierow el tiroteo de Ips cw^^neícis,. .. .^ ..-,..•-. :> r6 como por espacio de una hora. ,.. i ; ; . • • Resultaron herlds^vs:, R. E, Cox, AítUterQ^D. WcJfieo», Cuar- tel maestre, el Mayor Patterson, el fogonero Eí G«o^ X-^l tríente J. B. Bero^ndou Todos ello^ están heridp3 leyeiqepte, excepto Patterson, cuyo estado es.grav^ , . . . ^ ,•• - . -Terrible fué la lucha mientras duxó.. El «Wilmington» y eí «Hudson» rompieron el fuego sobre los barcos españoles que estaban en los diques. Se inició eí tiroteo á una distancia de. . . 3.500 yardas. ..^ . Algunos u^imutos. después llegó el «Winslow^ y tomó parte en la refriega. En unos instantes se reconcentró en.él^ toda laateu- ción de los cañoneros españoles y baterías fíe Ja playa; por donde quiera llovían sobre el íorpedero bala^ y granadas. ^.. Sostuvieron aun el fuego el «WilmijJgton» y el «H\idson,» pero no pudieron evitar los tremendos estragos del tiroteo, que privó ÚQ la existencia á algunos de los tripulantes del torpedero. A las 2 y 35 minutos p, m. estalló una bomba'eti. el «Wins- lew», y le hizo pedazos la caláéra/ á los pocos instantes éinpe- zó.él barca á dar vueltas. Subo algunos momentos de fatídica suspensión; se dejarpn oír gritos dé triunfó de loü espafiolen que estaban en los cañoneros y en las baterías, y se desató^d'e ni}évo él huracán sobre el Indefenso barco. * ' / '^l cañonero «fHudspn», que estaba á poca, distancia, vo|¿ á scifÍQi;rer ^ «Wínslpw, » sé le acercó á toda,J)fisa y probó ¿ sal- víü* a. ía amenazada Irlpuiaclón. ' ., , . ; . '" ' .Hasta e$te motaejiíto, si se exceptúa el disparo 'giie;litz6 pe- dazos la caldera del «Winslow,» el fuego de lp^ espafioleá hj^- bía sido. inútil ; pero^cqmo el «Winslow» estaba daudQ vueltas en el agua, se puso más al alcance' de los tiros y desOargaroa sobre él oítra lluvia dé proyectiles. ' ' ..... .En, lo/s.iaome^tqs ett qv^e ?a (^Sonero habja arfoj^dq uu.cat|le fgiSL sal.^2;;fj;'^ -I^. tripulación, del' ííWínslpvjr'» cayó ün¿L ¿ranada SQpre^ftblerta matando á W. Baglgy, teniente abanderado. y cu^tKO jnarinos; más. . ' / ;., : ....,/. '\. . - ,,".'; ., . . ; ' J«4s^QÍud^d:ylQ^cañone|:os..españoie^ sufrieron péqueñ^save* rías.. • -s-'. ■:. . . . . . r . . ^También dice-il despacho del General; BlfiacQ que ^ la vez ^^.esta)>a^ atacaütdg el puei;to de' Cieiifttf^Qs, atacabf^^.igtiat^ mente el de Cárdenas y continúa: ; . r -: ,r • ' .irUnb de sus buques mayores auoLó cqu^o á ut^a milla de los SDueiteffj y eu seguida intentó el.eaemígo. desembarcar tropas, 1» pél% nfiíéstrai fnerzají, compuestas de voluntarios y de dos com- {MlBflIs de ift^Merf a lo obligaron á desistir de su propósito. «Nuestros cañoneros inutilizaron uno de los destructores del efiéttilgo y forzaron á tos buques restantes de la escuadra á abandonar la bahía. _ ^Im guarftición tuvo cinco heridos, y como diez lo fueron á bor^ de kis barcos. «fPtié poco el daño causado i la ciudad^ no obstante que ca- yó una grani^da en el consulado inglés. «Bl ataque se había proyectado en cooperación con las tro- pas insuítectas que fueron derrotadas recientemente en San Mi- guel. «He dado la enhorabuena, tanto á las tropas como á los ha- bitatites de la ciudad, por la prueba inequívoca que han pro- porcionado de su lealtad á España. «Muchos fueron los americanos que, al intentar él desembar* que, cayeron bajo el fuego español. «En Cárdenas perdieron la vida dos de los habitantes, heri- dos por los proyectiles del enemigo.» AI día siguiente al en que se recibieron noticias de Manila de que el Comodoro Dewey babía tomado la plaza, los subdi- tos alemanes residentes en esta ciudad, enviaron urgente de- manda al gobierno alemán pidiendo protección contra el bom- t^ardéo 'y peligros que corrían de ser saqueados por los indígenas. La respuesta fué inmediata. El cónsul alemán recibió ins- trucciones para oponerse enérgicamente á toda devastación inútil que no estuviera conforme á los actos de guerra, y que se opusiera al desembarque de tropas americanas si éstas no eran suficientes para mantener el orden; que protegiese las vi- ^ éMÜtériéées de los alemanes y que fijase el total de los per- juicios sufridos por Alemania. En el Ínterin tres Embajadores, sin incluir á Sin Julián Pauncefote, hicieron representaciones amistosas al Ministro de Relaciones Mr. Day, recordándole que conforme al mensaje del Presidente McKinley, la libertad de Cuba era el ánico objeto de la a<^ual guerra, y que por lo tanto, el bombardeo de loa puertos cubanos solamente aumentaría las miserias del pueblo, y sería contrario á los sentimientos expresados por los Estados Unidos; Se le recordó que los derechos de los residentes euro- peos debían so: respetados. El Presidente McKinley se impre- sionó con este argnmento y entonces fué cuando se dio orden de levantar parcialmente el bloqueo de Cuba y se proyectó el ataque de la escuadra española. El ejército invasor al mando del general Miles recibió las últimas órdenes para ^nbarcarse rumbo á Cuba, y á pesar de las protestas contra los bombardeos, se di6 orden al Almirante Sampson de atacar á Puerto Rico. Bsta orden faé cumplida el día 13 en las primeras horas de la mañana. A las tres se tocó llamada general á bordo del «lowa» y se dio principio i las maniobras de alistarse para el combate» Los tripulantes estaban anciosos por entrar en él. A esa hora no se vefan señales 'de defensa en las fortificaciones» El combate principió á las 5. 15 a. m. y terminó á ias 8. 15 Las baterías del enemigo no cesaron de hacer fuego ni fueros calladas. A las cinco y minutos, el «lowa» se encaminó á la costa. Sá« hitamente viró y presentat^do un costado á las fortificaciones, les descargó simultáneamente todos sus cañones. Durante 14 minutos no cesó de hacer fuego, entre tanto el «New York» y el «Indianaj» y otros buques dispararon sobre los fuertes. El «lowa» se volvió hasta dónde estaba situado el «Wampatuck j» Pocos momentos después regresó hacia la costa. Los fuertes concentraban sus fuegos sobre el «Terrorj» que se encontraba á 700 yardas de la costa. Todos los buques de If» nea pasaron frente á las baterías sin hacer caso á los disparos de los fuertes. A los heridos se les auirilió en el acto. A las 7. 40 el Almirante Sampson hizo señal de suspender el fuego y retirarse. El fflowa» encabezó la retirada, el «Terror» fué el último en alinearse, pues no vio la señal y continuó el fuego durante me- dia hora. Los buques que tomaron parte en el combate fueron: '*Iowa,'' "Indiana," "New York." "Terror," "Amphitrlte," "Montgo- mery," "Wampatnck" y "Porter." El fuego de los españoles fué nutrido á la vez que terrible; pero casi todos sus disparos estuvieron fuera de blanco y los únicos buques tocados por las balas españolas fueron el "New York" y el "lowa." Estos se acercaron á los fuertes hasta po- nerse bajo sus cañones. Los españoles pelearon como valientes. Una de las torres del "Amphitrite" se descompuso durante el combate, pero fué re- parada en el acto. Las metrallas pasaban á torrentes sobre los buques. El castillo del Morro, al Este de la entrada de la bahía, fué el punto objetivo de los artilleros americanos. El Almirante Sampson y el capitán Evans se escaparon de sufrir heridas gra- ves por las astillas que volaban, pues estaban sobre el puente deriowa." «|0 ^ El mar estaba algo agitado^ lo ^ue híicía ua poco difícil apun- tar con certeza. Nubes de polvo indicaban donde caían'kis balas americanas. I;as balas silbkbaii sobré laá cabezas de los españoles; pero és- tos contint^aban al pié de sus cañones. I^as bajas de los americanos coíisistiétoti én dos muertos y siete hétidós. " : . ' El anterior relato del bombardeo fué comunicado por el re- presentante de la Prensa Asociada á bordo del **Iowa." En aquellos días fueran Conocidas lascases del orador Chám- berlain, Ministró de las Colonias inglesas, causándt) una pro- funda impresión en todos los círculos diplomáticos. He aquí algünká'dc ellas contenidas en él famoiso discurso elogiando la política de lyord Salisbury: «Allende los mares existe una nación potente y g^enerosa, que babk nuestra pt^t^i^i per4i4^,t^, f sp^ranza Que le hubiera inspirado la conducta ¡ambigua de' Alemania^ al oes- cubrir que el motivo" de su tnísterldso silencio era el Interés co* mercial de sus Fafcricáutes de cañones. * . • f « CAPITULO X. MovÍMÍentq'de las escuadraa.-Fracaso de la primera expedici<^n para invadir i Cuba -La situación en Manila-Crisis en el Gabinet» espaft»!'— Nuero mi- nisterio. — Refuerzos ^ra Dewey. — Actitud de los insurrectos filipinos. — JN^ueva proclama de McKinlej. — Llegada de Cervera con su escuadra i Santiago de Cuba. — ^Tentativas de desembarcos americanos. I AN luego como se tuvieron noticias en Madrid del [bombardeo de San Juan de puerto Rico, el Almirante Bermejo, Ministro de Marina, comunicó por telégra- Ifo insti-uccienes al Comandante de la escuadra espa- ñola de Cabo Verde k fin de que se pusiera en camino para las Antillas. Por su parte el secretario de Marina de los Estados Unidos á^jú^nó retardar la salida del ejército de invasión hasta que el Almirante Cervera hubiese entrado en algún puerto de Cuba ó puerto Rico, tratando de evitar un encuentro con su escua* dra. La noticia del triunfo español en Cárdenas causó gran entu- siasmo en Madrid, así como el rumor, que corría muy valido, de que la escuadra de Cervera no solamente iba á batir á la de Sampson, sino que también bombardearía los puertos de Esta- dos Unidos en el Atlántico, imitando la conducta de los mari- nos americanos que atacaron inopinadamente á Puerto Rico. La falta de aviso, que precediera al ataque de San Juan, in- dignó á los habitantes pacíficos de la ciudad. En las Cortes de Madrid hubo enérgicas protestas contra aquel acto, en pugna con los usos de guerra observados entre naciones cultas. El Ministro de Guerra, General Correa, manifestó en plena sesión que €la conducta de los americanos era la de unos bandidos, y que el gobierno español pondría el hecho en conocimiento de las potencias.» Gran actividad se desplegó en los ministerios de Guerra y Marina de una y otra nación en los días subsecuentes al bom- bardeo de Puerto Rico, Después de haberse comunicado órde- 1J2 nes á Cervera para que se dirijiese á Cuba ó á la costa ameríca, aegún que fuese ó nó descubierto por las escuadras enemigas, se principió á alistar con toda diligencia la escuadra de Cádiz al mando del Almirante Cámara que debía ir á Manila á desa- lojar ¿t Dewey. Esta formidable escuadra se debía componer de los buques «Pelayo» «Carlos» V.» «Victoria» «Alfonso XII» «Patriota» y «Rápido.» Estos dos últimos de la línea Hatnburg American et Columbia, anteriormente. Por lo que toca al Almirante Cervera cumplía fielmente el programa que se le había señalado, y era de notarse que debido á su prudente conducta las maniobras permanecieron en el más grande secreto á pesar de las noticias írecuent^ de los perió- dicos. A tal punto Itegó á ignorarse la ruta de la escuadra y era tal el ministerio que envolvía sus movimientos que se le lla- mó por algunos la escuadra fantasma^ en razón á las contra- dictoras verciones que circulaban respecto á su paradero. El Ministerio americano pudo averiguar después de muchos días y con gran trabajo, que la mencionada escuadra se diri- gía á las costas de Terranova y que en seguida irla -áfrecta- mente á Portland, Boston, Newport ú, otro puerto de Norte América. Fué contrariada esta noticia por otros despachos que anunciaron sucesivamente el paso de la escuadra por el Oeste de la Martinica, por frente á las costas de Venezuela y luego por las del Brazil, así como que se dirigía á Cuba. Inmediatamente recibió aviso la escuadra que se llamó volan- te^ al mando del Comodoro Schley, de que debería hacerse á la mar para salir al encuentro de Cervera. *^ He aquí el mensaje de la Prensa Asociada que anunció la salida, con fecha 14 de Mayo: «La escuadra volante, el mando del Comodoro Schcley, se hizo hoy á la mar á las 3 y 45 en punto, llevando órdenes se- cretas. «La escuadra se compone de los siguientes buques: de pri- mera clase: «Brok^n» y «Massachuetts» de segunda clase; el «Texas,» yatch protegido, «Scorpion» «CoUier» y «Sterling.» «El Comodoro Schley recibió las órdenes de Washington es- ta mañana á las diez. «Se negó á divulgar el destino de la escuadra. «La combinación de los acorazados y cruceros se considera como muy formidable, y el calibre y número de los cañones se considera superior x los de cualquiera otra escuadra semejan- te del mundo. «Se cree que el New Orleans» y el «Minneapolis» partirán más tarde para incorporarse á la escuadra volante.» Los americanos habían logrado cortar dos de los tres cables que llegan á Cienfuegos el día anterior. La operación les eos- 133 tó bastante cara, porque algunos soldados españoles que se ha- bían ocultado en la costa los atacaron rudamente y á pesar del fuego de los cañones americanos no cedieron en su ataque; murieron seis americanos y más de doce resultaron gravemen- te heridos. Un mensaje de la Habana dio cuenta el mismo día 1^ de ha- ber sido rechazados nuevamente los americanos, dice así: «Desde el amanecer de hoy, cinco, de los buques del enemigo han intentado protejer el desembarque de americanos, pero es- tos han sido rechazados y obligados á reembarcar. Como no tenemos buques disponibles, las tropas en las costas seguían los movimientos de los americanos y . evitaron su desembar- que. Dos americanos cayeron prisioneros, un oficial español fué muerto y varios soldados." Este mensaje se refería evidente al fracaso de la expedición Dorst, que t-n otro despacho americano hallamos relatada de esta manera: «Cayo Hueso, Mayo 15. — El vapor «Gussie» que salió de Tampa el 10 del corriente con dos compañías del 1** de Infan- tería escoltando 7,000 rifles y 200,000 cartuchos para uso de los insurrectos en la provincia de Pinar del Río» se estuvo á la capa frente á las costas de Cuba, el jueves, viernes y sábado, acompañado del cañonero auxiliar «Manníng» procurando efec- tuar un desembarque, pero todos sus intentos fueron vanos. «El capitán J. H. Dorst, del Estado Mayor del General Miles y ex- Atache militar de la Embajada americana en Viena, te- nía bajo "Sus órdenes esta expedición, que regresó esta maña* na. Su coniandante que se encuentra en ej^tremo mortificado por su fracaso en cumplir con la misión que se le encomenda- ra, rehusó hablar sobre el asunto y sólo admitió su fracaso; di- ciendo que el «Gussie» regresará á Tampa. «Antes de abandonar las aguas cubanas, la expedición Dorst tuvo una escaramuza con la caballoría española, cerca de Ca- banas, á 15 millas al Qesie de la Habana.^ donde se hizo un In- tento para desembarcar parte del cargamento. «El viernes por la mañana, el Capitán Dorst abandonó el proyecto de desembarcar en ese punto y se hizo á la mar rum- bo al Este, para Matanzas, donde se hizo otro intento de desem- barcar la carga en Punta Maya, una milla distante de la en- trada de la bahía; pero también este intento fué en vano. ♦El «Gussie» y 3u acompaílante se encaminaron hacia la cos- ta^ y cuando estaban á dos millas de la playa, una terrible des- carga de fusilería les anunció que allí se encontraban las tro- pas españolas dispuestas á darles cordial bienvenida, si se atre- vían á desembarcar. «Parece que los españoles recibieron aviso del proyectado desembarque en e^os puntos. 134 «Después de estos dos fracasos, el Capitán Dorst resolvió abandonar U idea, y rejg^resó á este puerto, como ya se ha di- cho. . , «Difícil sería encontrar un grupo de soldados que mostraran tanta contrariedad como los que venían á bordo del «Gussie.» Tenía órdenes y no hablar una spla palabra sobre el fracaso de la expedición, y cuando el bote de la Prensa Asociada se acercó al «Gussie» los solxjados contestaban con silencio á las preguntas que sé les hacían. «Poco después de su llegada el capitán Dorst saltó á tierra y por telégrafo comunicó al Ministro de la Guerra^, el fracaso de laespedición.» Las fuerzas españolas tenían previo conocimiento de ios puntos de desembarque convenidos entre los insurrectos y los americanos, y á esto se atribuye el gran número de hombres destinados á la defensa de los mismos- Diez dfas antes de la salida de la expedición á Cayo Hueso: el General Delgado, de las fuerzas insurrectas de la provincia de Pinar del Río, había convenido con los americanos que ésta debería desembarcar en la costa cerca de Matanzas, y que de ahi los insurrectos conducirían las armas y municiones al cam- pamento de Máximo Gómez, lo cual, debido á la actividad de los españoles, no se pudo llevar á cabo. Las escuadras continuaban los aprestos para entrar en ac- ción muy pronto. Et 15 de Mayo zarparon de Curagao el «In- fanta María Teresa» y el «Vizcaya» para alcanzar á la flota de Cervera que se dirigía á Cuba. ^ , Al mismo tiempo el «Oregon» había salido de Bahía, Brazil, para acompañarse del «Marietta» y del «Nitchroy» con órde- nes de incorporarse todos á la escuadra de Sampson. 11 ' Por más que los últimos despachos del Comodoro Dewey aseguraban que él podía tomar la ciudad de Manila en un mo- mento dado, no hubo ninguna otra acción naval ó en tierra, con este objeto, más aún, los mismos mensajes concluían afir- mando qué la situación era insostenible si no se le enviaban pronto refuerzos. • . El General Augustin, notificó al Gobierno español que po- dría resistir, por algún tiempo á los buques americanos. Quizás este informe del Capitán General de Filipinas haya servido para escusar la negligencia del Gabinete español eñ el envío de refuerzos para recobrar aquella colonia; la anunciada salida del Almirante Cámara con su escuadra no llegó á rea- lizarse, por más que el gobierno americano no hacía ningún misterio del próximo envío de grandes refuerzos á Dewey 135 La expedición llevaría gran cantidad de municiones y 14000 hombres, 9000 voluntarios y 5000 regulares. El jefe de la expedición sería el general Merrit. El primer convoy debía hacerse á la vela el 25, en los vapores «City of Pekin» «City of Sydney» y «Australia.» Esta debía ser la primera de las tres proyectadas expediciones. Los frecuentes cambios que había tenido el Gabinete español ó como se les llama —las crisis— motivaron tan punible é inexplicable conducta. En cada formación de un nuevo gabine- te se resentía profundamente la marcha de los negocios públi eos: el entrante, no quería hacerse solidario de los actos del ga- binete que salía, empezaba por desaprobar lo hecho y proyec- taba nuevíis reformas para Cuba y Filipinas, etc. Sólo de esta manera se comprende la serie de torpezas cometidas por el Gobierno espaliol en el proceso de esta guerra. El 17 de Mayo el Gabinete había sido reorganizado bajo la presidencia de Sagasta, por los siguientes personajes: Ministro de Relaciones, Señor Romero Girón. Ministro de Guerra, General Correa. Ministro de Marina, Señor Auñón. Ministró de las Colonias, Señor Gamazo. Ministro de Obras Públicas, Duque.de Amodóvar. Ministro de Haciendaí Señor López Fuigcerver. Ministro del Interior, Señor Capdepon. El nuevo gabinete desplegó una gran actividad en la defen- sa de los puertos españoles. Se ordenó fuesen colocadas minas en casi todos y en algunos de ellos se hicieron instalar torpe- deros. * El envfo de la escuadra á Filipinas seguía discutiéndose. Entretanto la expedición americana se hizo á la vela del puerto de San Francisco, como se había anunciado. El despacho referente á la salida decía asi: «San Francisco, Mayo 25.— Hoy en la tarde salió de este puerto el primer ejército americano con rumbo á playas ex- tranjeras. A las 4 p. m. el General de Brigada Anderson hizo señales desde el puente del «Australia» al «City of Pekin» y al «City of Sydney,» para que se pusiesen en movimiento. «La señal fué obedecida y pocos momentos después se en- contraban en camino para Manila.» El 1er. Batallón de voluntarios de California, se embarcó en el vapor,«City of Pekin» en el «City of Sydney» el ler. Ba- tallón de voluntarios de Oregon, el 14 de Infantería regular y . una compañía de artilleros. El jefe insurreto Aguinaldo expuso al Comodoro Dewey su deseo de obrar en combinación con él para atacar á Manila, desde poco tiempo después del combate de Cavite. El jefe 13^ americano no aceptó por de pronto la oferta de Aguinaldo pe- ro tampoco quiso obrar en desacuerdo con él. La 2^ctitud del Comodoro alentó á los revolucionarios, quienes creyéndose apoyados moralmente por la nación americana, redoblaron sus ataques contra las autoridades de la colonia, originándose mu- chos atentados y represalias contra los españoles de aque- llas islas. El Capitán General Augustín comunicó al gobierno de Es- paña que los elementos de que disponía eran insuficientes para contener á los insurrectos y demandó el pronto envío de re- fuerzos. No ha llegado á nuestras noticias qué hizo el gabine- te de Sagasta en obsequio de aquella razonada indicación de su gobernante fíUpino. III Una nueva proclama» del Presidente McKinley fué expedida llamando 75,000 voluntarios más á las armas. El día 19 de Mayo recibió el Ministro de Marina en Madrid, Señor Auñón, el siguiente despacho del Almirante de la escua- dra española, fechado en Santiago de Cuba, anunciando su arribo: «Esta mañana, sin incidente alguno, llegué á este puerto acompañado de mi escuadra.» La Reina Regente envió sus felicitaciones á Cervera por el término de su viaje y su entrada en Santiago. El gobierno americano continuó recibiendo de sus agentes noticias contradictorias en cuanto al paradero de la flota espa- ñola, y no fué sino hasta cinco días después, cuando se ratificó la noticia de estar en la Bahia de Santiago todos los buques de Cervera. En el tiempo que había transcurrido desde el bombardeo de San Juan no cesaron los ataques á las costas de Cuba de parte de los americanos, con el objeto de efectuar desembarcos. El punto de la costa cubana elegido para penetrar á la Isla fué la bahía de Guantánamo, inmediata á Santiago de Cuba. Una de las más formales de estas tentativas, fué la de que tu- vo lugar el 19 de Mayo en el mismo punto de Guantánaqio. Dos buques americanos trataron de apoyar otro desembarco sin éxito. Un batallón de infantería que vigilaba la playa, en combinación con el cañonero español «Bandera,» rechazó á los invasores causándoles no pocas bajas. La tentativa fué repeti- da obteniendo idéntico resultado. Por entonces se dio la orden á la escuadra de Sampson para que bloqueara el puerto de Santiago de Cuba. La situaciójj de Cervera, considerada como muy peligrosa por las autoridades 137 navales, parecía á muchas personas una prudente medida del Almirante, que replegado á los fuertes de tierra se había hecho muy difícil de ser vencido y que entre tanto obligaba á la po- derosa escuadra enemiga á vigilarlo día y noche por mucho tiempo, á lo menos mientras se pudiera haber hecho efectivo el bloqueo de Santiago, lo cual habría sido una cosa difícil. En los últimos días del mes de Mayo, llegaron á Washington procedentes de Cuba, dos oficiales del Estado Mayor del Gene- ral insurrecto Calixto García, con ciertos despachos privados ^ de este jefe y facultades para conferenciar á nombre del ejér- cito revolucionario con el gobierno americano. La conferencia se verificó con el secretario Alger y en ella expusieron los je- fes cubanos que contaban con cerca de 25,000 hombres bien equipados los cuales cooperarían con las fuerzas americanas de invasión. También se trató de la ayuda que los cubanos da- rían á los americanos en el desembarque que iba á tener lugar en seguida^ poniéndose de acuerdo en cuanto á la hora y el lu- gar de la playa en que deberían reunirse los dos ejércitos. El teniente Coronel Cortijo, cuñado del General Weyler y el Sr. García Julien que habían sido capturados abordo del «Argonauta» fueron canjeados por los corresponsales america- nos Thrall y Johues, después de varios días de gestionar el canje las autoridades americanas. CAPITULO XL Ataque á Santiago de Cuba por loa buques americanos. — Rumore» de pa2. — Hun- dimiento del "M^nimac^^TT^Prinifr desembarco de tropas americanas cu Cu- ba. — Cooperación délos insurrectos —Santiago de Cuba bombardc«d« nue- vam<»nte. — Ataqne á Caimanera. v-/#^ '^S-¡S: N rudo ataque de metralla tuvo lugar el dia 31 de Mayo á las dos de la tarde por la escuadra del Como- doro Schley contra los buques del almirante Cerve- ra» estacionados en el puerto de Santiago. El Ministro de Marina americano afirmó después del comba- te que sólo había sido un reconocimiento para descubrir el nú» mero y situación de las baterías de tierra, para madurar el plan de penetrar á la bahía la flota del Comodoro» Sin embargo, fué un ataque formalmente contestado por las baterías y los buques españoles y que ocasionó pérdidas materiales por una y otra parte, según lo refieren Jos mensajes que á continuación trans' cribimos: «Nueva Yorl^. Junio 2.— Frente á Santiago^ Junio 1°— (vía Kingston,)--La primera batalla en la cual la escuadra ameri* cana midió sus fuerzas contra I03 buques españoles apoyados por baterías Inodernas, ha tenido verificativo y los honores e.s» tan de parte de los americanos! Los tresmejorés buques de la escuadra americana,— el «lowa^» «Massachustts» y «Nueva Orleans»— fueron los elegidos para el combate» Durante cincuenta y cinco minutos, esta tarde estuvieron combatiendo contra el «Cristóbal Colón,» buque Insignia . del Almirante Cervera,y las fortificaciones poderosas de la entra- da angosta de la bahía de Santiago de Cuba. Tres de las cuatro baterías fueron apagadas con cerca de cincuenta disparos. 140 «Más tarde el Comodoro Schley resolvió cerciorarse definiti- vamente si todos los buques de la escuadra del Almirante Céi- vera se encontraban dentro de la J^ahía, y dio órdenes al cru. cero**Marblehead/* para .que se acercara lo más posible al ca- nal y. viera cuantos buques se encontraban dentro. «Tan pronto como el *'Marble head" descubrió la colocación de los buques españoles, salió á la mar para dar parte al Co- modoro Schlev. «La escuadra española constaba de los cruceros de primera "Cristóbal Colón/' el buque insignia del Almirante Cervera. "Almirante Oquendo/* "Vizcaya" é "Infanta María Teresa" y los destroyers "Plutón" y "Furor". Los buques americanos "Brooklyn" y " Texas" estaban anclados como á dos millas al Este, tomando carbón. El "Haward," "Harblehead," "Cristine" y "Eagle" se encontraban más distantes. «A la boca de la entrada del puerto se encontraba el "Cristó- bal Colón." «Cuando el "Masschusetts," caminando á razón de 16 nudos por hora, se encontraba como á 4.000 yardas de lá entrada del puerto, usa nube de humo se levantó sobre la proa del buque- insignia, y uno de los cañones de 8 pulgadas hizo el primer disparo que dio principio al combate. Antes de que pudiera seguirse la trayectoria de la granada y antes de que los es- pañoles pudieran contestar, uno de los cañones de 21 pulgadas de la proa del acorazado "Massachusetts" fué disparado. El proyectil cayó cerca de la popa del "Cristóbal Colón." Ya á esta hora los españoles estaban listos para combatir. «Las tres baterías del lado Este y otra en la isla en el centro, rompieron el fuego. Los cañones del "Cristóbal Colón" hicie- ron fuego nutrido. El "New Orleans" con sus cañones de 6 pul- gadas, cargados con pólvora sin humo, hizo varios disparos. «El "lowa" les siguió: el capitán Evans esperó hasta poner- se frente al "Cristóbal Colón" para disparar con éxito sus ca- ñones de 12 pulgadas de proa. «Los tres buques comenzaron después á disparar juntos. «Las baterírs españolas mejoraron su puntería durante el se- gundo paso de los buques americanos. Varias metrayas caye- ron cerca del "lowa" y "New Orleans" y una en peligrosa proxi- midad del "Massachusetts." Estas metrayas fueron disparadas por las baterías del lado Oeste del canal. «Una de las metrayas del "lowa" cayó sobre el "Cristóbal Co- lón." Por algunos momentos pareció que el buque estaba in- cendiándose; pero las llamas fueron sofocadas inmediatamente. «Después de 35 minutos de continuos disparos, las dos bate- rías, al lado derecho de la entrada de la bahía, fueron apa- gadas. /. 141 Cinco minutos después se apagó la batería en la isla del cen- tro. «t,a batalla duró cincuenta y cinco minutos. No hubieron bajas del lado de los americanos. Los buques. americanos re- sultaron sin averías.» «A bordo del bote despacho de la Prensa Asociada «Dandy,» frente á Puerto Antonio, Junio 10, (dilatado en transmisión)— Ayer en la tarde, la escuadra mandada por Schley, atacó las baterías de Santiago^ combatiendo también con la escuadra de Cervera, que se encuentra en el puerto. «El buque almirante español «Cristóbal Colón,» fué tocado dos veces por los proyectiles del «Massachusetts» «Las baterías españolas fueron destrozadas por el fuego del crucero «Nueva Orleans.» «Los españoles dispararon cerca de 300 proyectiles, y los americanos como una cuarta parte menos de ese número. «Durante una hora el «Massachusetts,» «lowa,» «NewOrleans» y «Vixen» buques pertenecientes á la escuadra del Comodoro Schley, midieron sus fuerzas con la escuadra del Almirante Cervera y con las b'iterías de tierra que protejen la entrada de la bahía de Santiago de Cuba, lugar donde se encuentra el Al- mirante español. Este es el primer encuentro de las fuerzas na- vales que ha ocurrido y no ha sido más que un preludio de se- rios acontecimientos para fines de la semana. «Poco antes de las diez de la mañana el Comodoro Schley se pasó del «Brookl)ni» á bordo del acorazado «Massachusetts» donde permaneció durante el combate^ enarbolando la bandera de almirante. «A la una de la tarde se hizo laseñal desde el «Massachusetts» para formar en línea de combatey el «lowa,» «New Orleans» y «Vixen» tomaron sus posisiones. El «Massachusetts« caminaba á media máquina hasta encontrarse á unas quince millas dis- tante de la entrada del puerto; entonces viró y se dirigió hacia la bahía. El «New Orleans» seguía muy de cerca al abanderado y el «lowa» venía como á media milla detrás. «El abanderado aumentó su velocidad y pronto caminaba á razón de diez nudos por hora. «Más y más se acercaba á las baterías, y á los ansiosos vigías á bordo de los demás buques americanos les parecía que nun- ca haría fuego. De repente, y cuando se encontraba como á 500 yardas de la entrada de la bahía, se levantó una enorme nube de humo blanco y amarillo sobre la proa del abanderado y sus cañones de trece pulgadas dispararon dos metrallas, que, pa- sando por encima de las colinas, una de las metrallas tocó al crucero español «Cristóbal Colón,» que se encontraba anclado en la entrada. "^ 142 y «Swance» se encontraba á alguna distancia á la izquierda. El "Dolphin" y **Porter hacían iguales movimientos en el flan - co derecho. *'La línea encabezada por el "New York,'' atacó las nuevas baterías de tierra cerca del Castillo del Morro. "La línea formada por el "Brooklyn," se situó frente h las báterias Estrella y Catalina, y á las nuevas baterias de tierra, alo largo de la costa. "Las baterias españolas permanecieron ca liadas. Es dudoso saber si á los españoles les fué posible determinar el carácter del movimiento debido á la densa neblina y pesada niebla que reinaba en la mañana. "Repentinamente se lanzó una bomba de doce pulgadas que cayó frente á, la batería Estrella^ destruyéndola, instantánea* mente comenzó el fuego de parte de ambas escuadras, la del vice- Almirante Sampson y Comodoro Schley y un torrente del bombas caían.sobre las baterias españolas. "Los españoles contestaron inmediatamente, pero su artille- ría era miíy défoíL "El humo cubría con densas nubes á los buques. "No hubo maniobras de parte de la escuadra los buques per- manecieron en sus lugares primitivos haciendo fuego continuo. "Los buques se encontraban cerca de la costa, y por esto se es'diñcultaba á los artilleros americanos llegar hasta las báte- las situadas en la colina. "Antes del bombardeo se dio orden para evitar el fuego so- bre el castillo del Morro, pues el Almirante americano había sido informado de que el teniente Hobson y los otros prisione- ñeros del "Merrimac" se hallaban allí. "A pesar de esto, el castillo del Morro sufrió algunas averías La línea del Comodoro Schley se movía cerca de la costa y haciendo fuego á corta distancia. El "Brooklyn" "Texas" causa- ron grandes daños alas baterías españolas, acallándolas pronto. "Mientras los buques sostenían el fuego. con las fuertes bate- rías, el "Swance" y "Vixen" sostenían combate con las peque- ñas baterías frente á ellas,logrando en poco tiempo silenciarlas. "El "Brooklyn" se acercó á ochocientas yardas y entonces la destrucción causada porsus cañones ylos del"Mart)lehéad" y I J '47 «Texas» fué verdaderamente terrible. En pocos minutos las obras de madera de la Estrellase incendiaron y la' batería aca- lló sus fuegos. J\\ Este del «New York» y «New Orleans» silen- ciaron la batería Cayo Smith y en seguida las otras baterías. La puntería no resultó tan certera debido á la elevación de los cañones, muchas bombas cayeran y los artilleros españoles se retiraron. «Poco después de las nueve cesó el fuego y los buques se re- tiraron en perfecto orden» para evitar el uso de las baterías del puerto. Entonces el fuego se asemejaba á la prolo.ngada re^ver- beración del trueno del rayo, y las metrallas tocaban las bate- rías españolas xon terrible efecto. El, incendio estalló en los fuertes de Catalina, acallándose los cañones españoles. El fue- go de la escuadra tontínuó hasta las diez de la mañana, hora en que los disparos españoles cesaron por completo, y el Al- •^ migante Sampson dio la señal «cese el combate.>*^ «En general, los tiros de ía escuadra fueron muy destructores. , "Muchas de las baterías han sido reducidas á silencio y las fortificaciones ¿Estrella» y «Catalina» han salido tan averiadas, que es dudoso si éstas podráií ser reparadas para que vuelvan á prestar servicios efectivos durante la guerra. «Después que la escuadra se retiró, los españoles, regresa- ron á algunos de los cañones y dispararon doce^ bombas sobre , la escuadra, sin causarle daños. Una de las bombas cayó cerca de un buque carbonero; - * s «Durante el combate ningún buque salió agriado, ni ningu- - na desgracia ha habido que lamentar » El primer desembarco de tropas am.ericanas de invasión que permaneció en la costa sin reembarcarse no se verificó sino hasTa el día 12. El teniente coronel Huntington, al mando de 800 hombres de infantería de Marina que desde el día 7 habían salido de Cayo Hueso en el vapor «Panther» hicieron algunas tentativas apoyados por la escuadra, pero no fué sino hasta aquel día cuando lograron saltar á tierra y tomar posesión de un campamento español donde encontraron tres obuses, varias armas y municiones y el pabellón español izado, asi como una bandera del tercer regimiento del príncipe. El punto escogido, al Este de la rada de Guantánamo, es un punto estratégico seguro y á propósito par^ fondear, dista cua- renta niillas de Santiago y estaba defendido por unos cuantos soldados españoles, que aun cuando de prento *se retiraron, volvieroo luego á atacar rudamente á los recien llegados. Tan luego como se recicibió la noticia de habtr desembarca- do las tropas de avanzada, se puso en marcha el resto del ejér- cito de invasión compuesto de 15 regimientos de Intantería dé , línea 3 de voluntarios del Estado de New York y una del Massa- chusetts: total infantería 561 oficiales, y 10,700 de tropa. V.. / ♦ • 143 • Seis regimientos de Infantería de línea y un regimiento de volúntanos: total de caballería 168 oficiales, y 3,156 de tropa. Ingenieros, dos compañías, 9 oficiales y 250 ae tropa. Cuerpo de señales: 2 oficiales y 50 hombres. * * Artillería, cuatro baterías de campaña con 14 oficiales y 323 hombres. Dos baterías de sitio con 4 oficiales y 132 hombres. Estado Mayor Especial: 15 jefes y oficiales. Servicio de sanidad y ambulancia. Total general: 773 oficiales y 14, 610 individuos de tropa. Estas tropas fueron conducidas por treinta y cinco transpor- tes resguardados por doce buques de guerra. La expedición salió de Tampa, Florida el día 14 á las nue- ve de la mañana. En cuanto á las demás tentativas de los buques americanos para hacer penetrar soldados en la Isla, podemos asegurar que en la semana que precedió al desembarco en Aguadores, dia- riamente se hacían esfuerzos infructuosos y algunos de ellos costaron caro á los buques. ^ III Una semana después de haber .*;alido la expedición para Fi- lipinas se hizo á la vela la segunda. El jefe de toda la expedi- ción. General Merrit, acompañó á los transportes que salieron de California. ' Era indudable que al recibirse estos refuerzos en Manila se intentaría luego la toma de la ciudad. Pero un incidente im- previsto dificultó las operaciones del ejército americano y em- l)arazó mucho la conducta del gobierno. Este incidente fué la oposición que Alemania manifestó á cualquiera medida violen- ta que se intentara en Manila por Dewey ó las fuerzas de tie- rra que iban en camino. La intervención de Alemania fué acen- tuada por la concentración paulatina de su flota en la bahía de Manila. El día 10 de Junio se hallaban fondeados los siguien- tes cruceros de primera clase alemanes: «Augusta,» «Irene,» «Gefíon» y «Cormorán.» El «Kaisser» acorazado de primera, iba en camino. Conviene recordar que Alemania hasta entonces no había hecho sino declaraciones verbales, por medio de sus represen- tantes, sobre la neutralidad que observaría en la guerra. Esto dio origen'á serios temores de que una nueva complicación sur- giera con dicha potencia. En cuanto á la escuadra española de Cámara^ desde los prí- meros días del mes se hizo á la mar llevando órdenes selladas; pero una semana más tarde se supo con sorpresa que había re- r 149 gresado sin novedad, y que su programa requería ir á practi- car una serie de maniobras, las cuales dio por terminadas con sus regresos. Por lo demás los movimientos de esta escuadra eran tan mis- teriosos como los de la de Cervera, aunque algunas autorida- des navales opinaron que en vista de los desperfectos de los buques de Cámara, no era un misterio la causa de su inmovi- lización, puesto que antes de emprender una larga travesía ne- cesitaba 'repararlos. Efectivamente, la escuadra de Cámara cuyos barcos princi pales adolecían de descomposturas, estaba, á mediados de Ju- nio, reparándose en el puerto de Cádiz para emprender su via- je ¿ Cuba, según las órdenes del gobierno, de las cuales pare- cía en espera. Por lo que hace á la campaña en Cuba, la activa cooperación de los insurrectos fué descubierta por los españoles de Santia- go y Guantámano desde el día 8, Un despacho del correspon- sal de la Prensa Asociada frente á Santiago de Cuba, fechado el 10 de Junio dice lo siguiente: «En estos últimos días la actividad de los españoles ha sido particularmente notable. Valiéndose de bueyes han estado transportando artillería á las fortificaciones, en las que los sol- dados trabajan en colocarla, y ha habido otras señales mani- ^fiestas de que los españoles están preparando una resistencia desesperada. Fácil es que trasladen á los fuertes algunos de los cañones de íos buques que estaban al mando de Ce i vera. «Los insurrectos, en número de 5.000, se han apostado én una montaña situada hacia el Occidente; pero 2,000 de ellos care- cen de armas. «El General Máximo Gómez, que se haya ahora como á 150 millas en lo interior de la isla, está actualmente en camino pa- ra la costa. «El Almirante Sampson está cooperando activamente con los insurrectos. Ayer estuvieron á bordo del «New York» el ca- becilla Miniet, de las fuerzas rebeldes y su Estado Mayor, y tu- vieron una larga conferencia. Los oficiales navales han esta- do emprendiendo expediciones, sobresalientes por su audacia, para mantenerla comunicación con los insurrectos y desem- barcarles armas. Han sido los barcos «Swance» y «Vixen» los que principalmente se han dedicado á esa tarea. El teniente Sharp, del «Vixen» y el sub comandante Delhanty, del «Suwan- ce^» han tenido que desempeñar diariamente importantes co- misiones, y las han llenado todas con feliz éxito. «Ha consistido principalmente la t; fea en llevar y traer men- sajes; pero el «Swance» ha estado ocupado en asuntos de ma- yor importancia. Este barquito cañonero ha desembarcado 300 bultos de armas pequeñas y municiones, 300 rifles de fSpring- fi^ld/ 100 carabinas, 2,000 machetes, con equipo y provisiones.- «Fueron entregados estos objetos ayer miércoles, como á 15 millas al Oeste de Santiago á 800 insurrectos que bajaron á la playa dejando en la montaña el grueso de la fuerza. «Fué penoso el desembarco pero se verificó sin ninguna in- terrupción. • «Refirieron los insurrectos que diariamente hay eneuentros entre ellos y los españoles.- «Se ha recibido absoluta confirmación del anunciado desem- barque de tropas americanas en Aguadores. Las iuerzas- mili- tares españolas'liícieron un suptemo esfuerzo para evitar el desembarque, pero fueron rechazadas, experimentando pérdi- / das de consideración, por las tropas americanas ayudadas por las fuerzas insurrectas. Se sabe que los americanos se unieron/ el lunes con el General García y en la actualidad se encuen- tran, atrincherados cerca de la ciudad Los españoles están com- pletamente encerrados y su rendición no es sino cuestión de tiempo, No cabe la menor duda que los daños, causados á los españoles en el bombardeo de Santiago por la escuadra, fué mayor de lo que se supuso al principio.» Al Ministerio de Marina americano se había comunicado Con fecha 10 el parte oficial del d'^sembatco cerca de Guantámana y se agregaba en el mismo mensaje que los americanos incen- diaron un pequeño pueblo que hallaron primero á su en- cuentro. * . - . El último cable que unía á Santiago de CJuba con el resto del . mundo fué cortado/ realizándose la operación de manera de entablar fadlmente la comunicación en un momento dado. Los americanos, con inmensos trabajos, lograron posesio- narse del Caimanera en la costa inmediata áGuantámano auxi- liados por los disparos del «Dolphin.» Sin embargo tardaron tres días de combate continuo para que su posesión se hiciera indisputable. Los españoles dueños del campamento que á su llegada encontraron los marineros abandonado, no tardaron en retroceder emprendiendo un vivo ataque contra los invaso- res que sostuvieron el .fuego con trabajo. Una relación del corresponsal de la Prensa Asociada dice así: «Campamento de marinos de los Estados Unidos j.unto al puerto de Guantámano, lunes 13 de Junio á medio día. Mensa- je del «Wanda,> bareo de Ja Prensa Asociada: vía Kingston Ju- nio 14. á las 7 a m —Después de dos noches de reñido comba- te, flota aun la bandera americana en territorio cubano, sobre el campamento del batallón de marineros, quienes aseguran que lo conservarán allí hasta q'ue lleguen las tropas. Así pues, ha tocado á los marineros lo más difícil de la pelea, la situa- ción es grave, están ya desfallecidos á fuerza de pelear^ ata- n ■■■■! I5Í ques casi incesantes. Muy pocas probabilidades tienen de des- cansar ó de dormir, y no se sabe á punto fijo cuando llegará el auxilio. Si no fuera por los cañones protectores de la escuadra, el reducido grupo de marineros habría sido ya exterminado por las fuerzas españolas de Santiago de Cuba, cuyo número es incomparablemente superior. «Puede ser que logren conservar su posición, pero les es im- posible ir adelante mientras no les llegue el refuerzo. Las tien- das de campaña de los soldados hacían pensar al principio en uu día de fiesta; pero hoy se ha convertido la ilusión en reali- dad horrenda. El menor movimiento en el campamento es co mo una señal para que hagayj ejercicio al blanco los españoles cuyos fusiles estriados, tienen un alcance mayor que los nues- tros «Es imposible estimar con exactitud el número de la fuerza enemiga, sólo puede decirse que es crecido. Como dos terceras partes de esas fuerzas, rodean el campo noche por noche con un círculo de muerte, y el tiroteo de los Maüssers es vigoro- sísimo. «Por la noche pelean los sitiadores, pelean al estilo de lo"^ in- dios: cada yarda de chaparral es una emboscada. «Después del primer ataque el sábado en la noche, el coronel Huntington decidió que se hiciera una nueva tentativa el do- mingo por la. noche y ordenó que se formasen trincheras por tt)dos los lados del camf)amento, y en ellas esperó la mayor parte del batallón la embestida la últina noche. «Verificóse ésta poco después del obscurecer y desde ese momento hasta la venida del nuevo día hubo un fuego conti- nuado y á veces nutridísimo. «Los americanos por su parte, tuvieron dos muertos y cua- tro heridos. Los muertos fueron el Sargento Enrique Goode, de los soldados de marinos, atravesado de un balazo en el lado derecho del pecho; el soldado raso Tauman, que tan pronto co- mo fué herido cayó por tierra y murió instantáneamente. "Los heridos son: el soldado raso Wallece, que rodó de la al- tura y se rompió una pierna; el de igual clase, Martín que re- cibió un balazo en una pierna; el de la misma graduación, Rai- bury, herido con bala en un brazo, y el de empleo de igual ca- tegoría, Burk, herido también de un brazo. •*La primera acometida de los españoles fué á las 3 p. m., y el último tiro disparado por ellos á las 3 a. m. En el transcur- so de la noche arremetieron los españoles contra el campa- mento de los marineros que estaban en la costa, y el "Marble- head,** creyendo que los americanos habían sido desalojados, lanzó varias bombas al lugar; sin embargo, fué repelido el em- puje por el escaso destacamento de marinos que se hallaban Í52 en el campamento. Las bombas del Marblehead hicieron ex- plosión entre los soldados navales. "La refriega fué la primera de la guerra en que los cubanos tomaron part¿ en ayuda de los americanos, y su cooperación no fué muy brillante que digamos. En momentos en que^ por la tarde estaban los marineros haciendo fuego sobre ima par- tida reducida de españoles que apareció á corta distancia del campamento, los cubanos se pusieron á disparar en desorden y mandaron una descarga que precisamente iba á causar estra- gos entre los americanos. Casos hubo de gravísimo peligro, y, sin embargo, nadie resultó herido. Parte oficial español de la acción de Caimanera. "Caimanera Junio 13. *^A1 comandante General de la División Militar de Santiago de Cuba. "Al amanecer del sábado, siete buques apareeieron en el pi^erto de Caimanera y dispararon sus ametralladoras y toda clase de proyectiles sobre la playa del Este y Cayo Toro, has- ta que incendiaron el frente en la plaza del Éste y las casas de pilotos fueron ocupadas después por destacamentos de mari- nos americanos. "El cañoneo continuó con más ó menos intensidad hasta las cinco de la tarde, pues la playa del Este estaba solamente de- fendida por dos cañones antiguos y trincheras de arena, así que el destacamento nada podía hacer contra los buques, que hacían fuego sobre ellos por todas partes. Por último se reti- raron á Managua y Cuzco, sin que dejaran de hacer descargas. "Desde ese momento los soldados ocuparon Punta Caracotes, observando los movimientos de los buques que ocupan todo el exterior del puerto, con una verdadera flota de buques, unos armados y otros auxiliares. También he tomado el paso del Enano. "Permaneceré en Caimanera y solamente abandonaré ese puerto cuando lo estime necesario. "No he podido resistir á los americanos con sólo el fuego de fusilería. "Los fuertes Sandoval y Cayo Toro han disparado sus caño- nes, pero sin efecto; pues los buques enemigos se pusieron fue- ra de su alcance tomando posiciones en el canal del centro. Tengo noticias de que los insurrectos, en Baracoa, por señales que les hacen los buques americanos, se han acercado á la ba- hía. Desde el sábado los americanos han cortado los cables y no he podido repararlos. "Los bomberos gozan de buena salud y mantienen magnífi- co espíritu. Continúo dando solamente medias raciones y de 153 este modo tendré suficiente para un mes más. No tengo harina n\ modo de conseguirla, pues como he dicho anteriormente, ha- ce mucho tiempo no hay granos. También estamos esca- sos de quinina, pero me he posesionado de una botica y tendré suficiente provisión de esta droga para un mes. La ciudad es- tá sufriendo grandes privaciones. Hoy se encuentra en el puer- to un gran buque acorazado el "Oregon" acompañado de otros siete buques y un transporte el "Sain Paul." •*Me regreso á la Caimanera después de despachar al porta- dor con este parte. El mensajero es de mi entera confianza, pues siempre ha prestado buenos servicios. Encarecidamente lo recomiendo á su Excelencia en caso de que llegue sin nove- dad. (Firmado) Félix Paranjau, Comandante de la segunda Bri- gada de la divisi ón de Oriente del Ejército Español en Cuba. CAPITULO Xíí. Contiuúan los eombatss en Guau tánam o —Difícil sitnaoión en Manila. —Salida de la escuadra española de reserva.— Desembarco en Cuba dft las fueizas He invasión al mando del Gentral Shafter — Se prepara un atique combinado íí la ciudad de Santiago. — Las defensas españolas.— Priniei es combates con el gt'uejo del ejército americano. 4» I. la vez que zarpaba para Manila] la segunda expedi- ción del puerto de San Francisco, se organizaba rápi- damente la que había de invadir á Puerto Rico. El General Shafter, jefe del ejército invasor de Cu- ba, era esperado con ansia por los marinos americanos que se habían posesionado de una pequeña porción de terreno enGuan- lánamo; seguían resistiendo, con grandes pérdidas, el incesante ataque de las tropas españolas, y entre ellas existía el temor de que si el ejército de ocupación tardaba mucho tiempo, qui- zás no encontrase vivo á uno solo, á pesar de la cooperación de los insurrectos, ó tendrían que replegarse á los buques. Hasta la tercera noche, los americanos pudieron descansar un poco tras de una refriega interumpida apenas, durante los tres días últimos. El 14 por la tarde los marinos americanos con la coopera- ción de los insurrectos cubanos atacaron al campamento espa- ñol, situado como á cinco millas de las trincheras americanas. Las tropas españolas constaban de 400 hombres de tropas re- gulares; los americanos destruyeron el campamento y cegaron el pozo que les surtía de agua. Un americano y varios cuba- nos resultaron heridos. Dos cubanos fueron muertos. Al día siguiente á las cinco de la mañana el enemigo hizo un ataque inesperado sobre la retaguardia y flanco izquierdo de las tropas americanas. Cuando las avanzadas vinieron en su auxilio, las guerrillas españolas se deslizaron por dentro de ellos y se pusieron como á cien yardas de distancia, á tiempo ' 156 I que en las trincheras* americanas se disparó accidentalmente un rifle que los hizo creer que habían sido descubiertos y rom- pieron un terrible tiroteo que no causó daño alguno. Entonces los americanos tomaron sus posiciones dé defensa é hicieron frente á las guerrillas. Además, las piezas de artillería ligera montadas en distintos ángulos sobre las trincheras y las ametralladoras, enviaron una verdadera lluvia de balas dentro de los chaparrales donde estaban apostados los españoles, quienes se dispersaron en to- das direcciones. Algunos de los españoles mantuvieron sus po- siciones por el flanco izquierdo. El auxiliar «Panther» hizo va- rios disparos sobre el enemigo mientras los marinos se ocupa- ban en rechazar el atarque de la retaguardia. Los cubanos que tan valientemente se batieron la noche an- terior^ con dificultad fueron obligados á tomar parte en la es- caramuza de la mañana. Varios de éstos se negaban á entrar en combate y sus oficiales á puros cintarazos les forzaron á combatir. ^ El numero de tropasnnsurrectas, según Calixto García ma- nifestó en una comunicación al general Miles, enviada con su representante Hernández, ascendía á 9,000^ los cuales puso á sus órdenes anticipadamente para atacar á las fuerzas espa- ñolas. Antes del viernes 17 de Junio^ que era el día designado para la llegada de las tropas de Shafter, fueron reforzados los ma- rinos por 1^000 cubanos niás al mando del jefe Rabí^ pudiendo así resistir mejor al ataque de los espa.ñoles. El día 16 la escuadra del vice- Almirante Sampson bombar- deó por tercera vez las baterías de Santiago de Cuba. Duran- te algunas horas acribilló las baterías á derecha é izquierda^ y solamente dejó en paz el castillo del Morro, donde estaban pre- sos el teniente Hobson y sus compañeros. Por lo que hace á la situación en Manila empeoraba cada día. Teniendo Dewey sitiada la ciudad por agua y los insurrec- tos por tierra, se había establecido un bloqueo cuyos desas- trosos resultados se hicieron sentir primero que el de Cuba. En Filipinas, así por la distancia tan grande de España^ como por estar aislado el Archipiélago de centros importantes de c'omer- cio, no fué posible burlar la vigilancia de la escuadra— como en el bloqueo de Cuba sucedió tantas veces— ni proporcionarse víveres, desde principios de Mayo. No debemos omitir la pu- blicación del siguiente relato, de cuya exactitud estamos con- vencidos, y que pinta muy bien la horrorosa situación déla ciudad. "Manila, Junio 5. Vía Hong-Kong Junio 17.— Hoy se decla- ró aquí oficialmente que la falta de provisiones ha llegado á ser asunto serio. 157 * Los voluntarios, protegidos por algunos cañoneros que se ^nvinron á la laguna en busca de alimentos para la ciudad, re- gresaron hoy, dando cuenta del fracaso de su misión. «Se concede también oficialmente que las tropas españolas han estado sin alimento durante las últimas treinta y seis ho- ras. "Se admite también oficialmente que las tropas en número de 36,000 carecen en absoluto de víveres. «Los rebeldes ganan terreno continuamente. «La flotilla española no pudo efectuar el desembarque á pe- sar del prolongado fuego de los cañones. Sin embargo, ningu- no de los que resistieron el desembarque fué muerto. Esto des- vanece la última esperanza de provisionar la Capital de las Fi- lipinas. "'^Durante el curso de la semana pasada^ todas las guarnido nes fueron atacadas simultáneamente. "Los insurrectos se han unido en la sección al Norte de Pa- sig y en la orilla del río de Pasig, desde donde han rechazado á los cañoneros españoles hasta Deya. "La zona de hostilidades de los insurrectos es en extremo defensiva pues está cubierta de densos bosques, teniendo innumerables emboscadas naturales, así como tnncheras. Las tropas españolas son valerosas y heroicas hasta la desespera- ción; pero se encuentran en una condición desoladora debido á la falta de alimentos. *'Todas las compañías españolas no han tenido que comer durante dos días, y algunas de ellas literalmente están perecien- do. Es un cuadro desastroso. "Los campesinos asisten por caridad á los soldados que pe- recen y algunos soldados ingleses convidaron ayer á los solda- dos que custodiaban á la ciudad; compraron por algunos cheli- nes todo lo que tenía un fondista y lo repartieron á los solda- dos que dijeron era el primer alimento que tomaban desde hacía algunos días. *'Una persona hizo notar que' hay gentes que merecen ser linchadas por permitir este estado de cosas. "Se vé á los oficiales pasear diariamente por los cafés y bou- levars^ y charlar con los ingleses mientras que los hombres que tienen á su cargo están pereciendo de hambre. "Ayer los insurrectos atravesaron el río Zapote y descendie- ran también de la laguna para atacar á los españoles por el flanco y les tomaron algunos cañones. "Los españoles hicieron una buena resistencia hasta que se ordenó retirada, probablemente por no ser suficiente sus mu- niciones. «Es imposible comprender cómo pueden abandonarse sin sin combate tan magníficas posiciones. 158 «Los rebeldes tomaron hoy las Pinas, Prague, Tulago, Mai- day y Pineda, todas en la línea de las costaa. «Los españoles perdieron diez y nueve hombres entre muer- tos y heridos y 7,090 volvieron aquí sin daños. «Én Calocán, estancia del ferrocarril de los suburbios, hay todavía algunas tropas muy mal atrincheradas. :, «La aldea está llena de rebeldes, y la línea del ferrocarril se ha roto y desprendido por los insurectos que han prometido, volverla á colocar cuando termine la guerra. «Muchas tropas de nativos no ocultan sus intenciones de de- sertar. ' yií: . ■ «Hay una disputa furiosa por refugiar detrás de los viejos mu ros y en la' cindadela por órdenes del Gobernador, á toda la población de la ciudad. «El Capitán General formó un consejo de ^guerra en el cual se propuso la rendición, porque la resistencia es enteramente, inútil; y un deplorable derramamiento de sangre y los esfuer- zos heroicos no servirían de nada por la falta de provisiones y la pequenez de la fuerza. «Los insurrectos no esperan más que la orden para avanzar sobre Manila. «La familia del General Agustín fué capturada por los re- beldes..» Hasta entonces, que se recibieron estas noticias y otras se- mejantes en Madrid, se acordó el envío de la escuadra de re- serva á Manila. . «La tarde del 17 de Junio zarparon de Cádiz 4ós siguientes buques «Carlos V,» «Pelayo,» «Rápido,» «Patriota,» «Audaz,» «Osado,» «Prosperina.» Giralda,» «Prelado,» que. conducía á su bordo al Ministro de Marina Capitán Auñon, «Alfonso XIII,» "Covadonga/' Antonio Lóp^z," Isla de Pinos," Buenos Aires-' y San Francisco." Los últimos tres transportes iban cargados con tropas. Los primeros pasaran frente al Peñón con rumbo á Cartagena. Es- tos buques formaban la escuadra de reserva de España, al man- do del Almirante Cámara. Los despachos que á continuacién copiamos, bosquejan el estado de la opinión pública de España. •'Madrid, Junio 17.— Gran entusiasno se manifiesta en toda la ciudad con motivo de la salida de la escuadra de Cádiz. Un sentimiento optimista se expresa en el pórtico y corrillos del palacio de las Cortes. "En esta ciudad se dice que la escuadra del Alaiirante Cáma- ra se compone de más de 20 buques, incluyendo cruceros auxi- liares y es agrega que lleva una inm.ensa cantidad de material "59 de guerra, inclusive un misterioso explosivo. También se su- surra que la escuadra se dividirá cuando se encuentre en alta mar y se dirigirá & rumbos distintos. . , «Urv nuevo contingente de tropas se está alistando bajo las banderas y sé demuestra 'mucha actividad en los Ministerios de Guerra y Marina. ♦ Los traioajos en las fortificaciones se activan día y noche, y se aíirma que se está formando una tercera escuadra, compues- ta del «Lepanto», Cardenal Cisneros, «Alfonso XII» y otros cruceros auxiliares. «Cádiz será el rendezvous de esa escuadra y corre la impre- sión general que una guerra defensiva será la del porvenir. Se anuncia semi oficialmente que el gobierno no cuenta ya con el apoyo de las Potencias, ni aun Alemania, á pesar de sus in mensos intereses en las Filipinas, podrá hacer algo en favor de Kspafta.» A la salida de Cámara se publicó este merísaje en la capital americana: . «Washington, Junio 7.— Tan pronto como la escuadra que se encuentra en Santiago sea destruida ó capturada, se ordehará al Comodoro Schley, que vuelva á Hampson Roads con el ob jeto de reorganizar la escuadra evolucionaria. «Se asegura que se trata de encomendar á Schley la tarea más importante referente á la guerra, la de atravesar el Átlán tico con una grande y formidable escuadra de buques de gue rra para ir á atacar en sus propias aguas á la escuadra espa- ñola de reserva. «Semejante flota no tendría igual en la guerra moderna, y se- gún los oficiales, se pondrá al cuidado de Schley. «Esta medida no se pondrá en práctica si la reserva españo- la no mostrase intenciones d9 seguir á Cervera. II El bloqueo de la Habana, que iba á cumplir dos meses de establecido, no era tan absoluto como se creía. Algunas embar- caciones españolas lo habían burlado y á eso se debe que des- pués de tanto tiempo no se hubieran agotado los medios de subsistir de los habitantes de la ciudad. La carne se vendía á cincuenta centavos la libra, la manteca de puerco al mismo precio, el arroz á veinte centavos, los cua> les precios indicaban que había escacés de estos artículos, pero no carencia absoluta de ellos. Otro tanto podía decirse del bloqueo de Santiago de Cuba. En aquella fecha (18 de Junio) el vapor español 'Purísima 1 6o Concepción* burlando la vigilancia de los buques ameiicanos desembarcó en las Tunas un gran cargamento de provísíjnes habiendo zarpado de Kingston. Esta noticia que llegó á oídos del jefe de la escuadra blo- queadora, liizó que la vigilancia se redoblara en todos los bu- ques. Gran emgeño manifestaban las autoridades americanas pOr el canje del teniente Hobson y sus arrojados compañeros pre- sos en el castillo del Morro. El General Blanco no quiso acce- der luego alas reiteradas peticiones americanas en este sentido, hasta no recibir órdenes de Madrid. El extraordinario interés manifestando por su rescate, hacía á las autoridades españolas suponer que se oudiera saca/ gran partido de este canje y ma- duraban la manera de obtener de él todo el provecho posible. Esta fué la razón de haberse rechazado al principio las pro- puestas de liberta para Hobson El día 21 comenzó en la playa de Baiquirí, inmediata á San- tiago, el desembarco de las tropas del General Shafter. Puestos de a4:uerdo los dos jefes americanos decidieron simular un vio-^ lento ataque al puerto de Cárdenas, con el objeto de atraer á ios españoles hacia aquel punto. Mientras se efectuaba esta operación los transportes esperaban, sin presentarse en San- tiago. Al fin el día 20 en la noche fueron avistados, y al día si- guiente principiaron las maniobras del desembarco continuan- do el 22. El Secretario Alger recibió el siguiente mensaje: «Playa del Este, Junio 2.— Al Ministro de la Guerra Was- hington. De Baiquirí, Cuba 22. Desembarco en Baiquiíí esta mañana con éxito. Muv poca ó ninguna resistencia (firmado) «Shafter». El Ministro Long recibió un mensaje más extenso de Samp- son á las 6. 50 p. m. «Antes de desembarcar hicieron algutios disparos sobre e' vecindario el «Nueva Orleans» el «Detroit» el «Cristine». el «Wasp» y el «Swance.» Se hizo una demostración sobre Caba- nas para llamar la atención del enemigo. El «Texas» atacó la batería del Oeste. Tuvo un muerto. Las minas submarinas se han sacado del canal de Guantá- namo, donde se ha establecido la comunicación telegráfica. — [Firmado] Sampsoji. Otro mensaje de la prensa decía: «Baiquirí (Cuba), Junio 22, vía Kingston. — Las tropas anie- ricanas están desembarcando en Baiquirí, á 17 millas de San- tiago. 3,000 hombres han saltado ya á tierra, protegidos por el fuego de la escuadra que al mismo tiempo está bombardeando á Aguadores.» i6i Antes de principiar el desembarque se notó una numerosa fuerza de tropas españolas, cerca de la costa, en las imediacio- nes de Aguadores, Obrando de acuerdo con las instrucciones del General Shafter^ los cubanos atacaron á los españoles por la retaguardia. Los buques americanos bombardearon la costa al mismo tiempo. Las tropt'^s americanas atacaron entonces á los españoles, y desembarcaron, cogiéndolos entre dos fuegos. El Almirante Cervera obedeciendo á una disposición del ca- pitán General Blanco ordenó que una fuerza compuesta de ma- rinos de su escuadra se dirigiera á tierra para ayudar alas fuer- zas españolas á rechazar al enemigo. Los americanos, que no habían encontrado resistencia debido al bombardeo de la escuadra sobre Siboney y Guantánamo, se vieron atacados bruscamente por una fuerza española con la cual se trabó un recio combate hasta que llegó la noche. Ha- bían desembarcado ya 3,000 soldados. Cuando las tropas ame- ricanas continuaron desembarcando, los españoles se batieron en retirada, ordenadamente, teniendo que abandonar algunos puntos estratégicos á los invasores Entre tanto ia escuadra de Cámara continuaba su ruta hacia el Oriente. El día 20 se encontraba en Cartagena y continuó luego su marcha hacia el Canal de Suez. El 24 se publicó este mensaje: «Washington, Junio 24.— Ya no se duda aquí de que la escua- dra española de Cádiz se dirije con rapidez al Oriente. «En las costas del Mediterráneo, los agientes de confianza del Gobierno están observando el movimniento de bu ^ues }'- apro- vechándose de toda información fidedigna, «Así es que cuando llegó hoy la noticia por conducto dé es tos agentes, de que se avistó anteayer la escuadra en Paútela- ría, los oficiales se inclinaron á aceptar la afirmación como in- dudable. «Según las cuentas de los oficiales de marina, la escuadra se encontraría ya cerca de Candía, al Sur de Grecia. «Avanzando la escuadra llegaría á Puerto de Said á la en- trada del canal de Suez próximamente el lunes ó martes. «Desde este punto, no se cree que la escuadra española avan ce más, porque se expresa confidencialmente que todo movi- miento español no es más que aparente, para satisfacer las más exigentes demandas del pueblo español, y especialmente del partido clerical que algo haría por salvar á las Filipinas y á España. í62 «Ha}' duda de que las autoridades del canal permitan que bu- ques españoles se arriesguen á pasarlo, aunque Cámara esté deseando exponerse á atravesarlo.» Desgraciadamente las ideas contenidas en el último parte de este despacho, relativas á los movimientos de la escuadra de Cámara, hubieron de realizarse exactamente, según tendremos ocasión de verlo en seguida. En esa misma fecha, y debido á la sobrexitación popular se determinó la disolución de las Cortes españolas, y firmo la Rei- na regente el decreto relativo, El discurso del diputado Cana- lejas pronunciado en la Cámara dos días antes, contribuyó á que esta medida se llevase á cabo con festinación. Manifestó en su discurso que la guerra ha sido un fracaso y una vergüenza para España, la que cada día se vé más humillada debido á la incompetencia del Gobierno. El lustre de las armas españolas, dijo, que por tres siglos se ha mantenido brillante, se está opa- cando, y alegó que el Gobierno procuraba ahora salvarse de la actual situación, clausurando las cortes. Canalejas exhortó apasionadamente á las Cortes á que no .suspendieran las sesiones y dejaran el honor de la nación en manos d^ traidores. En la misma sesión del 24 de Junio, el debate de la Cámara recayó, sobre la cuestión filipina y por el apasionamiento que caracterizó á las discusiones, tuvo que acabar desordenada- mente. Romero Robledo, el orador conservador, precipitó los desór- denes atacando viciosamente al General Polavieja, exMinistro de la Guerra y ex-Capitán General de las Filipinas, por haber tratado la paz con el jefe insurrecto Aguinaldo. Alegó que ese pacto corrompido se formuló cuando España esperaba que los que entonces estaban á su servicio sofocarían la rebelión por la fuerza de las armas. Si el General hubiera permanecido fiel á las tradiciones del ejército. Aguinaldo no viviría hoy para ayud<^r á la degrada- ción de España. Robledo fué interrumpido en esta ]>arte de su discurso con gritos de «no es cierto.» Una escena de confusión siguió á la sesión que hubo de sus" penderse temporalmente y cuando se reanudó, Robledo pre- guntó al gobierno si deseaba la paz ó la guerra. Si era la gue rra, demandó que contestara el gobierno qué garantías podía ofrecer al país de que sería capaz de continuar la guerra, que hasta la fecha no había resultado más que en pérdidas de vidas y agotamiento del tesoro, ruinosos compromi.sos y humillacio- nes. i63 Si el gobierno desea la paz^ añadió, ¿por qué no lo dice cla- ra 5^ terminantemente? Robledo aconsejó al gobierno que si deseaba la paz sería prudente tratarla directamente con los Estados Unidos^ pues las potencias le pedirían una comisión por su mediación. III El día 27 de Junio zarparon de San Francisco California á las 2, 30 P. M. los transportes "City of Para." "Ohio/* "Morgan City" é "Indiana," buque insignia, rumbo ¿L Manila, llevando á bordo 6,000 soldados para reforzar al Almirante Dewey. El mismo día se recibió en Madrid la noticia de la llegada de la escuadra de Cámara á Puerto Said^ Egipto. Por lo que hace á las operaciones de desembarco en Cuba, continuaban con toda actividad. En Baiquirí sólo quedaron el 30 y el 90 de caballería custodiando el desembarque^ mientras se dirigían violentamente hacia Santiago los demás regimien- tos. Tomaron el camino de Baiquirí ajara juay. Cuatro bate- rías de artillería y varias ametralladoras se pudieron montar sobre las lomas que dominan la bahía de Santiago, y en gene- ral fueronse ocupando poco á poco todas las eminencias que circundan la ciudad. Entre tanto los buques de la escuadra volvieron á bombar- dear á Aguadores durante las primeras horas de la mañana. Entre Siboney 3^ Baiquirí estaba acampado el General espa ñol Rubín, con fuerzas de San Fernando, X^^^vera, Provisio- nal de Puerto Rico y dos compañías movilizadas. Parte del ba- tallón Provisional se había situado en la arqueta de Sevilla, por donde forzosamente tenían que pasar las tropas americanas en su avance. Desde los días 23 y 24 sostuvieron el fuego de los americanos valientemente á pesar de que el segundo día per- manecieron sin tomar alimento á consecuencia del incesante ataque del enemigo. Al fin la« tropas españolas tuvieron que retirarse á Santiago de Cuba á las cinco y media de la tar- de después de un combate casi no. interrumpido de 48 horas. El enemigo acampó en los altos de Sevilla, extendiendp sus avanzadas hasta el pozo. Desde allí prepararon el ataque para el Caney y Santiago. Para reconocer y estudiar el terreno y cerciorarse bien de la posición de las tropas españolas elevaron el día 31 un globo i64 cautivo. Iban en él dos americanos. El cable á que estaba su- jeto el globo amarraba en el campamento. Desde allí, asestando en todas direcciones largos anteojos, lo examinaban todo á su sabor. Se hicieron al globo algunas descargas de fusilería, pero los proyectiles no les ^canz^lban. Continuaron estas operaciones hasta que comenzó el ataque al Canej^ y simultáneamente á las posiciones de San Juan. Ocupaba la posición de Pozo Blanco, así como la de los Altos de Sevilla por las avanzadas de los americanos, una guerrilla de voluntarios qjie defendían ésta úhima tuvo que huir al apro- ximarse el enemigo. De entre los soldados heridos y convalecientes que se haya- ban en el hospital de Pozo Blanco, fué necesario nombrar cua- tro secciones para que acudiesen á oponerse á los movimien- tos de invasión. ^ ' Atrincherados Jio mejor que pudieron se desplegaron ocupan- do los puntos más importantes. Fueron tan certeras las primeras descargas, que los soldados americanos se detuvieron y hasta hubieron de retroceder un tanto. Pero esto duró apenas un instante ó hicieron funcionar algunas piezas de artillería y ya no hubo defensa posible. Una granada derribó por completo el cobertizo en donde va- rios tiradores españoles estaban parapetados: caye;-pn confun didos entre| los esconcibros y muchos quedaron allí muertos. Un guardia civil de segunda, joven decidido, se puso á la ca- beza del puñado de compañeros que allf quedaba y se encargó del mando. Se llamaba Raimundo Braña Alo^zo. Pelearon aún todo lo posible, pero era tal la granizada dé ba- las, que en breve quedaron deshechos. De los 38 que fQrma])an la primera sección sólo quedaron cinco. Al retirarse, una descarga de los americanos dejó al bravo guardia acompañado únicamente por un soldado^^ ambos para no caer prisioneros corrieron al portillo (Je Caney. A Pozo Blanco llegó por la noche el batallón, de Talavera, pero sus esfuerzos para hacer retroceder á los«americanos fue- ron inútiles. . Las fuerzas insurrectas al mando de Caixto García habían seguido acudiendo^^á unirse al ejército de invación. El siguien- te despacho del corresponsal de la Prensa Asociada en el cam- pamento americano describe así las operaciones de los insu- rrectos. cjaraguay, Junio 26 vía Kingston. Junio 28. — El General Calixto García al mando de 5,000 hombres que se encontraban en las montañas de las cercanías de Santiago de Cuba fueron conducidos á este punto á bordo de los transportes americanos. ^^5 Aíás de 5,000 rebeldes, en la totalidad de las fuerzas revolu- cionarias en la parte Sur de la Isla, provincia de Santiago de Cuba, se encuentran reconcentrados en ó cerca de Jaraguay. Tres cuartas partes de éstos están armados de rifles modernos pero están casi desnudos. La mayor parte de los insurrectos están familiarizados con los métodos de guerra' seguidos *por los españoles y conocen todos los caminos y veredas por la^ montañas. Con el objeto de protejer las avanzadas americanas sobre Santiago^ se envió un destacamento hacia Guantánamo para dar la alarma en caso de que las tropas españolas inten^ tasen dar sorpresa ó efectuar una unión de las tropas de San- tiago con las tropas del General Escario. y CAPITULO Xíll. La escuadra de Cámara en Oriente — Dificultades para continuaran ruta hacía Filipinas. — Los americanos en Santiago. — Su ataque á la ciudad. — Épica defensa de los españoles —Batallas de Caney, San Juan y Canosa. — Relato de un testigo pres'^ncial. — Destrucción de la escuadra de Cervera. — Narra- ción iU\ Capitán Evans (Íel '«lovva.'» I. ablegramas fechados en Pon Said, Egipto, el 30 d^ Funio comunicaron que la poderosa escuadra españo- la enviada para socorrer á los esforzados defensores de Manila y mandada por el Almirante Cámara, se en- contraba anclada en aquel puerto, en espera de proveerse de carbón y obtener. el permiso necesario de la Compañía del Ca- nal de Suez para, atravesar e§te canal y navegar hacia el pun- to de su destino Así era en efecto. El Gobierno egipcio, sujeto al protectorado inglés, notificó al Almirante Cámara que la presencia de su escuadra en Port Said constituía una violación de las lej^es sobre neutralidad, y que en consecuencia los buques deberían hacerse á la mar. Al mismo tiempo se ordenó al Gobernador de Port Said, que es- torbase su aprovisionamiento de carbón que hacía la flota, y apremiase al Cónsul español para conseguir la salida de éste. Circuló otra versión, relativa á que la flota de España no se había podido proveer de carbón en Egipto, porque entre tanto se negociaba el permiso del Gobierno para verificarlo, el Con sul americano .en Port Said había comprado 22,000 toneladas de combustible que habia en el puerto y constituían la total existencia del artículo. Se añadía que los Estados Unidos po- drían aprovechar este carbón para remitirlo al Comodoro De- wey á Filipinas, lo mismo que para conservar una parte, en previsión de que lo necesitase la escuadra de Watson ó cual- quiera buque americano. I I • r i68 , F*ese cual fuera lá causa, el Almirante español Cámara lu- chaba con inmensas dificultades en su travesía ,y frente á Port Said llegó á resolver el abandono de sus torpederos, para que regresaran á Europa y continuar hacia Manila con su escua- dra muy debilitada. La siguiente nota oficial trasmitida del Cairo el mismo día puede dar idea de lo crítico de la situación. Dice así- «Los buques de guerra españoles que comprenden la escua- dra del Almirante^ Gá«!ara;;efeí¿ai tfa^ordando el carbón traído por los transportes españoles. El G'obl.erno ha notificado que ño puede permitir semejante operación y debe suspenderse in- mediatamente. Al mismo tiempo ha notificado al Almirante que deberá abandonar Port Said, pues el límite de 24 horas )^a se ha excedido considerablemeíite., Por contestación á la notificación, los españoles dijeron que sus buques necesitaban repararse y comenzaron á descargar el carbón tomado, á bordo con objeto de hacer las reparaciones.» El I*' de Julio los buques del Almirante Cámara se habían retirado del Puerto y entrado eñ el canal de San Francisco pa- ra recibir earbón de los barcos españoles «Colón» y «Covadon- ga,» entrados la víspera en el Canal de Suez. La operación del transborde de combustible duró todo el día siguiente. Entre tanto los acontecimientos en Cuba tomaban mayor imi portancia cada *día, preparándose lo primera acción que seríaí decisiva en el éxito de la guerra. Desde el 29 de Junio el Ge* neral Shafter, Comandante de la poderosa expedición ameri- cana desembarcada en Santiago, avanzó al frente de una pe- queña escolta hasta Caney, ciudad de poquísima importancia si- tuada al Noroeste de Santiago El cuartel general fué estable- cido en el campo no lejos de allí, y principiaron las disposicio- nes para el combate haciendo adelantar los cañones de.sitio á la vanguardia; Bien pronto la línea americana quedó extendi- da desde frente á Caney hasta frente á Santiago. El \^ de Julio, avazaron sobre Santiago los americanos^ alia- dos con los insurretos al mando de Calixto García. Bl Gene- ral Kent dirigió el ataque sobre Aguadores, en tanto que los Generales Lawton y Wheeler^ secundados* por Calixto García y el resto de divisiones del ejército americano, se arrojaban so- bre Santiago. El combate fué terrible particularmente en Sevi- lla punto cercano de Aguadores. Los españoles se batían como leones sin desanimarse por la superioridad en el número, en las armas, en las posiciones y aprovisionamiento que sobre ellos tenían los americanos. La lucha comenzó por un ataque .'liobre Caney punto de partida del camino carretero que va á Santiago El estrago causado sobre las fuerzas del General americano Kent^ sobre los cuales concentraron su fuego los españoies,fué j enormcí siendo preciso que los reíorzaran La wton, Wheeler y * García, para que'aquellos se vieran obligados á ceder él terre- j no defendiéndolo paso á paso. Las fuerzas de mar entre tanto, secundaban el ataque deno- I dadamente. Mientras el contra Almirante SampSon arrasaba i casi, con la superioridad de sus cañones y proyectiles colosales, I las baterías que ac^b aban de ser reconstruidas en el puerto, la flota del Almirante español Cervera lanzaba una lluvia de me: tralla sobre las tropas americanas, Al anochecer el Gobierno de Washington era in formado de^que los españoles cedían sus "posiciones - después de batallar el día entero reñid/imeiite, su- friendo más de mil bajas el ejército americano. El «Vesubius» disparando con dinamita, produjo el pánico entre loa habitan- tes de Santiago. He aquí el parte oficial del General Shafter: «He tenido recio combate hoy, el que duró d^sde las 8 a. m. hasta el obscurecer. Hemos ocupado las trincheras exteriores del enemigo. No hay más de tres cuartos de milla de distancia entre mis líneas y la ciudad. La división del General La^vton y la Brigada del General Bates, ha estado combatiendo todo el día y á las cuatro de la tarde tomaron Caney. . . * Durante la noche estarán en niarcha y avanzarán sobre San- tiago. Al amanecer nuestras tropas serán atrincheradas allí y con- siderablemente reforzadas. La batalla se continuará probablemente mañana al ama- necer. - Las pérdidas americanas son considerables. Algunos las cal- culan en 1,000 entre muertos y heridos» (firmado) Shafter. Con diferencia de pormenores el Gobierno de Madrid fué in- f formado Playa delEsteJunio 3.-^Al Ministro de la Guerra, Was hington.— -Nuestras tropas rodean la ciudad de Santiago por el Norte y Este, aunque nuestra línea es débil. Al acercarnos á la ciudad hemos encontrado que las defensias son tan poderosas que me será imposible tomar la población por asalto con mis fuerzas actuales, Nuestras brjas hasta hoy pueden ascender A mil; pero aun no llegamos al fin. Poca enfermedad, fuera de in- solación debido al extremado calor y las fatigas de la batalla, que existe éntrelas tropas. El General Wheeler estágravemen- te enfermo y hoy será conducido al hospital. El General Young también .se encuentra enfermo en cama. El General Hawckins está ligeramente herido en un pié. La conducta y espíritu de nuestras tropas son magníficos.— Firmado (Shafter.)» ^ n Veamos ahora lo que pasaba en el campamento español. Las trincheras americanas se habían construido durante los días 1° 2 y 3 de Julio en el punto llamado el Portillo de Caney, esta operación que para los españoles hubiera sido laboriosí- sima por encontrarse agotados por falta de alimentos resultó fácil para los americanos que poseían unos aparatos, especie de arados, con los cuales rápida y cómodamente removían la tierra. En los tres días se libraron combates aunque de poca dura- ción. El coronel español Aldea ocupaba con algunas fuerzas las trincheras más avanzadas. El día 2 pidió el enemigo parlamento. Los parlamentarios, dos ó tres oficiales, se avisaron prime- ramente con Aldea. Pedían que fuese enviado á Santiago de Cuba un oficial español conduciendo unos pliegos. Comenzó á gestionarse ya entonces, por lo visto, la capitulación. Los plie- gos fueron enviados, pero como no obstante eso continuasen en el campamento americano los trabajos de fortificación y no cesase contra las tropas españolas un nutrido tiroteo, el tenien- te coronel de caballería Pascual Herrera Orzáis, que defendía la segunda línea de defensas del Portillo, dio cuenta de tan in- comprensible hecho al coronel Aldea. Le ordenó éste que fuera sin pérdida de tiempo á conferen- ciar con el jefe de Estado Mayor de las tropas americanas. A>>í \o hizo el señor Herrera. 172 —-Me sorprende y extraña— le dijo — que habiendo cesado el fuego en las líneas españolas en virtud del parlamento por vos pedido, continúen vuestras tropas no solo dedicándose á los trabajos de fortificación, lo cual es quebrantar cuanto las le5'es militares ordenan, sino también haciendo fuego. ^ El jefe americano mandó se suspendiesen aquellos trabajos así como que cesasen los disparos. Los referidos pliegos del ejército americano los recogió un. oficial español y lo llevó á su destino. Estaban dirigidos al General Toral^ que ya entonces asumía el mando de general en ieje de la provincia. El día 3 á las cuatro y media de la mañana, rompió el enemi- go un nutrido fuego sobre las trincheras' españolas en exten- sión considerable; contestaron aquellas tropas con igual ener- gía. El Portillo fué valientemente defendido. La artillería de que disponían los españoles en el Portillo de ,Caney la forma- ban ocho cañones, dos de tiro rápido y seis antiguos de los lla- mados de plaza. En los tres días citados se hicieron con ellos más de 300 disparos. Los jefes; americanos pidieron de nuevo parlamento al Gene- neral Toral y un nuevo pliego le fué enviado. Aunque la sus- pensión de las hostilidades duró hasta el día 10, los americanos continuaban haciendo fortificaciones y cuando terminó el ar- misticio ya habían colocado hasta 60 cañones. El memorable combate de Caney tuvo lugar el mismo día que se verificó la batalla de Santiago. Un testigo presencial español lo refiere de esta manera: «Fué uno de los combates en que mayor heroísmo demostra- ron nuestras tropas. El día 1*^ de Julio á bs 10 de la mañana comenzaron el ataque al pueblo las fuerzas yankees. Consistían éstas en dos colum- nas perfectamente armadas y equipadas. Nuestras fuerzas, mandadas por el heroico General Vara del Rey, no pasaban de 453 hombres, que formaban 3 compañías del batallón de la Constitución y algunas guerrillas. Ni un solo cañón había en el poblado. Los yankees ^n cambio tenían numerosas piezas de artille- ría y disponían también de caballería. Roto el fuego con verdadaro encarnizamiento por ambas partes, largo rato permaneció indeciso el resultado. Sufrimos dolorosas bajas pero los yankees las tenían también conside- rables. Era comandante militar de Cañe}'' el capitán de la guardia civil D. Manuel Romero Villegas. El mismo día 1 ^ comenzado ya el combate, se ofreció á ir desde Santiago á desempeñar dicho cargo. —En buen momento llega usted,— le dijo Vara del Rey. 173 —Vengo voluntario, mi general — contestó.— Hay que estar . á lo bueno y á lo malo. Era Caney para el ejército yankee posición importantísima, un punto avanzado que convenía ocupar, arrasar hacer desa- parecer» á fin de poder avanzar sobre Santiago de Cuba. De ahí los desesperados esfuerzos que para defender hacían nuestras tropas y el empeño del enemigo en lanzarlas de allí. El General Vara del Rey, jefe de las fuerzas, fué herido en las dos piernas mientras practicaba un reconocimiento en per- sona en nuestras filas. Prosiguió la lucha en el Caney encarnizadísima. Hubo rasgos de valor por parte de nuestros soldados^ muy grandes. Sin embargo, hubo que ceder ante el peso abrumador de tantos miles y tan continuo y nutrido fuego. A las 4 de- la tarde cuando los 453 hombres habían quedado tan mermados. en número, que solo una tercera parte existían^ se dispuso la retirada. Por el camino del Cristo se dirigieron ^uiíos cuantos super- vivientes con dirección A Santiago de Cuba. Iba á su frente el coronel Puñet. El resto de las destrozadas fuerzas jnarchó por el camino de Cuevitas. Por allí iban también para Santiago los camilleros que con- ducían vivo aún entonces, pues sólo estaba herido en las pier- nas, al General Vara del Rey. Era una tristísima comitiví^. Detrás de las camillas seguían unos 50 ó 60 soldados heridos, r.enos de sudor y de polvo, manando sangre las heridas recién recibidas. Unos caminaban á pie, otros a caballo, en acémi- las, etc., y muy pocos pudieron llegar á Santiago. ♦ Los yankees, al ver desfilar á aquellos infelices no se mo- vieron á compasión, sino que lanzaron sobre ellos infinidad de proyectiles. Muchos cayeron muertos y algunos pocos, que no recibie- ron lesión alguna en el terrible combate anterior, fueron heri- dos entonces. El comandante militar de Caney señor Romero Villegas^ se retiró el último cuando vio que ya no le quedaba que hacer allí, montó á caballo y partió á galope para Santiago. Avan- zó poco trecho; una bala de Mausser le atravesó de lado á lado penetrándole por un homóplato.. Dos balas mataron á su caba- llo y éste y su ginete rodaron por el suelo. Acudieron algunos soldados norteamericanos y un oficial y el señor Romero fué reducic^p á prisión; le condujeron á un vivac del campamento de los yankees y le curaron con la ma- yor solicitud y esmero dos médicos del ejército. Sólo le hicie- ron prisionero para poder curarlo. '74 En el mismo vivac á que fué llevado halló el señor Romero á 30 españoles heridos también en el recién terminado comba- re de Caney. Figuraba entre ellos don Antonio Vara del Rey, hermano y ayudante del bravo «general que acababa de fallecer. Pero él 'sobrevivió. También estaba allí herido el encargado de. la estación tele- gráíFica del Caney señor Manzano, que se había batido con de- nuedo. Fueron trasladados al siguiente día al Hospital de sangre que la Cruz Roja yankee tenía establecido en la iglesia del Ca- ney. En la acción de este nombre fallecieron, además del General don Joaquín Vara del Rey, los comandantes don Rodrigo Agiie- ro y don Rafael Aragón, el capitán don Antonio Vara del Rey y ios tenientes don Eduardo Domínguez, también ayudante del general; don Alfredo Vara del Rey, sobrino de éste, don Pedro Fuentes, dontManuel Morales, don Antonio Rubio, don Segundo Llanes, don José Marquínez y don Enrique Casadaval. Por su heroísmo merece especial recuerdo el factor del Ca- nej'^ señor Garay, que combatió en primera línea jv murió he- roicamente. Recibió tres balazos. Resultaron heridos de más ó menos ouidado los capitanes don Manuel Romero Villegas, don Isidro Arias y don Baldo- mcro Vigo, y los segundos tenientes, don Inocencio Rojo, don Antonio Martínez, don Domingo Murillo, don Manuel Estévez, don Lorenzo Salinas y don Domingo Muñoz, éste último de las ^fuérrillas volantes. El médico militar don Ángel Rodríguez fué también herido cuando se dedicaba á practicar la curación de un soldado en el misnjo campo de batalla. El testigo presencial citado prosigue así su narracipn: «Los yankees también tuvieron pérdidas importantes: confe- saron ellos mismos haber tenido más de 1,500 bajas entre muer- tos y heridos. Nuestras tropas gastaron en el combate del Caney, que como dejo dicho duró 10 líoras, 80,000 cartuchos Mausser y Re- mington- En el hospital de sangre de la Cruz Roja, permanecieron los heridos españoles hasta el día 5 de Julio. El enemigo había tenido muchas bajas en el Caney y el ata- que á Santiago de Cuba, Realizados ambos en un mismo día, y necesitaba de todos los médicosf resolvióse por esto á enviar nuestros heridos á Santiago de Cuba, para que allí fuesen cui- dados, fué un acto de humanidad que mucho agradecieron los pobres enfermos. 175 « El General yanqui envió un oficial á participar al General gobernador de Santiago si quería recogerlos, se le contestó afirmativamente y el trasl^tdo se verificó. Fueron llevados los heridos á nuestro campo en carros faci- litados pof los yanquis; estos carros eran unas amplias, cómo- das y excelentes ambulancias arrastradas por poderosos caba- llos percherones. • Entregados los heridos á las autoridades españolas los yan- quis se retiraron. No había en el Caney ni en las inmediaciones de Santiago alambradas para facilitar el paso. Se habían en un principio colocado contra los insurrectos cubanos, pero se les hizo desa- parecer por inútiles al desembarcar los yanquis, para poder construir trincheras. Fué el combate del Caney uno de lo§ más sañudos en la guerra. Un tjetalle: defendió aquel punto el batallón de la Constitu ción, núm. 29» y fué tal su heroísmo que los soldados yanquis, terminando el ataque, disputaban comprar los números de metal dorado, distintivo de dicho cuerpo que los individuos del mismo llevaban en las solapas de las blusas ó chaquetas de ra- yadillo. —¡Oh, Constitución! ¡Oh, Caney] exclamaban— í?5/o ser re- cuerdo. Allí tuvieron los norteamericanos muchas bajas: hubo bata Uón que quedó reducido á 12 hombres y un oficial; las nues- tras fueron también muy dolorosas. El Caney estaba defendido por 400 hombres, la división yan- qui que atacaba el poblado se componía de más de 12,000 hombres. En cuanto á la muerte del General Vara del Rey nos dijeron que recorría con una pequeña columna el día 1** todas las avan- zadas, cuando en un encuetro fué herido en las dos piernas. Se retiraba con sus tfOpas é iba en una camilla después de ha- ber sido curado, cuando los yanquis recrudecieron el ataque con ímpetu. Mataron á los camilleros que lo conducían y á un sobrino del General que era ayudante suyo é hirieron también gravemente al capitán ayudante, hermano del General y lla- mado don Antonio. El bravo Vara del Rey recibió un balazo más. El proyectil le penetró por un ojo. Las fuerzas se retiraron como pudieron, y el cadáver, con otros muchos, quedó abandonado, Je recogieron los yanquis y le dieron sepultura en un camino. Después, cuando supieron de quien se trataba, lo desente- rraron y lo condujeron al Cementerio de Caney y le tributaron los honores de ordenanza. Tuvieron los yanquis en el ataque á Caney, muchísimas bajas. 176 I No pueden convencerse de que había allí defendiendo el po- blado 400 hombres nada más; cre.ían que eran algunos miles.» Circuló la noticia, creída todavía mucho tiempo después de la guerra, de que el General Pando al frente de 6,000 hombres acudía en auxilio del General Linares, á marchas forzadas. Es- to era inexacto. Los esperados refuerzos salieron el 22 de Junio de Manzanillo en medias brigadas, una mandada por el General Ruiz Rano y y compuesta por los batallones de Puerto Rico y Alcántara, y la otra por Escario con el regimiento de Isabel la Católica y el batallón de Andalucíorque dio fin se puede decir al pod jr naval de Esoaña, y el que cómo más inverosímil fué recibido por todos los que ansiaban el triunfo del derecho sobre la fuerza. Desde el lunes 4 de Julio Gomen;^ó á circular rápidamente en esta ciudad la infausta no- ticia de que la escuadra española, surta en la Bahía de Suntia- í^o al mando del Almirante Cervera, había sido destruida to- talmente por los americanos, que se encontraban frente á ella, y á las órdenes del' Contralmirante Sampson y el Comodoro Sheley. Tan magna, tan inesperada, tan irreparable- era aque- lla catástrofe, que nadie quería creer en ella. ¿Cómo podía ser que Cervera tan hábil niarino y tan valiente soldado, conocien- do fielmer.te la situación de su flota y la superioridad del ene- migo, se hubiese lanzado en una aventura tan descabellada, como era la de abandonar la bahía custbdiada por acorazados poderosísimos y cuyos cañones lanzaban pro3'ectiles de una potencia verd deramente irresistible? Y sin embargo así fué. Violentado por superiores órdenes, que la disciplina le pi ohibía discutir (1) el bizario Almirante esp mol se lanzó á la mar en (1) 4Ie aqu{ la correspondencia oficial cambiada ant-es de la salida de Cervera. En ella SMvé que el Almirante turo que ceder ante lo inevitable, aunque su con- ▼icción era de que al abandonar el puerto dc/Santiago sería aniquilado con su es- cuadra. "Habana. Junio 23. — Cervera, Santiago. — El Capitán General me informa que tanto la ciudad como su escuadra, están ya tan escasos de provisiones, que ten- drá que limitar las raciones de los marinos á frijoles, y de los soldados á arroz: y que aún en este caso ias provisiones no durarán mucho tiempo. Siendo la situa- ción tan grave, puedo resultar que por falta de provisiones la ciudad tendrá que 1 8o pleno día, con todas sus embarcaciones, sin otro anhelo que cumplir con su deber; sin otra espectativa que morir peleando. El día 4 fué conocido aquí, un boletín publicado en Washing- ton el día anterior, conteniendo el siguiente parte oficial: « La escuadra española intentó escapar de la bahía de San- tiago á las 9. 30 de la mañana de ayer. A las dos de la tarde el Cristóbal Colón" encalló á sesenta millas ul Oeste de Santia- go, arrió su bandera y se rindió. rendirse 6 ser abandonada por la sfuarnición, marchando al Bate en cuyo caso con )m escasez de prorisiones en la escuadra, el puerto bloqueado y la ciudad en poder del enemigfo, sn situación sería en extremo grare; antes que esto suceda deseo que usted me inforine detalladamente sobre la situación. He pedido al Co- mandante de la estación naral que rinda parte, y he sabido que el bloqueo aún en la noche, es tan esfricto que no hay posibilidad de forzarlo: sin embargo, es nece- sario hacer algo. Procuraré enviar á usted tres ó cuatro buques. Pero sería con- reoicnte que u<«fed se comunicara conmigo pues no deseo hacer nada sin consul- tar con usted. La situación tiene que r>er m&A clara para usted que pnra mí, pues está en el sitio de los acontecimientos, y si usted vé mmnera alguna de mejorar la "situación, le ruego que me informe lo más pronto que le sea posible. — "Mante- rola." ''Santiago Junio 24.— .'\1 mirante Manterola, Apostadero Habana. — M¡ opi- nión es que serft imposible pira los buques en el puerto, forzar el bloqueo. Las proviaionea que tenemos á bordo alcanzarán para todo el mes de Julio; pero creo que para esa fecha el sitio habrá concluido; están sembrando torpedos Bus- tamante; pero hay todaría una entrada al Bste del cabo Smith. Mis felicitacio- nes por el brillante combate del "Isabel II."— **Cervera " "Habana Junio 24 de 9S.— General Linares. — Santiago.— Diga usted al Almi rante Gervera que de8<)o conocr su opinión acerca de la situación y sus planes de camoaña. Dígale también, que yo creo debo df jar ese punto tan pronto como pue- da é ir á donde le parezca más oportuno, porque su posición en e<« puerto, á mi nodo de pensar, es ezcesivamente peligrosa. La noche pasada había solo 8Í<^te buques hUí, mientras que en Cienfuegos ha- bía tres y aquí nueve, á pesar de lo cual el ' Montevideo" v el * 'Santo Domingo" que salieron á las dos de la mañana, pudieron forrar el bloqueo con facilidad. — "Blanco* "Madrid Junio 24 de 94 — Oipitán (ieneral Blanco. — Habana —Estando redu- cida. la escuadra btoqueadora á siete buques en Santiago, el gobierno piensa que es una excelente ocasión para que nuestra escuadra pueda huir. — Correa." "Santiago Junio '5 de 9*. — Capitán General Blanco, — (Por intermedio del Al- mirante Manterola. Jefe del Apostadero)— Habana.— Desde el últinno despacho de usted, he recibido una carta del General Linares, trasmitiéndome wa despacho de usited en el que ms pide mi parecer acerca de la situación En mi primera carta indicaba cual era, y en la presente ocasión entraré en detalles. No efl cierto que la escuadra bloquéadora haya sido nunca reducida ¿ solo siete bu- ques; y aún cuando a^í fuera los seis orincipales solamente, representan una fuer- /a tras veces mavor que la mía Li falta de cañones de gran alcance en las forti- Hcaciones á la entrada del puerto, nos impide mantener los buqies americanos á ffran distancia. Por tal razón, sucede que están siempre á la boca del puerto y con sus poderosos focos de luz hacen para mí imposible escapar sin presentar batalla y derrotarlos: ó mi juicio cualquiera tentativa para dejar este puerto, traería con- Hifiro de un modo seguro, la pérdida de la escuadra, fa muerte de casi toda la tri- pulación, cosa que yo nunca tomaré bajo mi responsabilidad; pero si usted h> or- dena, le ejecutaré. A mi modo de pensar, la pérdida de la escuadra era segura ^des- de que se me ordenó venir aquí, así es que la gravedad de la situación presente, no me causa sorpresa. Usted ordenará si debo ó no. ir á este sacrificio que yo creo será inútil. — "Cervera.'' "Sintiago, Junio25de98. — Capitán General Blanco, Habana. — El Gobierno me ordena ponerme bajo sus órdenes conforme al decreto de Noviembre 13 de 1872, lo que hago con el mayor placer, pues tal es mi deber y daré á Ud. deta. ^les acerca de fas condiciones de la escuadra: i8i El lo seiscientos veinte están útiles. Los otros se encuentran absolutsmenfe inúti- les, no habiendo sido reemplazados por otros buenos, á causa de la falta de me- dios cuando salimos de España. Dos rañones Hontoria de catorce centímetros del **Oquendo'' no están buenos y he ordenado que sean cambiados: un gran nú- mero de espoletas están fuera de servicio. Al "Colón" le falta su batería princi- pal. Bl fondo del *'Viscaya'' rstá sucio y ha perdido su velocidad. El "María Teresa" tiene pocos cañones útiles y los del "Vizcaya" y "Oquendo*' casi no tie. nen parque. Además, tenemos muy poco carbón y provisiones para el mes de Ju- lio. La escuadra del bloqueo es cuatro veces superior. Por tales motivo?, nu< stra tentativa para dejar este puerto. si/^niBcaría nuet-tra inmediata, segura y absolu- ta destrucción. Una eran parte de mis marineros está en tierra reforzando la guarnición de la ciudad. Bl día 23 consideré como un deber mío enviar al Go- bierno los informes contenidos en el siguiente telegrama. "El enemigo está en el mar, ha capturado Baiquirí. Hoy capturará seguramente Siboney á (.esar de la brillante defensa que se sostendrá. Ayer cinco batallones salieron de Manzanillo, llegarán á tiempo para prolongar la agonía porque dudo mucho que sean capa- ces de salvar la ciudad. Como es absolutamente imposible para la escuadra esca- par bajo tales circunstancias, espero resistir ccn todas mis fuerzas, en ca'so de ne- cesidad, y destruir los buques como último recurso." Esta es la expresión de nú parecer qué está de acuerdo con la de los comandantes de todos mis buques. Espe- ro instrucciones. — "Cervera." "Madrid. Junio 26 de 98 —Capitán General Blanco- Habana— £1 Gobier. no creo que en la primera oportunidad todos los buques de la escuadra ó aquellos cuyas condiciones ofrezcan la esperanza de podet salvarse, dejen el puerto y que se dé al Almirarte entera libertad para segnir la dlrec- ci6n que le parezca — Correa." "Habana, Junio 26 de 98.— Almirante Cervera. — Santiago- — Recibí sus dos telegramas. Oorrespcndo altamente ala satisfacción que expies^a usted ai ser puesto bajo mis órdenes, me considero muy hoi rado y deseo que me con- sidere más como compañero que como jefe Me parece que usted exi^ffer;) un poco las ditio altados para salir de Santiag >. No hay necesidad de pelear. Toda lo que se le pide á usted es s^ilir de la prisión en que la escuadra se encnentra, y no oreo que esto sea imposible si usted se Mpro\echa de cir- cunstancias oportunas tales como una n< che obscura, un tiempo teínpestuo- £0, etc. Asi podrá usted burlar la vigilancia del enemigo y temar el camino que mejor estime. Además, en caso de que sea sorprendido, recuerde que la punjtería es incierta en la noche y aunque los buques sufran alguras Rvehat". éstas no f>erán de importancia cuando se tiene en consideración la salvación de la escuadra. Usted me dice que la pérdida de Santiago es segura en cuyo caso usted destruiría á la escuadra, y esta es mayor razón para que usted intente salir puesto que es siempre preferible para un solHadu sucumbir en la batalla, cuando tiene machas probabilidades de éxito. Por otra parte, la destrucción de los boques no es de ningún modo t^egurai puesto que pudiera suceder, como pasó en la Habana el siglo pasado, cuando los ingle* ses impusieron como condición para la capitulación, la oTitregH de la e;:- cuadra que estaba encerrada en ese puerto. Por mi paite repito, pienso qur^ seria muy difícil, aun admitiendo la superioridad do los buques enemigos, que saliendo en una noche obscuia y aprovechando una buena oportunidad como la partida 6 reducción temporal de la escuadra enemiga, nuestios bu- I82 Las bajas al enemigo se cuentan por cientos, y mil trecientos pricioneros que se encuentran á bordo de mis buques Entre los prisioneros se encuentra el Almirante Cervera. (Firmado.) Sampson.» Gran parte de la colonia española de México, y los numerosos simpatizadores con quien cuenta la causa de España, se nega- ban á dar crédito á la noticia*, con tanta más razón, cuan- ques sufrieran srrandes daños. Una prueba de esto, es la salida de aquí de •'Kl Montevideo» y del '^'^anto Domiogoi» á pesar de los nueve buques b\o- queadores; la salida del "Furísima Concepción» j la Ueg^ada del **Reina Orií^tina» á Uieofuegos cuando había tres buques enemigos. Si sus buques fueran captarados de al^ún modo en cualquier puerto cubano, el efecto en todo el mund , sería desastroso j la guerra se consideraría terminada en favor del eoemisro. En estos momentos todas las naciones de la tierra tie- nen fíja la mirada en la escuadra de usted; en ella está encerrado el bo-'Or de la nación como estoj seguro de que usted comprende. Kl Gobierno es de la misma opinión; U situación no me ofrece ninguna duda, porque yo tengo gran coofíanza en el éxito. Dejo completamente á la discreción de usted el curso que sesruirá, aun cuando varios buques tengan que ser 8acri6cftd';s. Como una señal favorable, debo decir á usted que el Capitán del crucero al'^mán ' Crier,» ha expresado la opinión de que la escuadra puede ♦-fectuar la salida dfc Santiagj sin ex oonerse á grandes p ligros. — Blanco.» ■'S^ntiafiro, Junio 27 de 9< — C«pirán General Blanco — Habana — Su tnl^grama fie Mver obra en mi poder. Muchas gracias por »ufi cariñosas frases. Debería yo inclinarme ante »u opinión sin d¡.actitirla, habiéndole ya comunicado mi opinión, después de madura refexión Siempre he creído que existen otros marinos más competentes que yo, y mucho siento que ninguno d'' ellos pueda venir para tomar el mando de esta escuadra, haciéndome su subordinado. Considero su telegrama eomo una orden oara salir de la rada, y en tal virtud solicitaré del General Lina- res que viit'lvan á enbarcarse Us fuerzas que saltaron atierra, de conformidad con las órdenes de usted. Ruego á usted >>e sirva confírmar la orden de salida del puerto, porque no está ai^enrada en términos explícitos, y mucho me apenaría el no interpretar sus órdenes correctamente — "Cervera." Santiago. Junio 28 de 9íJ. — Capitán General Blanco. — Habana. — Es imposible reembarcar las fuerzas de la escuadra del Almirante Cervera hasta que lleguen los refuerzos. — 'Linares." Habana, Junio 28 de 9S. — Almirante Cervera — Santiago. — Deseo mejorar todo lo posible la situa.MÓn de Santiago. Estoy haciendo todo lo humanamente posible, para enviar á usted provisiones, y si puedo hacerlo le enviaré refuerzos para de está suerte prolongar la defensa y tal vfz lograr que se levante el sitio de la plaza, que dará por último resultado el salvamento de la escuadra. Bn caso de no poder enviarle los refuerzos, tendrá ueted que abandonar el puerto á pe<r sea posible, á pesar del hecho que la escasez de carbón lo hará difícil. E^tos buques necesitan doce horas para calentarse y bl permanecen encendidos para percutirles aorovechar la primera oportunidad para salir del puerto, quemarán á razón de quince toneladas diarias de carbón cada uno. Sin embargo, creo haber interpretado lii significación de sus órdenes, que es, si tengo 183 to que en algunos cablegramas de Europa se afirmaba que la escuadra de Cervera había logrado escapar de la bahía de San- tiago, después de un combate furioso con los barcos ¡america- nos, dirigiéndose á todo vapor hacia el Oeste. En Madrid mis- mo prevaleció con tal insistencia esta noticia que hufeo públicas manifestaciones de regocijo para celebrarla. Pero el siguiente cablegrama de la Prensa Asociada no dejó lugar á ninguna duda. «Madrid, Julio 5,— El Presidente del Consejo de Ministros, Señor Sagasta, anuncia oficialmente' que la escuadra del Al- mirante Cervera ha sido derrotada; que el «Almirante Oquen- do» fué incendiado; el «Infanta María Teresa» echado á pique, y que el almirante Cervera es hoy prisionero de guerra de los americanos.» He aquí los detalles del combate: - Cuando Cervera hubo recibido el día 2 de Julio la ratifica- ción de la oi*den dada por el General Blanco para que saliera de la bahía, se dispuso á la fuga. Hubiera emprendido la marcha por la noche, según el creyón más conveniente, pero el General Linares le ordenó que no- saliera sino hasta el día siguiente á las nueve de la mañana una oportunidad favorable, la aproveche de la mejor mañera posible y sí no, á úl- rima hora habré de salir del puerto aún á pesar de que la p^-rdida de la escuadra será inrvirahle. — * Cervera.** Habana, Julio l^de98. — Almiranre Cervern. — Santiago. — He tenido noticia dei avance del enemigo á p'^S'ir de lo« heroicos esfuerzos de defensa .de las tropas en Santiago, y de acuerdo con las instrucciones del Gobierno, usted debe reem- barcar á aquellos de sus tripulantes que desembarcaron, y aprovecharse de la primera oportunidad para salir del puerto con todos sus buques. Tomará usted 1h ruta que usied crea más conveniente, y queda usted autorizado para dejar en el puerto aquellos buques, que por razón de su poco andar ú otras razones, no tendrían la posibilidad de escapar. Debo informará usted que en Cien fuegos, solamente haj; tres buques enemigos bloqueando el puerto, y frente á la Habana hav nueve, ninguno de ellos de importaAía — 'Blanco ' Saatiago, Julio 1 ® de 98. — Capitán General Blanco. — Habana. — Como con- tinuación de mi teleg^rama de ayer, debo informar á usted que el General Lina- res me contesta que no puede devolverme mis marinos porque ocupan posiciones á lo largo de la línea de fuego y en I^s trinch* ras. y que si se retiran, los ameri- canos podrían avanzar por los puntos vacados. Sin estos marinos la escuadra no podrá salir del puerto. B'*. Mis Ca- pitanes opinan de la mi'ima manera. Envíe las Ins'^rucciones que pedí. "Cervera.** "Habana, Julio 2 de 98 — Almirante Cervera. — Santiago. — Embarque con toda prisa sus marinos y salga d^^l pu-'rto inmediatamente con la escuadra — Blanco." (Con su puño y letra, el General Blanco agr^^gó h\ despacho las siguientes pa- labras que escribió á la vuelta del teb^grama: "Doce horas solamente son necesa- rías para que Cervera ne ahtte )" Madrid. Julio 'ó. — Capitán General Blanco. — Habana. Las instrucciones dadas al Almirante Cervera se aprueban. — ''Correa,,, J 184 hora en que podría sorprender á los marinos americanos, quie- nes, por ser domingo, estarían entregados á los oficios divinos. Así» pueS; á la hora convenida y aprovechando la ausencia del Almirante Sampson que había abandonado momentánea- mente la escuadra bloqueadora á bordo del «New York,» para ir á inspeccionar las operaciones militares en Santiago, se hizo en el buque iusignia la señal de ponerse en marcha, y á las nueve en punto la escuadra española abandonaba el puerto de Santiago donde había permanecido seis semanas. Encabezaba el desfile de la flota el «María Teresa,» buque insignia; le seguían por orden el «Vizcaya,» el «Colón» y el «Oquendo» como á un cable de distancia uno de otro, y los ca- zatorpederos ^Plutón» y «Furor.» Pasó el «Teresa» sin dificultad, lo mismo que el resto de la escuadra, el obstáculo que se había creído presentaría el 'Me- rrimac,» hundido por el teniente Hobson, pocos días antes. La posición de la escuadra de Sampson era un semicírculo formado por el «Brroklyn,» «Texas,» «lo va,» «Oregón,» «In- diana» y »Gloucester,» El «New York,» navio Almirante, for- maba entre el «Brooklyn» y el «Texas,» pero á la hora del combate se hallaba ausente, según hemos dicho. Igualmente el «Massachusetts» y el «Marblehead» se hallaban en Guantá- namo. Cuando el Almirante Cervera se convenció de que había sido descubierto por los navios enemigos^ que aparecían al frente, formando un cerco de ocho millas, dio orden de que su buque rompiera el fuego. Todos los demás caminaban con toda la fuerza de sus máquinas, tratando, ante todo, de escapar. Los navios bloqueadores que habían descubierto á los bu- ques enemigos desde su aparición en la boca del canal, se mo- vían también á toda máquina para ponerse en. línea de 'com- bate. « El Comodoro Schley, que tripulaba el «Broklyn,» en ausen- cia del Almirante Sampson, asumió el mando, á la v^z que el «Resolute» partía, con toda su velocidad, á dar parte al Almi- rante Sampson de que el enemigo pretendía alejarse. Una vez fuera de la rada los buques españoles trataron de escapar, doblando por su derecha, á la izquierda de la escua- dra bloqueadora. En razón á su velocidad, pronto cambiaron de posición: el 2»Colón» y el »Vizcaya,» como más veloces, se pusieron á la vanguardia dejando frente á la flota al «Teresa» y al «Oquen- do» que por lo mismo fueron las primeras víctimas. Empezaron á atacar al «Teresa» el «Indiana» y el Iowa>> siendo éste el que acertó primeramente un disparo en el buque insignia español. i85 Los navios aniericanos tuvieron que describir una curva para ir en persecución de la escuadra fugitiva, porque trataban de evitar e* efecto de las baterías de tierra, especialmente de la del Morro. ' ' El «Oregon» y el «Texas» enviaban sus granadas contra el Vizcaya» y el «Colón» si bien este último media hora después de su salida de la bahía, iba poniéndose fuera del alcance de sus perseguidores. Entretanto el «María Teresa» que como hemos dicho, había recibido una granada del «lowa,» fué alcanzado por otra me- tralla del «Indiana» que produjo el incendio á bordo con suma rapidez. A las diez y quince minutos el «Teresa» tenía la mayor par- te de sus cañones desmontados y un violento irlcendio había invadido todos sus departamentos: empezaba á hundirse. 'En- tonces el Almirante Cervera cediendo ante lo imposible, deter- minó embarrancar su buque y así lo verificó en las rocas de Nima-Nima, á seis millas de Santiago, arriando su bandera. El Almirante abandonó el último el navio; salió á nado á la playa inmediata ayudado por un hijo suyo, oficial de su mis- mo buque; mas viendo que el «Gloucester» envió sus botes pa- ra salvar á los náufragos, se rindió el teniente Morton y se hizo conducir prisionero al referido buque. Al ser recibido en el portalón le estrechó la mano el coman- dante y le dijo: «Saludóos Señor. Habéis sostenido un combate como ninguno se vio en el mar.» El «Oquendo» fué averiado también muy pronto por los pro- yectiles del «Brooklyn,» »Oregon,» «lowa» é «Indiana.» Uno de ellos determinó la explosión de la santa bárbara y produjo el incendio rápidamente. Luego hicieron explosión sus propios torpedos. A las 10 y 30 a. m. ó sea un cuarto de hora después del "Teresa,'' el "Oquendo.'* completamente destruido, arrió su ban- dera y enarboló la rendición, embarrancando en el lugar de la costa llamado Juan González. Fuera de combate estos dos buques, el fuego americano se concentró en el "Vizcaya" que en pos del "Colón" amenazaba escapase de su alcance. El "Oregon" y el "Texas" lo perseguían más de cerca; el es- tallido de las baterías indicaban que los proyectiles americanos hacían explosión en el interior del buque. El "Pluton" y^ el "Furor" pretenden entonces acercarse al "Vizcaya/' á tiempo que el "lowa" reforzaba el ataque del "Oregon" y el "Texas," y más tarde el "Gloucester." El "Vizcfiya" continuaba haciendo fuego sobre sus enemigos con objeto de favorecer el avance de los torpederos; mas ¡fué • 1 86 imposible. El "Gloucester/' á la vez que recibía una descarga de toda la segunda batería del «Vizcaya^» se puso frente á los torpederos á fin de impedirles el paso. El »Oregon» y el «lowa» y el «Texas» descargaron entonces una lluvia de metrallas y balas sobre el «Vizcaya,» precisamente á tiempo que el Almirante S.ampson, á bordo del New York llegaba al teatro de la guerra- El «Vizcaya,» bastante averiado ya, tuvo aún que hacer fren- te á un enemigo más: el Indiana que llegé á reforzar el ataque, no sin haber ames dejado fuera de combate á los torpederos, combinando sus fuegos con los del «Gloucester.» Tanto el «Furor» como el «Pluton» fueron víctimas de explo- siones en sus propios almacenes, determinadas por los fuegos enemigos. El resto de las tripulaciones (pues la mayor parte pereció) se echó al mar para ganar la playa á nado, mas fueron recogidos los náufragos por los botes del «Gloucester.» A las 11 y 15 a. m. el Vizcaya arrió la bandera que había defendido tan heroicamente y embarrancó en Aserraderos, á quince millas de Santiago. Su tripulación fué recogida por el «lowa,» el «Ericson» y el «Hist» que se apresuraron á socorrer á los náufragos. Debido á la superioridad de su maquinaria el Colón continua- ba su marcha y á esa hora aventajaba seis millas de distancia al T^ni'; -i: F'.-;iiti- —■^r'n —irri— .i.^ ie-i-trlo . -í^nro ^cC-tr-Wx Z"""'! " I" II,. ^"'I'l; "■■••'«,; ""■"'//,/„ ,"'""111, , v:.// 190 hacer tiro. Fué una verdadera maravilla que no hubiese que- dado destruido por el chaparrón de metrallas que en su derre- dor hacía explosión. La sangrienta lucha tomaba incremento por instantes. El » Vizcaya* se defendía con desesperación y logró colocar algu- nos proyectiles en la cubierta del «lowa»; durante q[uince minu- tos el cañoneo, por ambas partes, llegó á su máximun de ac- ción. El «Vizcaya» con asombrosa rapidez disparaba sobre reí *'Iowa" más sus proyectiles no causaban efecto alguno debido á su mala dirección; en cambio las bombas del buque america- no visitaban con suma frecuencia los flancos del crucero espa- ñol que al pasar frente al «Oregon» recibió de éste una com pleta granizada de bombas. Los estragos del combate empezaron á ser palpables: el «In- fanta María Teresa» y el «Almirante Oquendo* alejándose de la columna del enemigo, ponía su proa con rumbo á la playa, envuelto en espesos nubarrones de humo producido por el in- cendio. El «Texas» el «Oregon» y el «lowa» atacaban sin tregua á los buques españoles, los cuales en pocos momentos quedaron- convertidos en informes masas de humo y fuego, arriando su bandera. Presto el ^^ María Teresa» desplegó s\x bandera blanca, á la vez que su tripulación en completo desorden, se precipitaba á la mar. Pocos minutos después la "Sama Bárbara" de este her- moso buque producía una formidable explosión. Esto pasaba veinte minutos después que fué disparado el primer cañonazo de esa memorable acción naval. En segundo término, y á una aparente larga distancia, el "Brooklyn** y el "Cristóbal Colón" ocupábanse con matemática precisión en cambiar metrallas mutuamente. Cincuenta minutos después de haber disparado nuestro pri- mer proyectil, había otro crucero fuera de combate: el "Vizca- ya" lamido por las llamas dirigía su proa hacia la playa de Ase- rraderos, donde al fin encíontró su último lecho de descanso. Sabiendo que yo no podía dar alcance al "Cristóbal Colón," y que el «Oregon» y el "Brooklyn" indudablemente podían, en compañía del "New York,'* siendo éste el que más se acercaba á él, resolví acudir al llamamiento de la humanidad, y me alle- gué á aquel brillante y bravo cuerpo de marinos que habían rendido su bandera á la escuadra americana, al mando del Al- mirante Sampson. Así fué como la proa del "lowa" se dirigió hacia el "Vizcaya" cuyo casco estaba envuelto en largas llamas. Mi buque avanzó hasta donde la profundidad lo permitía y en seguida se largaron todos los boles para socorrer á los vencí- dos que se estaban ahogaado por docenas. Los que por sus ho- rribles heridas, no habían podido echarse al mar, se retorcían desesperadamente sobre la cubierta del crucero español, presas del fuego que los asara, vivos aún. El número de valientes ren- didos era grande. Al mismo tiempo que me acercaba á impatir auxilios á los marinos españoles^ descubrí que una partida de cubanos desde los arrecifes hacía fuego sobre aquellos desafortunados náufra- gos que luchaban cuerpo á cuerpo con la muerte, arrollados por las enormes olas que con furia reventaban en las rocas abruptas de la playa. Esto no duró mucho tiempo, pues tres ó cuatro bombas de grueso calibre se encargaron de calmarla furia de los que bien pudiéramos, por la barbarie que cabe en el acto, llamar sal vajes. Lo que á mi pesar no pude remediar, fué la mutilación de tanto hombre cometida por la tremenda cantidad de enormes tiburones. Estos seres inhumanos se encontraban en un alto grado de exitación producida por el espectáculo que ofrecía el mar tinto en sangre y los ayes supremos de dolor salidos de los moribun- dos valientes. . Mi tripulación activa, bien pronto había recogido algunos centenares de náufragos, y pude á la vez socorrer á los que se quemaban en la cubierta del crucero "Vizcaya" cuyos pequeños almacenes hacían explosión á cortos intervalos causando ho- rrorosos estragos en el buque. Mis botes regresando con su carga humana formaban un largo cordón y presto se llenó la cu- bierta del con la fuerza española, siendo de notar que todos desde oficiales á marineros, estaban completamente des- nudos. Las piernas de algunos de ellos estaban enteramente destrozadas por el contacto de las metrallas, y otros estaban mutilados de una manera inconcebible. En el fondo de los botes había tres ó cuatro pulgadas de san- gre; en muchos viajes llegaban algunos cadáveres sumergidos en aquel rojo imponente líquido. Estos bravos luchadores muer- tos por la querida patria, fueron después sepultados con los honores militares debidos, por los tripulantes del €lowa>* Ejem- plos de heroísmo, ó mejor dicho de fanatismo por la disiplina, jamás habían sido llevados al terreno de la práctica tal cual se llevaron por los valientes marinos españoles. Uno de e^tos, con el brazo izquierdo completamente arrancado de su sitio, el hue- so descarnado pendiendo solamente de pequeños fragmentos de piel, enteramente desnudo^ bañado en sangre^ con serenidad estoica, subió la escala y al pisar la cubierta del "lowa", se cua- dró y saludó á mi tripulación con tan hondo respeto que todos nos sentimos altamente conmovidos. Otro de estos valientes He- 192 gó, metido en una charca de sangre^ con la pierna derecha úni- camente; fué atado <;on un cable é izado á bordo sin proferir una sola queja. Gradualmente se fué llenando la cubierta de españoles; el maderamen siempre blanco y limpio, se veía entonces, total- mente rojo de sangre, y ya plenamente ocupado por los rendi- dos, era casi difícil reconocer en el «lowa» un buque de guerra americano. La sanare imperaba por doquiera, y después de algunas ho- ras de fatigas nobles, docientos setenta y dos hombres desnu- dos recibían agua y alimentos, de aquellos que pocos minutos antes, les habían enviado verdadera lluvia de metrallas que sembraban desolación y ruina. Para terminar aquella faena llegó al último bote conduciendo al capitán del "Vizcaya," señor Enlate, para quien se llevó una silla, pues evidentemente estaba herido. Todos sus oficiales y marineros al verlo llegar se apresuraron á darle la bienvenida, cuadrándose y presentaron armas luego que se desató la silla de la carrucha. El capitán Enlate, poco á poco se puso en pié me saludó con grave dignidad, desprendió su espada del cinto llevó su guarnición á la altura de sus labios, la besó reveren- temente y con los ojos brotando lágrimas me la entregó^ Aquel hermoso acto quedará indeleble para siempre en mi- memoria. Saludé al valiente español y no acepté su espada. Un sonoro y prolongado Ihurra¡ salió de la tripulación del "lo- wa" Luego tomaron mis oficiales al capitán Enlate en silla de manos y lo condujeron á un camarote ya dispuesto, para que el médico le recoriociei^a las heridas; ya que íbamos á bajar de la cubierta una formidable explosión^ que hizo vibrar las capas del aire á varias millas en rededor, anunciaba el fin del "Viz caya." El capitán Enlate volvió la cara y extendiendo los bra- zos hacia el lugar donde se produjera la detonación grito: "A- dios "Vizcaya" ya "y los sollozos ahogaron sus pa- labras. La guerra había entonces asumido otro aspecto: el pagador del **Iowa" ordenaba la distribución de uniformes entre aque- lla multitud de hombres desnudos y presto las proviciones re- paraban los cuerpos fatigados del coinbate. Como viera yo que ía tripulación de los dos primeros buques echados á pique no había sido visitada por los nuestros, puse la proa hacia donde se hallaban. A poco andar encontré al ^'Gloucester'' que regresaba trayendo al Almirante Cervera á sus oficiales y un gran número de heridos, muchos de estos en- teramente mutilados. Varios prisioneros que ganaron la playa fueron muertos por las balas cubanas. '93 En seguida él ^'Haward'* recogió la tripulación del "Almiran- te Oquendo" y del "Infanta María Teresa'^ y cerca ya de me- dia noche, el primero de estos buques tenía á su bordo nove- cientos setenta y seis prisioneros de guerra estaijdo heridos Un considerable número de ellos. Con respecto á valor y energía nada hay registrado en las páginas de la historia que pueda ser un símil con la acción del Almirante Cervera. Salió, como él perfectamente lo sabía, con la plena convic- ción de que su flota quedarí'd destruida por la escuadra ameri- cana; mas tenía la esperanza de poder salvar al «Cristóbal Co- lón» debido á su gran velocidad. El espectáculo que ofrecían los dos torpederos desti uctores, meras cascaras de papel^ mar- chando á todo vapor bajo la granizada de bombas enemigas en pleno día, sólo se puede describir de esta manera: un acto es- pañol y ordenado por el General Blanco; la misma frase encaja perfectamente con respecto á todo movimiento de la escuadra española: heroísmo en su más alto grado. En contraste con los candentes arranques de los españoles estaba el efecto del frío y deliberado trabajo yankee. La escuadra americana permanecía sorda á todo sentimiento humanitario; al parecer estaba allí para combatir y destruir, y así fué que al entrar en zafarrancho de combate, atacó sin pie- dad al enemigo; mas esta crueldad trocóse en generosa corte- sía cuan presto arriaron su pabellón los españoles^ y sin apa sionamiento diré/ que si en alguna memorable jornada cupo el sentimienio de humanidad, éste fué demostrado por los ame ricanos. El Almirante Cervera fué trasbordado á mi buque del «Glou- cester» que lo había salvado de una muerte segura. Al saltar sobre cubierta fué recibido militarmente por un completo esta- do mayor del Comandante y los artilleros del «lowa.» Con los rostros ennegrecidos por la pólvora, salieron casi desnudos á dar la bienvenida al valiente marino, que en traje interior úni- camente y con la cabeza descubierta gravemente pisaba el puen- te del buque vencedor. La numerosa tripulación del «lowa» en unión de la del «Glou- cester» prorrumpía en un grito de júbilo cuando el Almirante español respetuosamente saludó á los marinos amer.canos. Aunque el valiente vencido sin insignia ninguna, ponía su desnudo pie en la cubierta del «lowa todo el mundo hubiera reconocido que cada molécula del cuerpo de Cervera, constituía por sí sola, un almirante. Su rendición á los rudos golpes de la guerra la efectuó con tan herói eos y nobles detalles, que por siempre lo colocarán á una altura envidiable. 194 El «lowa disparó treinta y una metrallas de doce pulgadas, cuarenta y ocho» de á ocho, doscientas setenta de á cuatro, mil sesenta proyectiles de á seis libras y ciento veinte de á una libra. Los oficiales del «Vizcaya» me dijeron que les había sido imposible sujetar á sus artilleros ante sus cañones respectivos, debido al nutridísimo fuego de los buques americanos. El agua que arrojaban las mangueras, mezclada con la san- gre que abundantemente manaba de las heridas de los españo- les, daba á la cubierta de sus cruceros un aspecto imponente y desolador. Fragmentos de seres humanos yacían en confu- sión entre los cañones enemigos, y á cortos intervalos las me* trallas sembraban el pánico. Por las cavidades de uno de los costados del «Vizcaya» se escapaban enormes lenguas de fuego que enroscándose en la cubierta, tostaban los cuerpos de los moribundos que desespe- radamente pedían socorro con lastimeros gritos. Las explosiones de los buques encallados se sucedían sin tre- gua y cada conmoción de estas era seguida de inmensos ayes de martirio. De los cañones de seis libras fueron disparados cuatrocientos cuarenta proyectiles. En la parte superior de la torrecilla ios artilleros no descansaban un instante disparando sin cesar con los cañones de á libra. Las bombas enemigas cruzaban silban- do por encima de los artilleros sin que estos siquiera se aga- chasen para esquivar sus golpes. Uno de estos aguerridos hombres, cegado completamente por la pólvora, permanecía sobre la manivela de sus cañones de á doce, maniobrando al acaso, sin que humanos esfuerzos bas- taran á desprenderlo de su puesto. Otros, carbonizados casi, con un pañuelo mojado sobre la cara, con dos agujeros para los ojos^ disparaban nietralla con una presteza increíble. Como los cañones de á seis estaban tan cerca de los de á ocho, no se podía permanecer entre ellos con seguridad, y así, cada vez que eran disparados los de grueso calibre se ordenaba á los artilleros de los primeros retirarse; mas estos se negaban á obedecer aquella orden y seguían en su sitio enviando chapa- rrones de bombas. Cuando los cañones de á ocho pulgadas eran disparados, la conmoción era tan terrible, que repelía á la parada de artilleros de los cañones de menor calibre á una dis- tancia de diez pies, cual si fuesen de papel. |Nada importabal Estos, sordos como un canto, debido á las tremendas vibracio- nes, regresaban furiosos á sus cañones y, á su vez, hacían fue- go sin cesar, hasta que por último, por la fuerza, eran arrastra- dos dé sus puestos. Tal encarnizamiento y tal bravura eran frecuentemente ob- servados en todos los cruceros empeñados en la refriega. Durante la permanencia del Almirante Cerv.era en el «lowa,» de todos se hizo amar. Nos dijo que después que recibió la or- den de marcha del Gral. Blanco que efectuaría la noche del día 2 de Julio pero que el Gral. Linares se lo impidió dicién- dole: «Espere vd. hasta mañana en la mañana, que á esa hora los sorprenderá cuando estén entregados al servicio divino, pues es domingo. Para terminar mi mal trazada descripción agregaré que, el «Indiana» fué tocado dos vecs, el «Oregon» tres y el «lowa» nueve veces. Con rfespento á los otros buques americanos, no podría yo fijar sus a verías, pues eso toca á sus capitanes res- pectivamente.» Hasta aquí la narración del capitán Evans. Los marinos españoles supervivientes al desastre afirman que el capitán del *'Oquendo'' Don Juan de Lasaga se suicidó antes de declararse prisionero. El comandante Vill^mil, segundo de Cervera, y jefe de la flo- tilla torpedera, pereció á bordo del *.'Plutón." Villamil era re- conocido en España como el perito más eminente en materia de explosivos aplicados á la guerra naval. De la tripulación del "Oquendo^' que se componía de 487 personas, sólo se salvaron cinco. lie aquí los nombres de los jefes y oficiales hechos prisione- ros. Del '' María Teresa." Almirante, D. Pascual Cervera: Capi- tán, Me Choron; Pagador, Mellado; Tenientes: Burquetas, Ir- oaz, Cerón, Cervera, Carrasco; Cadete, Moreno. Del '^Vizcaya:" Capitán Eulate (herido); segundo Capitán Roldan. Tenientes Capriles, Quorija, Leujo, Pasos y Sauces; Guardias Marinas: Castro, Castañeda. Manjón, Sobrini, Cape- llán, Biesa; Cirujano, Jurada? Cadetes: Morris, Manjón^ Vega, Quezada, Tossi, Obertin y Bentiiz; infantería de Marina, Capi- tán Beleato. "Cristóbal Colón" Comodoro, Don José Paredes; Capitán D. Emilio Moreu; Capitán de infantería de Marina, León; Tenien- tes; Brutón, Cal y Paredes; Cirujano, Nuñez; Subtenientes: Arancibia, Lerba; Pagador, Cobanillas, segundo Cirujano, Me- neses; Capellán, Gronero: Ingeniero, Chapelle. Caza-torpedero **Furor:" Teniente, Carlier; Ingeniero, Cur- néa. Caza- torpedero "Plutón:" Teniente Vesca; Ingeniero, Bordo; Marinos, setecientos treinta y ocho. \ \ CAPITULO XIV, 4^#* •#*• ,* ^ ' « 1 I I í ' / !• ^ > i ■ ' ' ■rt ^' ^ y -I'. f- r CAPITULO XIV. Demandas de rendición de Santiago. — Consecuencia de la pérdida de lá escua- dra española. — Dificultades en la comunicación con España. — R endición de Santiago. — Bases déla capitulación. — Cesan las hostilidades. — Capitulación de Manila. I. ^^ OS pliegos, que hemos visto en el capítulo anterior, que envió al General Toral el jefe americano Shafter contenían la. demanda de la rendición y también el aviso de que, si no se accedía á su solicitud, bombar- dearía la ciudad. Como el General Toral por sí solo no pudiese resolver nada respecto á ia rendición sin comunicarlo antes á Madrid para obtener instrucciones, la respuesta que envió al General americano no fué la que éste deseaba, esto es, no de- cidía la capitulación, pero indicaba se debían suspender las bostilidades para dar tiempo á que las mujeres, niños, ancianos y no combaticntes.se pusiesen á salvo del bombardeo, caso de que para el plazo fijado por Shafter no hubiese decidido nada él Jefe español. Al día siguiente se intimó de nuevo al General Toral, jefe de la guarnición de Santiago, la rendición de la plaza, y como respondiese con una negativa firme y enérgica, más de quince niil personas embargadas por el pánico intentaron salir de la ciudad huyendo de los horrores del bombardeo y del hambre. Ancianos decadentes, mujeres llevando en brazos á sus crías, niños de poca edad, se dirigían á Caney, á San Luis y otros untos en^busca de pan y de seguridad. e aq^uí las comunicaciones cambiadas con tal motivo entre lefes de ambos ejércitos: uartel General de las tropas americanas, cerca del río de Fuan, Isla de Cuba, Julio 3 de 1898. E. a. m.— Al coman- 2 en jefe de las tropas españolas.— Santiago de Cuba. Se- Me veré obligado, si usted no rinde la plaza, á bombar- ía. Ruego á usted informe á los ciudadanos de naciones njeras v á las mujeres y niños que deben abandonar la 198 ciudad antes de la una del día de mañana.— De usted respetqo- so y obediente servidor.— i?. W. Shafter, Mayor General del ejército de los Estados Unidos " • La siguiente es la corttestación que por conducto del Coro- nel Dorst recibió á las seis y tfeínta p, m: "Santiago de Cuba, 2 p. m. Julio 3.— A su excelencia el Gral. en jefe de las tropas de los Estados Unidos: Río de San Juan.—Tengo el honor de responder ala comunicación de usted fechada hoy á las 8. 30 p. m. y recibida á la una de la tarde, en la cual demanda Ud. la rendición de la ciudad, y, en caso contrario, me anuncia que bombardeará la ciudad y que debo avisar á los extranjeros, mujeres y niños, que abandonen la ciudad antes de la una de la tarde de mañana. Es mi deber decir á Ud. que esta ciuda4 no se rendirá, y que informaré á los Cónsules extranjeros y habitantes, del con- tenido de su mensaje.— De Ud. respetuosaihente. Toral, Coman- dante en jefe del cuarto cuerpo del ejército/' El día 24 se reanudó^ pues, el combate en, vista de la negati* va de Toral. , . » El resultado inmediato de la irreparable pérdida de la escua;- dra español-a fué que los americriios pudiesen emprender sus operaciones de sitio sobre Santiago con toda calma y seguridad porque lejos de que hubiera buques que los molestasen con sus disparos desde la bahía, contaban con la cooperación de su es- cuadra que podía causar^ y en efecto causó, grandísimo daño entre los combatientes españoles. El Gobierno de Washington desplegó la mayor actividad en enviar á Shafter todos los re- fuerzos posibles y de.sde el 6 del mismo mes de Julio comenza- ron á zarpar transportes de Tampa conduciendo soldados^ arti Hería, y provisiones de boca y guerra en gran cantidad. Por lo que hace á la rendición, el jefe de las fuerzas de San- tiago no sabía que partido tomar. El no podía admitir la capi tulación sin recibir antes de Madrid la orden correspondiente, v como el cable que comunicaba á Santiago con la capital de España estaba en poder del enemigo, no podía valerse de él paja resolver tan difícil situación. Mientras tanto el General Shafter puso una nueva comuni- cación á Toral manifestándole que con objeto de facilitar la salida de los no combatientes, extranjeros, mujeres, niños, etc. concedería un nuevo armisticio hasta el día 10^ en cuya fecha iba á continuar el bombardeo si no hubiere recibido aviso de que la capitulación era aceptada. El General español reunió á I05 principales jefes y oficiales de su ejército para consultarles sobre la determinación que sé- ría prudente tomar en la imposibilidad de comunicarse con el 199 Gobierno de España. Todos opinaron unánimemente que se re- sistiera al enemigo hasta el último extremo. Mas como el plazo señalado no tardaba en cumplirse y las probabilidades de la victoria aumentaban cada día en favor de los invasores, decidióse el General Toral á solicitar el permiso de los americanos para comunicarse con el General Blanco ó para usar eí cable y consultar á Madrid la situación, mientras, se llegaba el término propuesto. Esta tregua fué muy favorable á los soldados americanos que se encontraban en extremo fatigados, con las rqpas que no habían podido cambiaren varios días de lluvia, completamen- te mojadas, y resintiendo ya bastantes enfennedades. Los perió- dicos alemanes que son los que con más imparcialidad y com- petencia han tratado de todo lo relativo á la guerra hispano- americana, aseguraron por esos días, que si la resistencia de Santiago se hubiera prolongado por algunas semanas, el ejér- cito americano, extenuado por las fatigas y diezmado por las enfermedades habría tenido que reembarcarse. Cuánto hubie- ra mejorado la situación délos españoles con que las cosas to- masen este girol Por desgracia parecía decretado de ante ma- no que todo les habría de ser fatal. El día 8 los americanos proporcionaron empleados del cable para que pusieran en comunicación á los españoles* con su go* bierno, á efecto de obtener instrucciones precisas sobre la con- ducta que se. debía seguir. Los telegrafistas entraron en San- tiago y estuvieron funcionando^ pero nada se obtuvo. El Gabi- nete español gestionó entre tanto aisladamente con Washing- ton, que el armisticio se prolongara por diez días para facilitar las negociaciones de psít. El 9, en vista de no haberse dado respuesta definitiva por parte de los españoles, determinó el General Shafter que prin- cipiara el bombardeo de Santiago el día 10, aunque no con gran actividad. En la tarde del siguiente día, el crucero *'Broo- klyn" y los acorazados "Texas" é "Indiana" al mando del Co- modoro Schley, empezaron á lanzar bombas sobre la ciudad. Los buques citados se formaron en línea de combate de Este á Oeste y como á un cuarto de milla distantes de la costa, dis- parando por elevación sobre las colinas que descienden hasta la playa, y ocultan á la vista la ciudad distante cinco millas. El bombardeo se efectuó durante una hora, siendo suspendido para continuarlo en las primeras horas del día siguiente. Después de haberse disparado 35 proyectiles de los cañones de 8 pulgadas el Comodoro mandó suspender el fuego conven- cido que los cañones del "Brooklyn" no alcanzaban la ciudad, y de esta suerte dejó el campo libre á los acorazados para dis- parar sus cañones de 13 pulgadas. Los disparos se hacían á in- tervalos, y con mucha deliberación. Las señales desde las coli- 200 nas, indicaban que las metrallas caían casi mil pies fuera de tiro y á la izquierda de los españoles. Almismo tiempo las baterías de tierra disparaban terrible carga de metralla sobre las líneas españolas. Estas contestaron desde el primer ataque, rompiendo el fuego de artillería ligera sóbrelas trincheras enemigas. También hubo disparos de fu- silería^ si bien más escasos. La inferioridad del armamento ha- i:ía que el daño causado por los sitiados no estuviera en rela- ción con el que ellos recibían de los sitiadores. El día ^ fué enarbolada en Santiago la bandera parlamen- taria. El corresponsal del Times de Londres, que fué el mismo que sirvió de intérprete en la conferencia que tuvo lugar el día 12, refiere así la entrevista de los jefes de ambos ejércitos: «Avanzamos hasta la mitad del camino entre las trincheras españolas y americanas, y allí encontramos un oficial español y su escolta, y también el arzobispo de Santiago, acompañado de dos sacerdotes. «El documento que el oficial nos entregó estaba dirigido al comandante general de las tropas americanas, y solicitaba una entrevista con él para el siguiente día. , «Terminado esto, se adelantó el arzobispo 3^ manifestó que había acompañado al parlamentario con objeto de solicitar auto rización para atravesar las líneas americanas, en unión de 30 curas y 28 monjas. Alegó que, tratándose de no combatientes, entendía que estaban en el mismo caso que los que habían sa- lido de la ciudad. Dijo también el arzobispo que en el bombardeo del día an- terior habían sido demolidas varías casas, por lo que creía lle- Gfado el caso de transladarse él y los suyos á lugar seguro. Tra- duje esta petición al oficial americano, que me rogó informara al arzobispo de que su petición sería transmitida al General Shafter, y que, según toda probabilidad, se le concedería en el acto la autorización necesaria. El arzobispo rogó entonces que la respuesta se enviara por duplicado, mandando un ejemplar al General gobernador de la plaza 3^ otro á él. La acción del arzobispo, ejerció, sin duda alguna, poderosa influencia en las autoridades españolas de Santiago. Aquella tarde el General Linares, aunque desde el 1^ de fu- lio en que fué herido, había entregado el mando activo de las fuerzas al General Toral, envió un largo cablegrama á Madrid. Yo pude ver una copia de este documento. El General Linares manifestaba que su situación en Santiago era imposible; que tenía muy pocas provisiones, y que no le quedaban municiones 201 más que para algunos días; que la población le había abando- nado y que también el clero amenazaba ausentarse. «Indicaba la diferencia entre el sitio de Santiago y el sitio de Gerona, pues en esta ciudad, todo el mundo, sin exceptuar las mujeres y los niños, había cooperado á la defensa. Final- mente, ofrecía sacrificar su reputación y sacrificarse él mismo haciendo la entrega á los americanos. «A este despacho no recibió contestación de Madrid^ pero al día siguiente, el General Blanco, á quien también se había di- rigido el General Linares^ le autorizó á hacer la capitulación.» El cerco de la Ciudad se había completado, entretanto avan- zaron las fuerzas americanas al qaando del general Lawton ha- cia la parte Norte. El General Toral deliberaba áobre las pro- posiciones que se le habian hecho para obtener la rendición, y^ procuraba comunicarse con el Capitán General. Al terminar el día, en vista de que Shafter en cumplimiento de lo que se le ordenaba de Washington, exigía la rendición incondicional de la plaza y la guarnición, el jefe español decidió mantenerse fir- me hasta el último extremo y así lo comunicó. Los americanos se dispusieron para el asalto. El 13 tuvieron una conferencia los generales Shafter Wheeler y Toral, manifestando este último que estaba autorizado por su gobierno para proponer su retirada y la entrega de la bahía y del puerto, la posesión oriental de Cuba y^ las municiones de guerra. Los generales americanos en virtud de sus instruccio- nes contestaron que no podían tratar sino sobre la rendición del ejército, el cual ofrecía el Gobierno de Washington condu- cir por su cuenta á España. Toral pidió un plazo de veinticua- tro horas para consultar á Madrid, sobre esta proposición de trasladar á la Península á los defensores de Santiago. A primera hora del día 14, telegrafió el General Shafter al Gobierno americano, que el comandante de las tropas españo- las en Santiago aceptaba la rendición de la plaza nombrando comisionados para ultimar las bases respectivas. £ste arreglo comprendía á más de la ciudad, toda la parte oriental de la Is« la de Cuba, desde Aserraderos, punto situado en la costa Sur, hasta Sagua en la costa Norte, vía Palma; extensión de terri- torio en la cual se encontraban operando en total del cuarto cuerpo del ejército español. El Almirante Sampson exigió de Shafter que no se terminara la capitulación sin estipular la completa remoción de las minas puestas á la entrada de la bahía, y la evacuación de los fuertes que habían disparado con- tra sus buques. El mismo día en que el General Toral aceptó la rendición de sus fuerzas, bajo la condición de ser transladadas á España, el General Shafter declaraba que una considerí/ble parte de su ejército se hallaba infestada de fiebre amarilla y que eca nece- 202 sano proceder sin pérdida de tiempo á embarcar las fuerzas hacía Estados Unidos comprendiendo que, de no hacerlo así se- rían .diezmadas irremisiblemente por la epidemia. A la vez tomaba toda clase de medidas para impedir la pro- pagación de la fiebre amarilla. • ^ • • II : Hemos visto que los soldados del ejército que defendió ár Santiago, 3* los habitantes de la ciudad, no contaban ya con medios de subsistencia »para. oponerse á la rendiciim mucho tiempo; hemos visto el denuedo con que fué defendida la plaza á costa de tanta sangre española; hemos visto la gráhde supe- rioridad del ejército de Shafter, no sólo numérica sino también y principalmente en los elementos de guerra d^ todas clases, y hemos visto, por último, que Toral recibe^r^'Madriápor me- dio del General Blanco la orden de rendirse. Ño óbstanVe, cuan- do fué publicada por la prensa la noticia de la capitulación de Santiago,' una tempestad de iras populares se desató contra el jefe español que rindiera el territorio. Los preparativos que hacía la tercera escuadra americana, al mando del comodoro Wastson para su viaje á través del Atlántico, no eran 'Un misterio para nadie. Se sabía que las ór- denes expedidas por el departamento de Guerra se referían al bombardeo de puertos españoles, si era posible vencer antes á la flota del Almirante Cámara^ lo cual era de llamar la atención cuando se arreglaban ya por conductos extra oficiales les tra- tados de paz. No cesaban tampoco de alistarse las tropas de invasión para la campaña en Puerto Rico. Los arreglos de la capitulación fueron, pues, terminados el día 14, entre los comisionados de Shafter y los de Toral. El territorio rendido abarcaba 5,000 millas cuadradas, desde Aguadores, 15 millas al Oeste de Santiago, hasta Palma Soria- no y Sagua, al Norte, excepción hecha de Holgüin. Quedaban 15,000 soldados españoles prisioneros, debiendo entf»- ,rar sus armas; este número aumentó después^ hasta 23,000. '; ;"* El general Miles, que desde al principio fué encargado de la dirección de la campaña en Cuba y que entonces se hallaba en playa del Este, punto no lejano de Santiago, comunicó/ á Was- hington la siguiente nota referente á la rendición^ el día 14 en la noche: «Ministro de la guerra Washington.— Frente á Santiago.— El General Toral, Comandante de las tropas españolas, ha ren- dido formalmente al ejército de su mando, á condición de que éstas sean enviadas á España. 203 ^El General Shafctier nombrará comisiones para llevar & cabo la. entrega fprmal « Una parte del ejér<:ito está infestada de fiebre amarilla, y se hacen esfuer^zps para aisjar á los atacados á bordo de los buques hospitales. Se hacen arre^jlos para llevar á cabo inmediatamente cual- quiera orden del Presidente ó de usted, (firmado) Nelson A. Miles Comandante en Jefe del Ejército de los Estados Unidos.» He aquí la comunicación de Toral al jefe americano: «A su l^xcjLlencia el Comandante dq las tropas americanas. Exceleptísinió señor: Estoy autorizado por el Gobierito para capitulan^ Tiensfo, pues, el honor de ponerlo en vuestro conoci- miento y^soficitarse sirva designar la hora^ y lugar donde mis comisionados conferenciarán con los de Vuestra Excelencia, á efecto de ^quV formulen los puntos de la dapitiílación sóbrelas bases convemdas en esta fecha. A su debicío ti^'" po debo manifestar que deseo saber la reso- lución ^ Habana, Julio 14 de 98.— Sagasta^ Madrid. — La opinión que prevalece entre la generalidad del ejército en Cuba y de la que nosotros, todos los generales, participamos, demanda la conti- nuación de la guerra. Creemos nosotros que el honor del ejercí- to demanda mayores sacrificios^ pero el ejército jamás se pre- sentará como obstáculo para el cumplimiento de las órdenes del gobierno, las que obedecerá como es de su deber hacerlo. Profundamente agradecido estoy por las frases alhagadoras que se sirve dirigirme en su telegrama fecha 12 del corriente; pero al mismo tiempo me apena en extremo tener que informar á Ud. 209 que no me será posible continuar por más tiempo á la cabeza de este ejército, en caso de que el Gobierno resuelva solicitar la psiz.^Blapico. «Habana, Junio 17.— General Correa^ Ministro de la Guerra, Madrid. — La rendición de Santiago se efectuó esta mañana sin la menor intervención de mi autoridad, según los informes que he transmitido á Ud. A pesar dé este desmembramiento de la isla, el ejército continúa lleno de espíritu y la guerra podría continuarse si usted nos enviara provisiones que sería conve- niente hacer por conducto de buques bajo la proteccóni de la bandera neutral; al mismo tiempo buscando la manera de en- viamos municiones. La caída de Santiago no entraña en sí verdadera importancia militar y puede decirse que la guerra en realidad no ha principiado todavía. Hace varios días envié instrucciones para la concentración de las divisiones de Holguín y Puerto Príncipe, para maniobrar de acuerdo con los movi- mientos del enemigo. La campaña decisiva tendrá que hacerse de este lado de la trocha, y el enemigo tendrá que sufrir graves pérdidas para poder penetrar á esta sección.— Blanco. IV La institución que se llama de la Cruz Roja, cuya sublime y filantrópica misión consiste en auxiliar á los heridos en el cam- po de batalla impartiéndoles toda clase de cuidados, prestó grandes servicios no sólo á los heridos en los combates, sino también á los necesitados que por la escasez de víveres esta- ban á punto de perecer. De estos desgraciados había algunos millares en el territorio rendido y fueron de mucha importancia los servicios que aque- lla asociación les impartió. Después de la batalla naval fuera de la bahía de Santiago acudió á socorrer á los heridos un buque hospital fletado por la misma asociación de la Cruz Roja. Según hemos dicho, la escuadra española al mando del Al- mirante Cámara tuvo que regresar á las costas de España des- pués de haber enerado en el Canal de Suez. El permiso para haber entrado y regresado luego por aquella posesión inglesa costó á España 160,000 pesos oro. La flota americana del Comodoro Wastson recibió instruccio- nes de permanecer á la espectativa para en caso de que la es- cuadra de Cámara intentase dirigirse á Cuba saliera á su en- cuentro para destruirla. Entre tanto la expedición que había de invadir á Puerto Ri- co se había alistado y el 21 de Julio á las tres de la tarde se hi- 210 zo á la mar en Siboney. Cuba, un convoy com;:uesto del «Mas- sachusett,» el «Cincinati» y el «Annápolis» y además cuatro barcos auxiliares, el «Gloucester,* el ^Guasp,» el «Leiden» y el . Contiene la renuncia de ambas naciones á toda re- clamación mutua. Art. 1^ Concede á España durante el término de diez años, los mismos derechos que á los Estados Unidos para su comer- cio y su navegación en Filipinas. Art. 8® Se refiere á la libertad de todos los prisioneros de guerra hechos por España, así como de los individuos aprehen- didos por crímenes ó delitos políticos cometidos en las Colonias cedidas á los Estados Unidos. Art. 9^ Garantiza los derechos legales de los españoles resi- dentes en Cuba. Art 10<> Establece la libertad religiosa en Filipinas y conce- de los mismos derechos á todas las Iglesias. Art. 11° Se refiere á la composición de toda clase de tribu nales en Puerto Rico y en Cuba. 222 Art. ]2^ Se refiere á la Administración de la Justicia en Cu- ba y en Puerto Rico. Art. 13^ Concede á España, durante cinco años, la conserva- ción de sus derechos de reproducción y de autores, en los te rritorios cedidos, así como la admisión, libre de gastos, de li- bros españoles en dicho territorio. Art. 14° Trata del establecimiento de consulados españoles en los territorios cedidos á los Estados Unidos. Art. 15° Concede al comercio de España, en Cuba, en Puer- to Rico y en Filipinas, el mismo tratado que al comercio de los Estados Unidos, durante diez años. Los buques españoles serán considerados como costeros. Art ló*' Estipula que las obligaciones de los Estados Uni- dos respecto á los ciudadanos españoles y de sus propiedades en Cuba, cesarán cuando los Estados Unidos abandonen la au- toridad que van á ejercer so bre la isla. Art. 17° Dice que el tratado debe ser ractificado por los dos Gobiernos durante los seis meses que seguirán á la fecha de la firma de las dos comisiones. El tratado se firmó el día 10 de Diciembre de 1898 á las 9 y 15 minutos p. m. En el mismo documento se hizo constar una valiente y enér- gica protesta de España contra la conducta de los Estados Unidos, que contiene, entre otras, estas frases: «Las concesiones que nos han obligado á hacer^ nos afectan menos que el insulto lanzado á nuestra patria por el Presiden- te McKinley en su mensaje al Congreso, respecto al incidente del "Maine," y nos proponemos de nuevo intentar someter la cuestión á un tribunal internacional, compuesto de Inglaterra, Francia y Alemania^ para que determine quién ha de cargar con la responsabilidad de la catástrofe.» Y en otro lugar dice la protesta, sobre el mismo asunto. «España ha propuesto el arbitraje; pero los Estados Unidos se niegan- á concederle el derecho que se otorga á los crimina- les, á saber, el de defenderse. COIS^CLÜSTON. orno en los mornentos que terminnmos la seounda edici(3n de la Historia de la Guerra Hispano America- Qa, apenas acababa de firmarse el tratado de París, pa- ra concluir la paz, nos vimos en el caso de apelar al testimonio de la prensa para reunir las incompletas notas que publicamos en el capítulo anterior relativas á dicho trata- do, en la impOvSibilidad de disponer de otras fuentes históricas. AI cerrar nuestro libro no quedamos en la comisión de que él no pueda contener quizás algún error, pues no creemos que los libros históricos no contengan errores. Al gran historiador Cesar Cantú lo hemos visto al juzgar á D. Bendito Juárez incurrir en tales inexactitudes, que un hijo de este hombre célebre los ha hallado insultantes y aun calum- niosos á la memoria de su pac're. Nosotros hemos procurado devSpojarnos de toda pasión en el curso de nuestro trabajo, ahogando las propias simpatías, mu- chas veces, que el pueblo español nos inspira y con el cual ira ternizamos porque pertenece á la misma raza latina, así como por la identidad de creencia, costumbres é índole. Con todo, á pesar de haber suprimido nuestros propios jui- cios; á pesar de omitir los comentarios á que se presentan mu chos episodios de la guerra, la sola narración de los sucesos descritos creemos que constitUN^e el mejor comentario y la más enérgica de todas las protestas que pudieran hacerse contra la cadena de injusticias y atentados de que ha sido víctima Es- paña. Nosotros hemos luchado por dejar consignada la verdad so- bre los hechos históricos porque, repetimos, creemos la mejor protesta, aun cuando la historia que terminamos traiga un do- loroso recuerdo para los buenos hijos de España. 224 Sólo nos resta consagrar los últimos renglones de nuestro li- bro al homenaje de tantos marinos como sucumbieron, márti- res del deber y el patriotismo, en las batallas de Santiago y Cavite, no menos que al de los soldados muertos en la épica defensa de Caney y Santiago. Sus nombres. quedarán resplandecientes en los bronces de la historia y su patria los cubrirá agradecida con el manto de la inmortalidad. Cumple también á nuestro propósito insertar á continuación algunos documentos, de origen español, que dan á conocer el verdadero estado de la opinión pública respecto á los tristes sucesos, que acabamos de referir. En ellos damos lugar preferente al juicio crítico del Señor Andrés Barral Arteaga, distinguido miembro de la colonia española en la ciudad de México, y á quién debemos la narra- ción de la batalla en que fué destruida la escuadra en Cavite según manifestamos en el lugar que corresponda. 225 Opinión Española sobre la Guerra Vamos á permitirnos hacer un libero examen de los antece- dentes de la sfuerri hispano americana y sus resultados, procu- rando demostrar que la cau^a del desastre sufrido por España no ha sido otra que la ineptitud de su Gobierno. Mientras estuvo al frente del Gobierno español el malogrado é inolvidable Cánovas del Castillo la previsión y el acierto guia- ban los actos de aquel respetable cuerpo. Podíamos decir que entonces España no tenía ni provocaba la guerra y sin embar- go, tomaba las precauciones que la prudencia aconseja; en otros términos, se disponía á la guerra, conforme á aquel apotegma antiguo: «Si vis pacem para bcllum;» es decir, estaba prevenida contra cualquiera emergencia. Ante los densos nubarrones que empezaban á obscurecer el cielo de nuestra patria el Gabinete Cánovas gestionó la compra de buques de guerra poco antes de su trágica muerte en el es- tablecimiento balneario de Santa Águeda. ¿Por qué el Gabinete sucesor no dio cima á estas gestiones? No lo sabemos; pero nadie nos podrá dar una respuesta que disminuva en algo siquiera, los graves cargos hechos al Gabi- nete de Sagasta Dor su falta de patriotismo. Nadie *?e explica, sin pensar involuntariamente eñ alguna traición, cómo aquellos arreerlos para la compra de buques de guerra havan sido abandonados en víspera del conflictp con los Estados Unidos. Con la desaparición de Cánovas del Castillo principian los errores y las torpezas del Go'bierno. El gabinete presidido por D. Práxedes Mateo Sagasta aban- dona la política de su predecesor y si 2:ue una línea de conducta opuesta á los intereses de la Nación. No así el Gobierno americano que mientras ensa3^a la punte- ría de los cañones de sus numerosos buques de guerra, aleccio- naba al cónsul Wildam en Hong-Kong y al ministro Woodford en España para que obrando de concierto con los planes idea- dos por McKinley preparasen el resultado que la diplomacia maduraba desde mucho tiempo antes. El cónsul Wildman que estaba muy cerca de ntiestro Archi- piélago Filipino, conoció á la perfección la falta de defensas en estas colonias y !a casi nulidad de nuestra escuadra de Manila, sostuvo constante comunicación con el Gabinete de Washing- ton, desde el puerto de Hong-Kong, teniendo á aquel muy al corriente de todo lo que se relacionara directa é indirectamen- te con la guerra. El infatigable cónsul no dió ni por un mo- mento tregua á sus labores; pues logró por medio de astucias 226 I Ó poi el dinero cerciorarse minuciosamente de la verdadera si- tuación de Filipinas, ayudado por los numerosos agentes chi- nos é ingleses, pródigamente retribuidos. La atracción de los artilleros británicos para la escuadra Dewej^ fué uno de sus golpes más audaces. Parece cosa averiguada, que por desgracia aún no se extir- pa por coitipleto en nuestro país esa maldita raza de los Oppas. Los sucesos que todos los españoles hoy lamentamos, han ve- nido á revelarnos tan dolorosa realidad. Es necesario abrir un« minuciosa averiguación y tomarles cuenta estrechísima á to- dos los individuos, sean quienes fueren, los cuales hayan toma- do algún participio en los acontecimientos que tanto han cons- ternado y aún consternarán á España. La salud nacional así lo exige y lo reclama. ¿Qué medidas tomó nuestro actual Gobierno para conjurar la horrorosa tormenta que amenazara á la Nación? Ninguna, absolutamente ninguna. Se nos objetará que fuimos estrecha- dos y compelidos á la guerra; más debemos hacer constar que «nuestros políticos no agotaron todos los recursos de la diplo- macia para evitarla, puesto que no nos encontrábamos en con- diciones de poderla aceptar con alguna probabilidad de buen resultado. Tampoco admitimos la hipótesis, de que el pueblo orilló al Gabinete de D. Práxedes á aceptarla. Lo único que hizo Sagasta fué llevar á la Nación á la contienda, no por sa- tisfacer la voluntad del pueblo, en el caso problemático que és- te realmente la hubiese deseado, sino más bien por salvar á 1h actual dinastía irremisible y grandemente comprometida al no atender á las justas exigencias del país, hondamente indignado con las humillantes pretensiones, del Gabinete de V/ashington. Creemos que la Patria está sobre todas las conveniencias, y ella es la que debe tener en todos los casos y circunstancias, el lugar preferente, Y suponiendo, sin conceder, que el pueblo positivamente hubiese comprometido y obligado al Gobierno á recoger el guanta arrojado por el coloso norte americano, ¿se había pues- to ese mismo Gobierno á la altura de su misión, dadas las cir- cunstancias por que atravesaba el país desde que se inició la revolución antillana? No; la América del Norte ya nos tenía de- clarada tácitamente la guerra desde hace mucho tiempo, de- mostrándonoslo con toda evidencia al impartirle franca pro- tección á la guerra de Cuba. Pero nuestro apático Gobierno no se preocupó ante el grave problema presentado á nuestra Na- ción. No solamente dejó de evitar el mal, pero ni aún siquiera lo había previsto, como era su obligación. La malhadada auto- nomía concedida sin previo y concienzudo examen á los des- contentadizos cubanos, fué el principio de nuestro calvario, por 227 más que se proclamara en enfático discurso, dicho en Zarago- za por D. Sigisniundo Moret, que la autonomia era la paz, ¿Qué preparativos tenía hecho nuestro Gobierno ante la ine- vitable perspectiva de la guerra? ¡Solemne burlal ni Cuba ni Puerto Rico, ni mucho menos las lejanas Islas Filipinas po- seían los mas indispensables elementos de defensa, llegándose hasta ignorar ó dejar de advertir la anticipada permanencia de la escuadra americana en las aguas asiáticas, que debía causar bien pronto nuestro primer desastre. El criminal abandono del Ministro d^ la Guerra almirante Bermejo, fué tan grande que permitió zarpase del puerto de Cádiz la escuadra de Cervera llevardo tan so\o treinta cartuchos por pieza de artillería No menos desdichada fué la táctica que observara su sucesor, el Ministro, capitán de navio, D. Ramón Auñón. Es cosa comprobada que la escuadra carecía de carbón y mu- niciones, faltánd< les á los cabos de caflón lá instrucción nece- saria y la práctica indispensable para el buen manejo de la ar- tillería, y era tan notoria la carencia de esos conocimientos en dichos cabos, que tan solo habían hecho tres dispares, mucho tiempo antes con los cañones de 14 centímetros, y absolutamen- te ninguno con los de 28: esta aseveración ha sido ratificada por los mismos oficiales de nuestra Armada. ¿Querría decirnos el Sr. Ministro de Marina, para qué servirán esos barcos en se- mejantes condiciones? ¿Quién ordenó á Cervera saliese de las posesiones portuguesas de Cabo Verde, y quién, por últim^o, dispuso entrar á la ratonera de Santiago la escuadra de su mando, para abandonar mucho tiempo después esa bahía, y ser destrozada por la formidable flota de SampsoE? Usted Se- ñor Auñón y el general Correa así como su predecesor de Ud. el almirante Bermejo, son reos convictos del feo crimen de lesa patria. Ineptitud é imbecilidad supinas se necesitan para proceder con la punible torpeza con que ustedes han procedido en todo lo relativo á la desastrosa guerra que ha llevado á nuestro in- fortunado país á la deshonra. ¿Y qué diremos de nuestros mag- nates políticos, qué hemos de decir de esa turba infecta y dañi- na que á su debido tiempo desoyeron las incesantes indicacio- nes de nuestros cónsules, y de los marinos agregados á la lega- ción española de la República Americana, cuando estos buenos servidores de la Patria anunciaron al Gobierno los preparati- vos y planes de lucha, del Gabinete de Washington, con tres años de anticipación? Tan indigno proceder no puede calificar se sino con los más duros y enérgicos 'epítetos. La maldición que arroje sobre ellos nuestra patria sería débil y benigno cas- tigo, dada la magnitud de sus delitos. 22S Hemos hablado de las pésimas condiciones y deficiencias de la escuadra de Cervera, que era, como si dijéramos, lo más florido de nuestra Armada. ;Será necesario añadir alguna sí- laba respecto á los apolillados tablones, que manteníamos en las Filipinas? Indudablemente que es inúiil hablar de ello. Inconsecuente nuestro Gobierno . no sólo ccn las lej'es de la estrategia sino hasta con el sentido popular^ que bien claro veía la inutilidad de nuestra pequeña escuadra en affuas cuba- nas, señalando, en medio de halaíradora esperanza, la ruta del Cabo y el mar de las Indias, á fin de llegar todavía á tiempo para vengar la hazaña del comodoro lorge Dewey. Poco hu- biera hecho en Manila el contralmirante D. Pascual Cervera, si nos atenemos, como es natural á la situación que guardaban sus navios, pero menos, muchísimo menos, llevó á cabo en su encierro de Santiago. Nos causa profunda y verdadera indig- nación tener que recordar la tan cacareada esí'uadra de Cáma- ra, pero el deber que ncs hemos impuesto nos cblíga recordar- la, aunque sea contra nuestra voluntad. Mucho tiempo antes de que nuestros indefensos barcos de las Pilipinas fuesen destrozados por los grandes cruceros nor- te-americanos, el contralmirante Montojo había reclamado con toda oportunidad el envío de un crucero de combate para re- forzar en lo que fuera posible, su importante escuadra. Nuestro' Gobierno no se ocupó absolutamente de la suerte ile este bra- vo marino, abandonándolo á sus propias y escasas fuerzas con las que tuvo necesidad de hacerle frente al poderoso enemigo. Nuestras murallas de la éapital del Archipiélago habían sido no sabemos por qué desartilladas, cambiándose las mejores pie- zas á Subic no para montarlas como era natural y preciso, atendiendo á la defensa de este puerto, sino para dejarlas tira- das y abandonadas entre la arena. Al país se le. engañó misera- blemente ofreciéndole con bombo inucitado que se enviarían con toda oportunidad refuerzos á Filipinas, de mar y tierra, alentándonos legítimamente los españoles con la iniciación de la partida la escuadra de Cámara del puerto de Cádiz con rumbo al Archipiélagp filipino. Pero nuestro regocijo pronto había de trocarse en profunda indignación, porque contra todo lo que nos esperábamos, y aunque, efectivamente zarpó dicha escuadra hacia el Oriente, su gira expedicionaria se concretó á visitar las aguas egipcias no pasando de Port-Said, regresando inmediatamente á la Península, después de haber realizado tan inútil viaje, costándole éste á la Nación mucho dinero, porque además de los gastos indispensables, hubo necesidad de pagar- se 80,000 duros por derechos de tránsito á la Compañía del Ca- nal de Suez. 229 56 vieron en la necesidad de luchar casi constantemente sin re- cibir su paga, haciendo frente, llenos de resignación, al hambre, á la más espantosa miseria,, y á todo género de enfermedades que cruelmente los diezmara. Al infortunado y heroico general Va- ra de Rey se le abandona en Caney á la cabeza de un puñado de valientes, lo mismo ^ue al general Linares. Otro tanto acontece con el pundonoroso general D. Basilio Agustín en las Filipinas, que nunca llegó á recibir los refuezos que el gobierno le ofreciera, viéndose al ñn obligado á abando^ nar el país, después de sostener desigual y heroica lucha por es- pacio de tres meses consecutivos, no autorizando de este modo con su presencia la capitulación de Manila, y evitando al mis- mo tiempp más derramamiento de sangre, con la prolongación de una resistencia inútil. Sería imposible para nosotros señalar punto por punto, todos y cada uno de los desmanes y errores cometidos por nuestros gobernantes, pues necesitaríamos ocu- par muchas páginas, y se haría interminable este libro. Básteme decir, por última vez, que ellos esclusivamente son los respon-» sables de todas nuestras desgracias y calamidades. Tenemos además la convicción de qne no está lejano el día en que la luz de la verdad se abra paso, y entonces nuestra desventurada Bspaña conocerá á sus pérfidos servidores. No nos hacíamos la ilusión de poder vencer al enemigo, porque éste era superior en número y en elementos, pero tampoco hubimos de su- ponernos que nuestro Grobierno había de buscar una paz tan denigrante, aceptada por el Gabinete de Washington, cuando aún teníamos fundadas probabilidades de continuar luchando, si nó para vencer, repetimos, sí al menos para conseguir mayo**, res y más honrrosas ventajas, al firmar el abominable Protoco- lo. Bs dolorosamente cierto que nuestro aniquilamiento en el mar había sido completo, pero todavía nos quedaban en Cuba más de cien mil hombres dispuestos á pelear hasta el último momento, el cual ejército había originado no pocos descalabros á las huestes enemigas, máxime cuando éstas comenzaban á diezmarse á causa de las numerosas enfermedades producidas por la falta de aclimatación. Aunque no nos deslumhran los galones ni las charreteras debemos hacer constar que el ejército ha estado á la altura de su elevada misión, habiendo cumplido, en lo general, con su deber luchando hasta morir cuando era preciso, y obedeciendo con toda disciplina las órdenes superio- res aunque éstas pugnaran con sus convicciones y principios. Nuestros hombres de Estado, no teniendo armas posibles coa que defenderse, pretenden ahora lanzar sobre el ejército el sambenito de la deshonra y del ultraje, descargando en él sin justicia ni razón el peso abrumador de todas las responsabilida- des. I^os que nos encontramos separados de las altas esferas del 230 Poder, los que vivimos alejados del círculo impuro, corrompi- do de la política, no podríamos justificadamente hacerle car- go á la digna institución que nos ocupa, principalmente cuan- do sus hechos y honrosos antecedentes históricos la ponen al abrigo de toda sospecha; los miamos jefes y oficiales norteame- ricanos, y aun la prensa hispanófoba é iracunda de aquel país han hecho merecidos elogios de la bizarría con que lucharon nuestros soldados y marinos, á quienes llamó el emperador Guillermo II: «¡Valientes, pero desgraciados!» De la actual política del gobierno ni aun siquiera podemos esperar ya las atrevidas empresas y los idealismos, desorgani- zadores, pero grandes y generosos de tiempos no lejanos, por- que en medio de su decreptitud carece de ánimo y de entereza, y sólo tiende á su propia conservación antes de consentir ser noblemente vencida, en los rudos pero honrosos embates de la lucha. £1 desenlace de los acontecimientos que hoy lamenta- mos puede sernos tal vez ventajoso. Con el pretexto colonial se imponía la necesidad de mantener constantemente sobre las armas un numeroso ejército, que originaba grandes mermas á nuestro exhausto Tesoro nacional. Por el mismo motivo nos hacíamos la ilusión de poseer una escuadra que no existía, y que sin embargo su presupuesto cuesta á la Nación muchos millones de pesetas. Ahora no deben de pesar sobre el país esas ga velas. No es necesario ya sostener tantos soldados, ni conservar tampoco esos cascarones viejos que hoy yacen en su mayor parte en las profundidades del Océano. No sufrirían más las desventuradas madres que veían con ho- rror el alistamiento de sus hijos para irle á servir al Rey en l^s apartadas y mortíferas regiones de sus dominios, donde tan- tos infelices perdieron su existencia sin que hubieran recibido los últimos consuelos que les impartiera una mano amante y ca> riñosa. Por el contrario, bendecirán á Dios una y mil veces por haberlas librado de tan cruel y tremendo azote. Los que lamen- tarán profundamente la pérdida de nuestras colonias, son esa ca- terva de hambrientos individuos, que como aluvión desenfre- nado irrupcionaban constantemente los principales puestos en la administración pública debido al punible favoritismo del ca- cicazgo. Ya no habrá paradlos la facilidad que antes tenían de enrriquecerse de la noche á la mañana ni de regresar con humos de grandes señores á la Metrópoli, -para disfrutar enella A f amiente que les proporcionara el no despreciable producto de su insólita rapiña. Nuestras provincias de Castilla y l^xtre- madura, y otras muchas, poseen extensas y fértiles llanurasdon- de con el esfuerzo de la laboriosidad y la constancia, pueden alcanzar magníficos y honestos resultados. Ahí es á donde de- ben dirigirsus miradas todos aquellos sujetosque ayer esquilma* 231 ran sin escrúpulos, las exhuberantes ftteütes de riqueza de nues- tros tesoros ultramarinos. El Gobierno qu^ venga á levantar á la Bspaña de esa abrumadora postración que enerva su vigor y su grandeza^ al optar por una política de sabia reconstitución económica, debe tiemblen transformar cuanto antes esas espa- das y bayonetas, Hoy cesantes, en arados y demás implementos propios para nuestra abandonada agricultura. ^ La humanidad en general ganaría no poco si se realizara el actualmente debatido proyecto de desarme universal; todos esos brazos paralizados, todas esas energías sin acción podrían tener brillante éxito si se emplearan en el desenvolvimiento y desarrollo de la industria, -las artes y la agricultura. Nuestro país debe ahora acomodar su vida á la situación de ingente estrechez en que se encuentra, pero, por supuesto, sin renun- ciar ni un solo instante á sus elevados destinos, aviniéndose resignado á los infortunios y á la desgracia que hoy lo agobian sin clemencia. Ahora más que nunca debemos aplicar los gran- des remedios á nuestros enormes males, poniendo en armonía los medios con el fin, cosa en que jamás hubimos pensado an- tes. Habemos vivido en un sueño profundo y constante, y hoy que nuestros delirios de grandeza se han convertido en terribles y espantosas realidades, nos asustamos con nuestras desgracias y miserias, y aún queremos desfallecer abrumados por el enorme peso de nuestros infortunios. Descalabros quizás más importan» tes y dolorosos hemos sufridos antes, sin haber dado muestras tan marcadas de abatimiento y de desesperación. Perdimos en los reinados de los Felipes, á los Países Bajos, á Portugal y Gi* braltar; más tarde hubimos de renunciar á nuestra soberanía sobre Ñapóles, Sicilia y Tánger, empezando después, durando el reinado el Carlos III, la desmembración del entonces nuestro vasto imperio americano, perdiéndose éste, casi en su totalidad, por el imbécil y pusilánime Fernando VII. No son, pues, nuevas nuestras desdichas y por más que és- tas nos sean profundamente sensibles, repetimos, no debemos renunciar al Jmperio de nuestra legendaria grandeza. Todas las principales naciones han sufrido su Waterloo; y tras de ese doloroso víacrucis que pone hoy á prueba nuestra entereza y abnegación, pueden ocultarse no lejanos días de bienestar, para nuestra Patria. Bs menester que todos nos decidamos á emprender la ardua, pero grandiosa tarea de nuestra reconstitución interna y de nuestra rehabilitación ante el mundo entero. Hay que salvar los restos de nuestro patrimonio nacional proscribiendo' para siempre esa maldita política que nos ha perdido y aniquilado constantemente. No debe Bspafía, no puede resignarse nuestro país á las abyecciones de sus desastres actuales, cuando por 232 fortuna aún no llega al completo agotamiento de sus grandes elementos de vida. Poseemos todavía las Baleares, las Canaria$ y las plazas del Norte de África, que es hacia donde debemos dirigir nuestras aspiraciones predilectas, después de atender con esmero á todas nuestras necesidades internas. Profunda indignación nos provoca el inicuo proceder de Nor- te América, cuyo país, atrepellando á la razón y á la justicia, viene á arrebatarnos villanamente lo que hubimos de conservar por espacio de cuatro siglos, y á la fuerza de nuestra pro- pia sangre. Es una burla sangrienta el atreverse á tomar en serio, los pueriles pretextos dados por aquella Nación para sancionar ante la faz del mundo su pérfida conducta. Es un sarcasmo inaudito el considerar que ese país proceda de buena fe, llevando su nobleza hasta el sacrificio, en aras sacrosantas de la humanidad. Nó, no es posible que el que conozca el espí- ritu de ese pueblo inmortal, que el que haya estudiado su índo- le y su historia, lo considere dotado de las grandes virtudes y lo juzgue capaz de practicar el bien, á costa de sus intereses y conveniencias. Antes que los Estados Unidos declarasen injus- tamente la guerra á España, los hombres prominentes de aquel país llenaban de elogios á los principales jefes de la insurrección cubana; hacían notar las buenas cualidades que adornaban á los MaceO; Gómez, García y demás cabecillas, considerándolos dignos de que el Gobierno de Washington les concediese la be- ligerancia. Poco después, no satisfechos los jyankees con esa pre- rrogativa hacia los cubanos, hicieron formal promesa de que la Grande Antilla se haría independiente de la Metrópoli, arras- trando á nuestro país á desigual y ventajosísima contienda, se- guros ya del triunfo, dada la supeiioridad en número y en ele- mentos. Es, por último, invadido el suelo cubano y cuando apenas las huestes del general Shafter huellan con sus disformes plan- tas las vírgenes playas antillanas, y sin conocer á fondo á los que fuesen poco tiempo antes motivo de su admiración y sim- patía, se desMa dicho general americano en terribles imprope- rios contra los jefes cubanos, los llama un hato de bandidos. La bombástica y exagerada prensa americana viene después á corroborar las opiniones del general Shafter, y aparecen furi- bundos artículos en los diarios más caracterizados, tales como el «Sun,» el «Tribune» y el «Herald,» diciendo que sólo se pue» de comparar á los cubanos con las pieles rojas é igorrotes y agotan contra ellos sus dicterios. Ese cambio tan intempestivo de los norteamericanos no nos sorprende. Procuraron atraerse la simpatía de los guajiros en- dulzándoles á éstos la boca con la miel de su decantada liber- tad, y una vez que ya no necesitaron de ellos, los maltratan y 233 desprecian. Dueños hoy de la situación como lo están en el Ar- chipiélago hawaino harán de la infeliz antilla lo que más cua- dre con sus planes de sórdida ambición. Pocos, muy pocos pensaban en la Unión Norteamericana co« mo el honrado escritor Mr. CoUins, que decía al principio de la guerra. «Si no fuera por este hecho (el hecho de darle á Cu- bila independencia) nuestra guerra con España sería el pilla- je de un ladrón audaz y poderoso.» Esta elocuente frase del referido escritor americano es tan terminante que no da lugar á comentarios. Baste recordar el injusto despojo de que Méxi- co fué víctima en 47 para que pueda comprenderse la verdad que en el fondo encierran las palabras de Mr. Collins. en este arranque de cínica franqueza. Alentado hoy ese país con su nueva victoria, y no habiendo tenido, durante la guerra con España, ni siquiera una protesta por parte de la' Europa, que era la única que pudo haber puesto coto á su incalificable con- ducta, fácil es comprender el género de política que ha de ob- servar en el porvenir. I^á integridad y soberanía de la América española están gravemente amenazadas. Dueños los norte- americanos de la llave del Golfo mexicano y del Océano Pacífico; teniendo en consideración sus proyectos sobre el Canal de Nicaragua, su preponderancia comercial y marítima en Centro América, y contando como cuenta con una formidable escuadra, próxima á aumentarse enormemente con nuevos y poderosos cruceros v acorazados, no creemos pe- car de pesimistas al prever que en no lejanos días proseguirá el invasor Tío Samuel su marcha triunfal hacia el cabo he Hor- nos. Creemos de rigurosa justicia, antes de terminar estos ren- glones, consagrarle un merecido elogio á nuestros eompatrio* tas dignamente diseminados por la hospitalaria tierra hispano americana, quienes con generoso y noble desprendimiento acu* dieron al llamado que les hiciera la Patria, contribuyendo to- dos, ricos y desheredados, con su óbolo para los cuantiosos gas- tos que originó la guerra, movidos por el más leal y ardiente patriotismo. La distinguida y numerosa colonia de la Repú- blica Argentina se hizo notable por su esplendidez, porque además de haber enviado á nuestra corte gruesas sumas de di- nero, acaba de regalar á la Nación el magnífico crucero «Río de la Plata,» construido á sus expensas. Acciones como estas no necesitan encomios: se recomiendan ampliamente por sí mis- mas. Y sin embargo, el esfufsrzo hecho por los españoles ausentes de la Patria, no alcanzó todo el esplendor que nosotros mismos hubiéramos deseado. ¿Por qué? Porque á través de la inmensa distancia que nos limita de los patrios lares, traslucíamos la in- fame perfidia de nuestros gobernantes, y comprendíamos, lie- 234 nos de indignación, que todos nuestros sacrificios resultarían estériles, dada la actitud denigrante y desdichada asumida por Sagasta, ante el sangriento ultraje inferido al país, por el impío invasor norteamericano. El desenlace funesto de los cucesos vi* no á corroborar nuestros dolorosos presentimientos. Nuestra consternación es hoy general, pues la herida fué tremenda y de difícil cicatrización. ¡Quiera Dios que pronto se disipen los den* sos nubarrones que opacan en estos momentos el cielo esplen- doroso de nuestra adorada patria ! Andrés Barral Arteaga. Protestas de la Colonia Española en México. % Insertamos á continuación algunas de las numerosas protes* tas publicadas por la colonia española con motivo del desastro- so fin que la guerra tuvo para España, y las condiciones one- rosas del Protocolo. La mayor parte están escritas en un tono demasiado vehe- mente; pero ellas dan idea del grado de excitación á que había llegado el sentimiento público, y por lo mismo, las insertamos á pesar de la destemplanza que se advierte en el lenguaje de todas ellas; Protesta de la Colonia Espaftola üe Lagaña del Oarmen, Estado de Campeelif • Si cada protesta nuestra hiriera de muerte á los culpables, sentiríamos al menos el placer de la venganza; pero quienes es- cuchan con incomprensible estoicismo, ajeno á nuestra raza, los sollozos de la Patria avergonzada, oirán con la misma impasi- bilidad y culpable indiferencia cuantas enérgicas protestas se hagan contra ellos. Tiene un límite la conciencia humana, que cuando por el camino del vicio llega hasta él, olvida, embotada por el cri- men, toda noción de dignidad y no queda ni Patria, ni familia, ni nada; un paso más y allí están el cadalso y el oprobio. Para los que envían tropas y barcos al matadero en nombre del honor nacional, sepultado de antemano por ellos, cualquier castigo es inmensamente insuficiente para vengar acción de tal magnitud. I^as madres españolas, á imitación de las lacedemonias, ven caer á sus hijos sobre el campo de batalla y se resignan á tan 235 S;randioso sacrificio. ¿Por qué tanto heroísmo, por qué tanta grandeza? ¿Porque viva la Patria, y en cambio, ¡cuatro mise- rables llevan al mercado todo nuestro tesoro de dignidad! ¡Msal ditos seant ¡monstruos del siglo, maldición de nuestra historia! Si tuviéramos en nuestra mano un manubrio mágico para atormentarlos, no aflojaríamos jamás, y allí con inmenso pla- cer escucharíamos los eternos y horripilantes alaridos de infer- nal desesperación. Todo, todo es pequeño é impotente para formular el castigo que merecen los que han vendido nuestra bandera y humillado el honor de nuestros soldados. Y en tanto el pueblo, atrofiado, al parecer, sumido en in- concebible marasmo, busca una frase para darle nombre en el círculo de las conveniencias nacionales á tan criminales atenta- dos. ¿No habrá en nuestra querida Bspaña de legendarias gran- dezas un genio que, á imitación del Bruto de Roma, enseñe al pueblo el puñal sepultando en el corazón de nuestra Patria? ¡ Ah, si surgiera, ¡qué hermosas guillotinas se levantarían para los Tarquines de -Madrid. Laguna del Carmen, Octubre 3 de 1898. — M, Gutiérrez C, Tornas Molina^ D, Carbajal^ R. González ^ J. M. García L,^ Luis Rodríguez^ José Rico^ Mateo Ruiz C, R, L, Ansoleaga. Protesta de Orlzaba, Estado de Veraeraz. La colonia española residente en este Cantón de la Repúbli- ca Mexicana, movida á impulsos del más ardiente patriotismo, del que tiene dada señaladas pruebas, protesta de la manera más enérgica contra la conducta infame del actual Gobierno español presidido por Práxedes Mateo Sagasta; que este grupo de hombres trabajadores y ajenos á todo color político y mise- rias de partido, no vacila en presentarle ante nuestra Nación, siempre heroica, como el más criminal, cobarde é inepto de cuantos gobernantes registra la historia Patria; y en todos sus actos, siendo el más saliente, el más funsto giro dado á la guerra presante con los Estados Unidos de Norte América, desde an- tes que hubiera sido declatada por dicha República, sin el más leve motivo que la justifique, y sólo contando con el muy efi- caz apoyo del traidor Sagasta, que se le impartió aún mas efi- caz del que los mismos yankees apetecían. No cabe disculpa alguna á tan gran criminal, porque ante los hechos son inútiles todos los argumentos, por pruebas tan plenas como evidentes, se derivan de aquellos, y forman por sí solos el proceso con- denatorio. Si el jurado y la defena tienen en él participa,- ción, servirá únicamente, de fórmula indispensable para cubrir el expediente. 236 Bajo tales conceptos, vertidos después de madtiro examen, y puesta la mano sobre el corazón, nosotros, como pequeña frac- ción del pueblo español que es el componente para juzgar los delitos de lesa-patria, y antes de que nuestra gloriosa bandera bicolor quede humillada, pedimos: la pena capital aplicada crin- continenti» á Práxedes Mateo Sagasta por traidor consumado, y para todos los Ministros — que todavía hoy preside con escán- dalo inaudito — la que arrojen los autos del sumario rápido que deberá incoarse desde luego con sujeción á las prescripciones del Código Militar, por lo que corresponda á sus respectivos cargos, lo mismo que á todos los individuos que de cualquiera manera hayan coadyuvado á la formación del por siempre odio- so protocolo, orillando á la Nación para que acepte tan vergon- zosa paz sin ejemplo. Bn tal virtud, suplicamos á todos, los verdaderos españoles de allende y aquende el Océano, lo mismo que á los nacidos en esta República y á los que se hayan diseminados por todo el mundo, se adhieran á nuestro propósito, y al de .que jamás .re nunciaremos á la soberanía española en todas y cada una de as posesiones ultramarinas que pretenden arrebatarnos, alevosa, cobarde y traidoramente, esa República anglo-sajona formada de remiendos y que tanto y tanto nos debe; á tal grado, que nuestra Patria es su más importante acreedora. Que el yanki no ha vencido en esta guerra injustísima con Bspaña, ya lo hemos visto: que nunca nos vencerá solo, si per- manecemos unidos con la fe en Dios y en nuestras tradiciones, está fuera de toda duda; y además, ninguna nación, por muy poderosa que sea, tiene derecho á inmiscuirse en los asuntos peculiares de la nuestra. En todo caso, vencer 6 morir con glo- ria es nuestro deber, que cumpliremos siempre, honrando la memoria de nuestros antepasados. Por último, sólo nos resta lanzar la voz estentórea y tan es^ tridente, que repercuta en ambos continentes. ¡Viva España! Orizaba, Septiembre 27 de 1898 ^José Díaz Merodio. — Pe- dro Díaz Merodio. — ^José Soler. — F. Arredondo. — Antonio Her- nández. — ^José Ruiz y Ruiz. — ^José Nieto. — Emilio Nieto. —Ma- nuel López. — Alfredo López. — Felipe Gómez Sotres. — Isidro Villamonte.— Manuel Noriega.— Eduardo Abiega.— Lorenzo. González ^Juan'Gavito Sotres.— Inocencio Cuell. — Francisca Valle. -^Z. B. Roca.— Juan Lorenzo. 237 Protestas de Tlalnepantla. Estado de México. Los que suscribeti, miembros de la Junta Patriótica españo* la de esta localidad, y en representación de todos los españoles residentes en este Distrito, manifiestan: que han visto en la prensa, publicados los términos de \tt paz ajustada entre los miembros del Gabinete español, presidido por el Sr. D. Práxe- des Mateo Sagasta y el Gobierno de los Estados Unidos; y con- siderando: Primero: que el Protocolo de la paz ajustada, con- tiene la deshonra de la madre Patria, pues además de renun- ciarse la soberanía que ejerce en la Isla de Cuba, consiente en la anexión á los Estados Unidos de la Isla de Puerto Rico y una de las islas Ladronas, y subordina esa propia soberanía, á los deseos de los norteamericanos, en las islas Filipinas, y todo esto sin haber sido vencida en la guerra á que fué injustamen- te obligada en defensa de sus derechos y de su repetida sobe* ranía. Segundo: que los hechos del Gabinete español como la recisióu del contrato celebrado con la casa de Ansaldo para la adquisición de varios buques de guerra, efectuado por el Sr. Cánovas del Castillo, de imperecedera memoria, ejecutada por el Sr, Ministro Moret, el abandono de las fuerzas españolas en Filipinas; la destrucción de la escuadra del valiente é infortu- nado Almirante Ceryera, mandándole salir de Santiago de Cu- ba á pesar de sus observaciones y otros muchos hechos, deno- ta que si no estaba obligado con los enemigos de la Patria, los favorecía con su apatía, imprevisión y falta de patriotismo. Tercero: que la guerrra sostenida hasta aquí, ha estado subal- ternada en todo el Gabinete español, sin tener los Jefes de loa diversos cuerpos de Ejército, libertad de acción en sus movi- mientos, ni protección alguna en los momentos más precisos para combatir con éxito al enemigo. Cuarto: que la destrucción de la escuadra Cervera y la capitulación de las fuerzas en el puerto de Santiago de Cuba, cuyo hecho se escribirá en la His- toria para baldón del Gabinete del Sr. Sagasta, no ponen á Es- paña en la imposibilidad de continuar defendiendo su sobera- nía y sus derechos, y mucho menos se le puede declarar vencí •; da en la lucha, único caso en que se vería obligada á someter- se á la ley del más fuerte. Protestamos de la manera más enérgica y solemne, contra los términos vergonzosos contenidos en el protocolo de Paz, ajustada entre el Gabinete Español y el Gobierno de los Esta- dos Unidos de Norte-América. Excitamos muy formalmente á la Junta Patriótica de la capital de la Rnpública, para que se di<- rija.á las Cortes de Madrid en nombre de la Colonia de Mézl* C0| á fin de que por ningún motivo consienta en la desmembra* . 238 ci6n del territorio español, vigile por' la honra de la Patria, y rechace, con la indignación que merece, ese Protocolo vergon- zoso de paz, y así mismo, para que eiccité á todas las Juntas Patrióticas de la República y á todos los españoles, sea cual fuere el lugar de su domicilio, á que ayuden á la Patria en es- tos momentos de prueba por que atraviesa, con sus intereses, con su sangre, ó con lo que puedan, para salvar de la deshonra que quieren imprimir sobre su frente un puñado de malos y raido res hijos. Presidente, Vicente Pérez, —Secretario, José Cayeja. Protesta de Taxpan. Estado de Yeraeraz. La pequeña Colonia española radicada en este puerto, no puede ni debe guardar silencio ante los vergonzosos episodios que se vienen desarrollando en nuestra desventurada Patria, por los gobernantes decrépitos y traidores en cuyas manos cayó la dirección del Gobierno, después de la inolvidable tragedia de Santa Águeda. Así como respondimos al grito que se nos diera el año de 1895, iniciando cuantiosa suscrición para el aumento de nuestra infortunada escuadra, y más tarde para ayudar al sos- tenimiento de nuestro ejército de operaciones en los campos de Cuba, hoy que vemos defraudadas todas nuestras esperanzas, con la mayoría de nuestros buques de guerra en el fondo de los mares, con nuestros valientes marinos prisioneros del enemigo, con nuestros soldados en camino para la Penínzula después de haber dejado la dignidad de la Patria en poder de los yankees, con la entrega de los Maüsser que les diera España para morir defendiéndola; después de tantos desaciertos transmitidos á to- do el mundo por boca del vencedor, inculpando vencidos y ven- cedores á los Ministros de la Corona de faltos de talento para dirigir la campaña, de energías para el mando de los subalter- nos y de valor para levantar el espíritu de ese pueblo español, que tiene páginas en su historia como las de Zaragoza, donde se fusilaba al que hablara de capitulación, hechos como el sitio del Perú, donde el inmortal Rodil nos' dejó escrito con torren- tes de sangre un Código por el que deben regirse nuestros Ge- nerales para la rendición de una plaza española; después de esos hechos tan gloriosos para el pueblo ibero, no puede tener núes- tro labio otra expresión con que anatematizar al Gobierno res- ponsable que la de ! traidores! Santiago de Cuba, Ponce, Mayagii^z, Yauco. Juana Díaz, Arroyo y Guayama, son plazas que- representan una población de más de doscientos mil habitantes. ¿A cuántos invasores se ban rendido esas poblaciones? ¿por qué lo hicieron? paf a qué 239 sirvieron Blanco en Cuba y Macías en Puerto Rico? Para nada; para presenciar el despojo de los últimos girones que nos que- dan en América, vendidos en la Corte por un político tan in- fame como aquel Obispo D. Oppas, de inolvidable recuerdo. Para eso han servido Blanco en Cuba y Macías en Puerto ^Rico. El pueblo español yace en el mayor de los letargos. ¿No ha* brá uñ Weyler que lo despierte? ¿Ya no quedan en nuestra ado- rada Patria descendientes de Daoiz y ^Velarde? ¡Oh, si los ha- brá! entonces . « . . presenciaremos en las postrimerías del siglo XIX las enseñanzas que diera al mundo el gran pueblo francés, al terminar el pasado siglo. Que venga la redención, si para conseguirla se impone un nuevo noventa y tres, ¡| bendita sea!! Luis Montólo. — Silverio A. Gutiérrez. — Bernardo Arteaga. — M. González. — Emilio Cervio. — José Mesequer. — ^Jesús Ortiz. — Emilio González. —Tomás de la Huerta. — ^J. Huerta. —Ricar- do Gómez. Juan Astorquiza. — Braulio García. — Alejandro Ba- da. — ^José Fernández Noval.— José Lorenzo.— .Dionisio P. Kla- rañón. — Daniel Díaz. — Aquilino Folgueras. —Santos González — Pedro Mester.— jQ«é Viñas. — Fermín Fernández. — Claudio Valdéz.— Faustino Fernández.— Primitivo Rodríguez.— Pas- cual Borque, — Gerardo Folgueras. — Matías del Foyo. — Fran- cisco C. Ferrando. — Antonio Sierra. — Carlos Lorenzo.— José Arzuaga.— rAntonio Peña.— Adolfo Fernández Madrero.— José Granda.— José F. Fernández.— Ramón Tato de la Fuente.— Antonio R. Peña. — Pedro G. Blanco.— Francisco Luiña. Protesta de la Colonia Española en Matebnala San Luis Potosí. Los que suscribimos, en vista de las noticias que respecto á la paz entre los Estados Unidos y España publican los perió- dicos españoles de México, acordamos protestar, contra los ac- tos del Gobierno que actualmente rige los destinos de nuestra querida Patria, por creer que al ser aceptadas las proposiciones generales que para la terminación de la guerra ofrecen los yan- kees, se menoscaban la honra de España y la gloria adquirida por ella durante siglos de heroica lucha. No pretendemos que todos los españoles residentes en esta República sean de nues- tro modo de pensar; á los que estén acordes con nuestra protes* ta invitamos á que lo hagan constar á fin de que allá en nues- tra Patria, sepan el modo de pensarde losj queá miles de leguas lloran las desgracias inherentes á la guerra y se avergüenzan al saber que van á ser despojados de pedazos queridos del te- rritorio español. 240 I^ actual contienda la originó la decantada independencia de Cuba; en las bases propuestas por los Estados Unidos para la pa2, no se conforman éstos con pedir dicha independencia contraria á los deseos de la población ' culta de la Isla; piden también la cesión de nuestra fiel Antilla, Puerto Rico, amada pos Bspaña por su adhesión, y una de las islas Ladronas, del archipiélago Carolino, aí cual defendimos en época no remota contra las intenciones desuna poderosa nación europea. No nos ha sido favorable hasta ahora la suerte en la guerra; pero por periodos más críticos pasó España y supo salir de ellos con el honor que la nación requería. La Colonia Española de México, en varias ocasiones felicitó al Gobierno de España por su ^valerosa actitud frente á otra nación mucho más poderosa; ahora, al ser aceptada las condi- ciones de paz impuestas, iniciamos esta protesta contra la acep- tación de ellas por el Gobierno de España, por creerlas humi- llantes para el valiente pueblo español. Suyos affmos. attos. S. S. Q. S. M. B.— Valentín Fernández. —Dámaso Ortíz.— Andrés Senosiaín.— Antonio Gaverre.— Juan M. Escajadillo. — Miguel Gavere.— José Díaz Cazares. —Fran- cisco Quintana. — Manuel Aranda.— José García. — I. Narezo. —José Pérez y Pérez.— Indalecio de la Torre.— R. Galnares. '—Germán Martínez.- Felipe Ortíz.— Manrique Díezi— Enrique Calzada. —Joaquín Calzada.— Adolfo Dou.— Juan Pnente— M. Romano. -Anastasio Cueto.— Santiago Vi vaneo.— Eustaquio de Cos.— Ceferino Guillen. -José R. Angelina.-Juan G. Marroquín. Prologo 3 Introducción . . , 9 CAPITULO I. Origen de las diferencias entre España y los Es- tados Unidos. — Agentes americanos en Cuba. — Demandas á España. La Luisiana y la Flo- rida. — Francia j uzga absurdas las reclamacio- nes americanas. — Primeros movimientos en favor de la insurección. — Expediciones de Narciso López. — Apoyo de los Estados Uni- dos á los filibusteros, , 15 CAPITULO II.- Guerra separatista americana. — Causas de esta guerra é influjo sobre la insurrección de las Antillas españolas. — Santo Damingo y Puer- to Rico.Grito de Yara. — Coincidencia con los sucesos revolucionarios de la Península. — Caudillos cubanos insurrectos 27 CAPITULO IIL Continúa la guerra disidente. — Intervención de Los Estados Unidos con motivo de las diposi- ciones contra los insurectos. — Gestiones eu favor de la libertad de Cuba. — Otro incidente internacional. — Proposiciones de paz. — El General Martínez Campos. — Término de la guerra .. ,. , 35 CAPITULO IV. Martínez Campas, pacificador de la Isla. — Segun- da insurrección . cubana. — Jefes revoluciona- rios.— Actitud de Eíspaña ante el .movimiento. 244 CAPITULO XIII. La escuadra de Cámara en Oriente.— Diiiculta- des para continuar su ruta hacia Filipinas. — Los americanos en Santiago. — Su ataque á la ciudad. — Épica defensa de los españoles.— Batallas de Caney, San Juan y Canosa.— Rela- to de un testigo presencial.— Destrucción de la escuadra de Cervera.— Narración del capi- tán Evans del **Iowa.'' 167 CAPITULO xiy. Demanda.s de rendición deSantiago.^Consecuen- cias de la pérdida de la escuadra española. — Dificultades en la comunicación con España. —Rendición de Santiago.— Bases de la capitu- lación.— Cesan las hostilidades. — Capitula- ción de Manila .%...**.,•... 197 CAPITULO-XV. \ Reunión en París de las comisiones españolas y americanos para ultimar los tratados de paz. — Resultado de las conferencias.— Opiniones de la prensa sobre la conducta de los Estados Unidos.— Firma del Tratado.— Protesta de Es- paña ' • ♦ . 219 Conclusión , 223 Opinión española sobre la guerra 225 Protesta de la colonia española en México . . 234